A la hora de salir de compras, ¿cuántos se preguntan quién confeccionó esta prenda y en qué circunstancias? La tragedia de Bangladesh en la que 1.127 personas murieron y más 2.000 resultaron heridas en el derrumbe de una fábrica puso bajo la lupa las duras condiciones laborales en las que se trabaja en la industria textil y la importancia del consumo a conciencia.
En pleno furor de las cadenas low cost, firmas que ofrecen prendas a bajo costo, surge a contrapartida un fenómeno llamado moda ética. La propuesta es evitar la compra compulsiva y preguntarse de dónde viene la prenda, qué materiales se usaron para confeccionarla, quién la realizó y en qué condiciones.
“Es un concepto que encierra un conjunto de premisas éticas, sociales y ambientalmente basadas en los principios de la sustentabilidad. Los productos elaborados bajo el concepto ‘moda ética’ son productos en los cuales su cadena productiva se basa en la transparencia, la trazabilidad, el respeto al medioambiente, concebidos en una visión acorde a la sustentabilidad en cada uno de los procesos de la moda”, explicó Adriana Marina, directora del Foro de Moda Ética Latinoamérica.
Según la especialista, la moda es una de las industrias “más contaminantes y esclavizantes del mundo”. “Cerca del 25% de los pesticidas mundiales se usan en el algodón y la industria está altamente relacionada con el trabajo esclavo, infantil, etc. Lo que sucedió en Bangladesh es sólo una muestra de lo que pasa en todos los países del mundo: situación de pobreza y esclavitud asociadas al mundo de la moda”, evaluó.
Mientras las firmas low cost con sus precios económicos fomentan lo que se llama moda rápida, en la que cada semana incorporan nuevas prendas con las tendencias que se imponen, casi en tiempo real, la moda ética propone un consumo slow en dónde el comprador tome una actitud responsable.
“No hay una conciencia de dónde provienen las cosas. Eso tiene que ver con ser un consumidor responsable, preguntarse de dónde y quién la hizo. El tema es que hay una persona que estuvo ahí haciéndola en malas condiciones, condiciones inhumanas”, resaltó la diseñadora Paula Gray al tiempo que aclaró que, en busca de “humanizar” sus prendas, cada producto a la venta lleva el nombre de la persona que lo confeccionó.
Pero producir ropa bajo la política del comercio justo suele encarecer la prenda y en Argentina, tampoco hay tanta variedad de propuestas. Entonces, ser un consumidor responsable y a la moda, ¿es una misión imposible?
“Es verdad que puede haber entre un 30% y un 50% de diferencia de precio con respecto a otra marca. Se encarece por lo que es la famosa cadena de valor, se tiene en cuenta absolutamente todo, desde la procedencia de la materia prima, desde el hilado hasta quien lo cultivó. En el caso de la ropa, todos los avíos que pones en la prenda como los cierres son hechos en bronce reciclado, botones de plástico reciclados”, resaltó Gray.
Es que la idea de instalar la moda ética va más allá de una cuestión económica y lo que busca instalar es una forma de vida. “Estaríamos pagando como sociedad un plus aceptable para tener menos problemas sociales, desarrollo en zonas desfavorecidas socialmente y menos contaminación. Estaríamos pagando un poco más por tener menos problemas que también nos salen caros en salud, en pobreza, en delincuencia, en contaminación, entre otros tantos problemas”, advirtió Marina.
Pero el precio no es la única barrera que enfrenta este fenómeno para lograr su masividad sino también la falta de oferta. Si bien en algunos países desarrollados está más evolucionado este concepto su demanda aún es débil y en Argentina más aún.
“En el país recién empieza todo esta corriente, recién empieza a haber información”, añadió Gray pero también resaltó que “una persona se vista completamente de forma ética es la perfección y la perfección no existe, creo que tiene que ver con un equilibro”.
“Si hay una marca que no es ecológica pero sabés que trabajan de forma seria y sabés que la materia prima es de industria argentina, que fomenta lo local, sabés quién es su proveedor, tampoco está mal usarla”, evaluó.
“La ropa, los productos de nuestros hogares, el diseño, nos acompañan desde que nacemos y llevamos en nuestra piel, en nuestro medio productos cargados de pesticidas, de esclavitud y eso nos acompaña día tras día, las 24 horas”, sentenció Marina y agregó: “Los consumidores deberían comenzar a exigir transparencia y saber la procedencia de las prendas; hoy es mucho más fácil con la tecnología. Como ciudadanos debemos exigir a los gobiernos los procesos de certificación, de transparencia de la cadena”.
Una de las pocas que logró la proeza de construir un imperio económico de la mano de la corriente “moda ética” es la diseñadora británica Stella McCartney. La hija del ex Beatle demostró que su convicción ecologista puede llevarse bien con el desarrollo en la moda. Nada de cuero, ni pieles, la modista logró insertarse en las pasarelas de moda internacionales con tejidos orgánicos como la lana y el algodón.
La última novedad de McCartney fue su creación de zapatos biodegradables con una suela de plástico que su producción es amigable al medio ambiente.
El mismísimo Giorgio Armani se apuntó a este fenómeno y creó sus jeans ecológicamente correctos fabricados con algodón orgánico.
En tanto, la casa de moda italiana Valentino es la que más respeta el medio ambiente, según la organización Greenpeace, gracias a su compromiso de impulsar “una política de compras que implican cero deforestación y una política de cero para la producción textil”.
Fuente: Mariana Gándara | Infobae