Cuando una nueva administración llega a la Casa Blanca es habitual que se generen debates y reportes sobre cómo debería relanzarse la relación entre Estados Unidos y América Latina. La importancia de este vínculo es evidente: una región con economías fuertes y democracias consolidadas, brinda mayores oportunidades y estabilidad a Estados Unidos en su propio hemisferio.
En este contexto particular, en el que la pandemia ha dejado más en evidencia las vulnerabilidades que existen en los países de la región, se vuelve más necesario conversar acerca del rol de Estados Unidos en la recuperación de América Latina.
Un aporte muy valioso en este sentido es el que hace Atlantic Council, en el reporte “Recuperación de COVID-19 en América Latina y el Caribe: una estrategia de asociación para la administración Biden”, publicado el pasado 16 de marzo. Los autores Jason Marczak y Cristina Guevara destacan acciones específicas que Estados Unidos puede impulsar para contribuir al desarrollo de la región y posicionarse así como el socio más importante para sus vecinos. Lo resumen muy bien en seis puntos.
El primero está vinculado a aumentar la inversión en ecosistemas de salud. Aquí la tarea de la administración de Biden, que ha vuelto a ingresar a la Organización Mundial de la Salud (OMS), es clave para asegurar una vacuna, como así también la producción y distribución de productos esenciales, incluidos suministros médicos y medicamentos. Un ato no menor es que si Estados Unidos no se asocia con los sistemas de salud de la región dejará esa puerta abierta a una mayor influencia china y rusa.
En segundo lugar se habla de revitalización económica. Estados Unidos puede apoyar el crecimiento económico de la región mediante la movilización de inversiones, pudiendo amplificar los pedidos del Banco Mundial para la reestructuración de la deuda de algunos países latinoamericanos en medio de las crecientes presiones fiscales resultantes de la pandemia.
Seguidamente, se pone el foco en la integración, la infraestructura y la tecnología, como políticas necesarias para que la región se vuelva más competitiva a nivel global. En este sentido, Estados Unidos también puede trabajar con el BID y el Banco Mundial para ayudar a los países a promover reformas en sus entornos comerciales y de esa prepararlos para recibir y albergar empresas que se acerquen a sus fronteras.
El cuarto punto retoma la implementación de compromisos en relación al cambio climático, ya que a pesar de los grandes recursos de agua dulce per cápita, un tercio de la región carece de acceso a agua potable. Por ello, se sugiere con sentido de urgencia que Estados Unidos facilite ayuda técnica a los países para minimizar las ineficiencias en la gestión de recursos, mediante la reutilización del agua y la eficiencia energética. Esto permitiría, además, que se ahorren los miles de millones de dólares que se suelen invertir en las prestatarias de estos servicios.
El quinto, introduce recomendaciones vinculadas a la educación. Una de las principales, propone que la administración de Biden puede alentar la participación del sector privado y otras organizaciones internacionales en los planes educativos de los gobiernos de América Latina. También, puede brindar incentivos económicos a las empresas estadounidenses que inviertan en la región y que contribuyan a la incorporación de herramientas tecnológicas en las escuelas. En el nivel superior, se resalta la importancia de que Estados Unidos promueva asociaciones entre universidades estadounidenses e instituciones de educación superior en la región, así como intercambios y programas de doble titulación con otras universidades latinoamericanas, europeas y estadounidenses.
El último punto retoma un punto central para la región, que tiene que ver con el fortalecimiento democrático. En este caso, la administración Biden puede trabajar a través del Departamento de Estado para priorizar capacitaciones anticorrupción que brinden asistencia técnica para ayudar a los jueces, abogados y fiscales a combatir mejor los delitos financieros y, en el a largo plazo, fortalecer los poderes judiciales de los países. Además puede brindar un apoyo renovado a la observación electoral no partidista en la región, incluso a través de misiones organizadas por la Organización de Estados Americanos (OEA).
Estas son solo algunas de las recomendaciones de este valioso artículo que, lejos de quedarse en el diagnóstico, aporta ideas y líneas de acción concretas para seguir debatiendo la integración de América Latina con Estados Unidos y el papel central del país del norte en el desarrollo de todo el hemisferio.
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