Graduación escolar en América Latina: ¿El vaso medio lleno o medio vacío?

Mejorar las tasas de graduación y con ellas la transición de la escuela al mundo laboral sigue siendo uno de los desafíos más arduos que deben enfrentar los sistemas educativos de América Latina. Un informe del BID arroja luces sobre este problema

Probablemente no sea una sorpresa sostener que la calidad de la educación es mayor en las zonas urbanas que en las rurales. A pesar de que ha habido un crecimiento económico sostenido en la última década principalmente impulsada por el sector primario –petróleo, gas, cobre, oro, soja, entre otros-, el impacto en la educación de las áreas rurales ha sido muy limitado.

Los residentes de las ciudades tienen una tasa de graduación hasta un 26% más alta que la de los habitantes rurales, un signo alarmante de la desconexión en la transición de la escuela al trabajo. La estadística proviene de una reciente publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) firmada por los especialistas Marina Bassi, Matías Busso y Juan Sebastián Muñoz.

El informe Is the Glass Half Empty or Half Full? School Enrollment, Graduation and Dropout Rates in Latin America es el primer análisis comparativo integral de las tasas de graduación y deserción en la región. Los autores basan sus conclusiones en los resultados de las encuestas de hogares de 18 países latinoamericanos durante la década de 1990 a 2010.

Uno de los autores, Marina Bassi resaltó el crecimiento de la graduación como un primer hallazgo destacado del estudio. “Sabíamos que el acceso había mejorado, pero nos sorprendió el aumento en las tasas de finalización de la escuela, lo que se pudo verificar en todos los países que estudiamos”, remarcó. El porcentaje de alumnos que abandonó el secundario antes de graduarse cayó del 41% a principios de los ‘90s a un 30% en la actualidad.

Pero la región sigue presentando bajos índices de graduación en comparación con los países de Europa y Asia. Chile es uno de los pocos destacados en la región, con tasas de finalización que se acercan a las naciones más avanzadas; mientras a nivel regional, sólo el 60% de quienes comenzaron el bachillerato terminan recibiendo su título. Chile también fue uno de los dos únicos países de la región, junto con Costa Rica, que logró reducir significativamente su brecha urbano – rural en las últimas dos décadas.

Lamentablemente, si bien el reporte brinda buena información estadística, no ahonda en las causas de estas dinámicas. Los autores no abundando sobre las políticas que han funcionado, y sobre cuáles deberían implementar los países con bajo rendimiento. Bassi, Busso y Muñoz describen los factores que inciden en una mejora educativa, incluyendo aumentos presupuestarios y una creciente inclusión en la escuela primaria, pero no llegan a explicar qué políticas son efectivas. Por ejemplo, por qué algunos gobiernos que aumentaron su inversión en educación no logran saltos de calidad o una caída en la deserción.

Los autores sugieren que una potencial medida de mejora sería un cambio en la escolaridad obligatoria. Sin embargo, la evidencia sobre esto es variada con países en los que no ha tenido ninguna incidencia en este aspecto, como Colombia.

El informe del BID resalta otros varios problemas persistentes. La deserción es mucho más alta entre varones que entre mujeres, y en el curso de las décadas abarcadas por el estudio, la brecha no hizo más que aumentar del 6 al 9%. A su vez, las condiciones socioeconómicas son quizás el factor más determinando de la calidad educativa. “Los estudiantes del quintil de ingresos más alto tienen un índice de graduación 33 puntos por encima del de aquellos ubicados en el último quintil”. Y la brecha se está ampliando.

Los expertos no especifican las políticas que pueden poner fin a estas tendencias negativas. Sí argumentan que los programas de transferencia condicionada popularizados por Oportunidades en México, o Bolsa Escola y Bolsa Familia brasileños han sido efectivos en la mejora de los índices de terminación escolar. Sin embargo, aun estos programas pueden tener un impacto limitado en la desigualdad general, al encontrar que en Brasil “la brecha de graduación entre los estudiantes de mayores y menores ingresos creció en 20 puntos, indicando que los beneficios mayormente alcanzaron a los grupos más ricos”.

Mejorar las tasas de graduación y con ellas la transición de la escuela al mundo laboral sigue siendo uno de los desafíos más arduos que deben enfrentar los sistemas educativos de América Latina. Por esta razón, el importante aporte del BID en esta área debe contribuir a crear conciencia y profundizar aún más este debate tan necesario.