Hacia dónde marcha la contienda demócrata

Matemáticamente prohibitiva. Así calificó el ex-candidato presidencial y matemático Andrew Yang, la ventaja que mantiene Joe Biden a su favor, en delegados electos a la convención, a partir de las últimas jornadas electorales.

Por otro lado, Biden ya ha recibido el apoyo de todos los candidatos que se retiraron de la primaria excepto de la Senadora Elizabeth Warren. El hecho de que Elizabeth Warren se haya retirado de la contienda por el abanderamiento presidencial en posición de neutralidad es otra mala noticia para Sanders. Buena parte del electorado de Warren es afín al también aspirante a la candidatura demócrata, Bernie Sanders, pero el silencio de la senadora los mantiene expectantes, justo en el momento en que se consolida la opción Biden. El silencio o neutralidad de Warren ofrece una “economía del voto” a favor de Biden, quien, además, ya ha adherido algunas propuestas electorales de la senadora por Massachusetts, particularmente sus ideas en torno a la legislación de bancarrotas y protección de los deudores y clientes de la banca.

Para predecir lo que puede ocurrir, hay que tomar en cuenta que los estados que quedan por votar tienen una demografía favorable a la coalición que ya se asoma a favor de Biden; esto incluye la mayoría del voto de las mujeres, los afroamericanos y la clase trabajadora. Con sus triunfos en Florida y Arizona, Biden comienza a dominar también en el voto latino (preeminencia que no había conseguido del todo en Nevada, California y Texas). El desafío persiste en la veta de los jóvenes, la llamada coalición Obama atraía masivamente el voto de los mileniales, único segmento poblacional donde Sanders mantiene una ventaja transversal.

Si las elecciones en Ohio no hubiesen sido pospuestas el pasado martes, quizás ya Biden sería, sin discusión, el candidato a proclamar en la convención de julio. La diferencia de Biden en Ohio, según las encuestas, solo puede ampliarse, dado el impacto de la cadena de victorias del ex Vicepresidente sobre el comportamiento del elector. Y en los estados que faltan por votar, como Georgia, Nueva York, Louisiana, Maryland, el perfil electoral favorece a Biden, con ventajas similares a las registradas en la reciente seguidilla de éxitos.

Bernie Sanders ha dado voz a un importante sector de nuestra sociedad, de eso no hay duda. Y ha puesto en el centro de la conversación las desigualdades y la influencia del dinero en la política, lo cual es fundamental. Pero afirmar como el lo hace de que está ganando en la batalla de las ideas no encuentra réplica en los hechos. ¿Cómo se puede afirmar que se está ganando en el discurso cuando se pierde por márgenes amplios el voto popular? En este terreno, el mensaje de Joe Biden luce más acertado y a la altura de las circunstancias. Una de las características de Biden es su visión de Estado y su perspectiva internacional de los problemas, así como su capacidad de conectar el crecimiento económico con el progreso social. Su argumento es que el país trabajador y las clases medias no quieren una revolución, sino un gobierno que les resuelva sus problemas. He aquí un mensaje potente donde los haya. Otra clave es que el asunto ideológico, en los términos en que lo plantea Sanders, pasa a un segundo plano frente a una crisis con la magnitudes e impacto de la pandemia del coronavirus.

Sin duda, Sanders tiene un importante activo político, cual es el caudal del voto joven. Allí hay una importante conexión emocional. Por eso, es relevante en la coalición. Hay propuestas de Sanders que deben ser revisadas y otras, directamente asumidas. Allí hay tela todavía para confeccionar un tejido unitario, una capilaridad que incorpore con entusiasmo al voto milenial a la campaña de Biden. Pero Sanders es un candidato polarizante, no solo en el entorno nacional sino también dentro del partido. Algunas de sus propuestas y estilo lo hacen inviable como candidato en una elección nacional en el tablero de los colegios electorales. Esa ha sido su mayor debilidad. Los demócratas quieren un candidato capaz de derrotar a Trump y mantener la mayoría parlamentaria en la Cámara de Representantes. Sanders pone incluso esto último en riesgo, al margen del resultado en el voto popular.

El único escenario donde Sanders podía imponerse era en una contienda con múltiples candidatos relativamente fuertes, dado el rechazo que tiene entre un aproximado del 70% de los electores demócratas (su techo está en el orden del 30% del voto popular dentro partido). Ese escenario de fragmentación del voto desapareció cuando la senadora Klobuchar, Pete Buttieged y luego Bloomberg cedieron ante la fortaleza exhibida por Biden en Carolina del Sur y el llamado súper martes, donde enterró la imagen de fragilidad que se percibía en los primeros tres estados y ante la presencia millonaria en propaganda de Bloomberg.

Un detalle importante es que el voto latino comienza a manifestarse mayoritariamente a favor de Biden. Hay una división generacional, y Sanders mantiene mucho apoyo entre los mileniales latinos, pero además la campaña de Sanders contó con más recursos económicos que la de Biden al principio (su fortaleza financiera viene de la recaudación de pequeñas sumas entre millones de contribuyentes “online”). Esto le permitió una campaña agresiva, dirigida a ese segmento en Nevada y California. Ya al llegar a Texas, Arizona, pero sobre todo en Florida, donde el perfil del voto latino es más diverso por origen nacional y con distintas preferencias temáticas, Sanders perdió terreno. En Florida por ejemplo, el voto latino fue muy contundente a favor de Biden, que también ganó en Arizona. En Florida esto tiene que ver con sus propuestas en política exterior hacia América Latina, o su conexión más larga y estrecha con el electorado boricua. A esta altura, Biden domina ligeramente por encima de Sanders el voto latino, pero al salir de la contienda, se necesita una operación política unitaria para incrementar la participación y galvanizar el voto hispano o latino alrededor de Biden y los demócratas con aproximadamente un 75% a nivel nacional. Eso dejaría a Trump liquidado electoralmente.

Los dos activos más sólidos de Biden han sido su elegibilidad como candidato contra Trump y su capacidad de facilitar el camino a la reelección de una mayoría en la Cámara de Representantes. Esto deriva del acertado tenor de sus propuestas, así como su imagen unificadora y empática, además de su estilo conciliador, comprobado por una carrera política caracterizada por favorecer amplios acuerdos políticos con los sectores moderados del partido republicano. En un país polarizado y dividido por Trump, la imagen de Biden es refrescante, unificante y presidencial. Luego está, por supuesto, la buena recordación de la administración Obama-Biden. Obama no ha tenido que decir que lo apoya públicamente para que todo el electorado lo perciba así. Biden fue más que su Vicepresidente, se habla del “bromance” (“amor de hermanos”) que se tienen. En parte, eso explica la fortaleza de Biden en un electorado clave para los demócratas: el voto afroamericano.

La victoria de Biden en Florida fue contundente y asoma incluso que puede derrotar a Trump en Florida, quien no tiene camino a la reelección sin ganar en ese estado. Una reciente encuesta revela que el 53% del estado cree que no merece la reelección y un 27% de los electores republicanos piensa igual que no debe ser reelecto, todo esto con un bajo apoyo a su gestión rondando el 43%, según la encuestadora Bendixen & Amandi International.

El fortalecimiento de Biden en el electorado latino tiene mucho que ver con sus sólidas propuestas en materia de política exterior, muy bien explicadas en una entrevista reciente para el Americas Quarterly. Por ejemplo, en el caso de Venezuela, Biden maneja un pragmatismo con principios fuertes, que contrasta con la retórica del “bravado” sin resultados de Trump. Biden ha afirmado que utilizará la herramienta de las sanciones y coordinará con la comunidad internacional para presionar un acuerdo que produzca elecciones generales libres, justas y confiables. Entiende que la solución a la dictadura de Maduro no es imponer un cambio a la medida de los intereses de un sector de la oposición venezolana o de los EEUU, sino promover un cambio sustentable por la decisión electoral y los acuerdos de transición que deben alcanzar los venezolanos. Luego ha dicho Biden que tiene previsto un plan de cooperación amplio para apoyar la reconstrucción socioeconómica en Venezuela; y entretanto, se concreta ese cambio, ofrecerá desde el primer día de su Presidencia protección migratoria temporal (TPS) a los venezolanos que se encuentran en Estados Unidos; e invertirá en apoyar a los países receptores de migrantes venezolanos mientras perdure la crisis.

En suma, Biden tiene grandes probabilidades de ganar en una elección que se decide en el tablero del colegio electoral. Además de una mayoría clara en el voto popular, según las encuestas , Biden tienen ventaja clara para recuperar Pensilvania, Michigan y Wisconsin; puede ganar en Ohio y también en Florida. En ese grupo de estados hay varias combinaciones que le darían la victoria. Trump lo sabe. Le tiene tanto miedo a Biden que se arriesgó al extremo del abuso de poder que lo llevó al impeachment, tratando de fabricar una acusación falsa en su contra con el gobierno de Ucrania. Si de algo entiende Trump es de cálculos electorales y los hechos le están configurando un panorama donde sus aspiraciones de reelección podrían haber ingresado en el desolador terreno de lo prohibitivo.