La preocupación por el cambio climático ha estado presente en los ámbitos internacionales desde hace varias décadas y fue ratificada en 2015 cuando los Estados miembros de Naciones Unidas acordaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Esta agenda propone erradicar la pobreza y promover una prosperidad económica a través de estructuras productivas más sostenibles. El cambio climático es uno de los principales desafíos que actualmente enfrenta y enfrentará la humanidad en los próximos decenios. Sus consecuencias económicas, sociales y ambientales ponen en riesgo el futuro de los países y es por esto que muchos han comenzado a implementar políticas en pos de una economía más verde.
Recientemente, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) realizada en Glasgow, se acordó entre los países miembros la necesidad de reducir gradualmente el uso del carbón como fuente de energía y los subsidios a los combustibles fósiles y aumentar los fondos de financiamiento de los países desarrollados hacia los países en desarrollo para ayudarles a adaptarse al cambio climático.
Este nuevo paradigma, hacia una economía más verde, plantea numerosas oportunidades y desafíos. La incorporación de los cambios tecnológicos, el estímulo a la innovación, la inversión en la infraestructura y el desarrollo de las cadenas de valor asociadas con el surgimiento de nuevos sectores, son procesos que brindan la oportunidad de crear empleos decentes, aumentar la productividad y fortalecer los sistemas de protección social. Es importante remarcar que, en un marco internacional donde hay una creciente preocupación por la falta de trabajo como consecuencia de la pandemia y donde la automatización atenta contra los empleos actuales, los empleos verdes se presentan como claves porque dan oportunidades a largo plazo y son importantes a la hora de la inclusión social. En esta línea, existe consenso en afirmar que una ecologización de los sectores productivos permitiría generar una nueva demanda en una variedad de trabajos y ocupaciones denominadas ‘verdes’.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los empleos verdes son “empleos decentes que contribuyen a preservar y restaurar el medio ambiente ya sea en los sectores tradicionales como la manufactura o la construcción o en nuevos sectores emergentes como las energías renovables y la eficiencia energética”. Y permiten aumentar la eficiencia del consumo de energía y materias primas; limitar las emisiones de gases de efecto invernadero; minimizar los residuos y la contaminación; proteger y restaurar los ecosistemas y contribuir a la adaptación al cambio climático
De acuerdo a la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena), a septiembre de 2020, el número de empleos en el ramo de renovables a nivel global alcanzó 11.5 millones. Por su parte, según la OIT, en la transición hacia una economía verde, se espera que a nivel mundial haya un incremento del orden del 0,5 al 2% que sería aproximadamente un total entre 15 y 60 millones de nuevos empleos.
Puntualmente en América Latina, la OIT detalló que hay cuatro países que se destacan en la creación de empleos verdes: México con 56.000 puestos de trabajo, Ecuador (44.000), Argentina (15.000) y, sobresale, Brasil con un aproximado de 1.158.000 en varios sectores como son los biocombustibles, la energía solar, y la reconversión de buses.
Según el Foro Económico Mundial, las áreas donde se proyecta que se crearán más empleos verdes a nivel mundial son las siguientes: agricultura sustentable, pesca sustentable, gestión de residuos, producción de energía renovable, construcción de edificios inteligentes que ahorran energía, reciclaje de ropa, reducción de filtraciones de agua a través de sensores, extracción minera con técnicas que tienen menor impacto ambiental, y por último, reutilización de piezas de vehículos.
La oportunidad que trae consigo los empleos verdes solo es posible aprovecharla si se cuenta con una fuerza laboral debidamente capacitada. Algunas recomendaciones en esta línea, incluyen ofrecer créditos fiscales a las empresas que invierten en reciclaje o mejora de habilidades, y crear un agregador de habilidades en línea que combine las necesidades futuras de las ciudades con iniciativas de mejora o actualización de capacidades.
En lo que respecta a la formación para el empleo verde, un ejemplo de carácter internacional es el Curso que da el Centro Internacional de Formación de la OIT, donde se enseña acerca de las implicaciones de la transición del mercado laboral hacia economías más sostenibles y ecológicas. El curso está diseñado con el fin de promover e implementar lo que son políticas, proyectos y programas de empleo verde.
Si bien existen otros modelos para mencionar sumamente valiosos, todavía tenemos una enorme tarea por realizar y políticas que planificar e implementar en este sentido. El empleo verde no sólo es una manera de generar desarrollo productivo sino también un catalizador de empleos decentes que se suman a la economía.
Sin lugar a dudas, el empleo que se viene será un desafío, pensar en cómo serán los trabajos del futuro sin pensar en cómo abordarlos hoy en día resulta imposible. Es necesario y urgente ocuparnos de esto, en pos de un mañana mejor.