El Equipo IQ recientemente conversó con el Dr. Paul Angelo acerca del problema humanitario y de seguridad que enfrenta Haití en la actualidad. Angelo es becario de Estudios Latinoamericanos en el Council on Foreign Relations (CFR). Su trabajo se centra en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, el crimen transnacional, los actores violentos, la reforma militar y policial y la inmigración. Ex oficial naval en servicio activo, Angelo tiene una amplia experiencia en el servicio militar y gubernamental. Con una licenciatura en Ciencias Políticas (con honores) de la Academia Naval de los Estados Unidos, un MPhil en Estudios Latinoamericanos (con distinción) de la Universidad de Oxford, donde estudió como Rhodes Scholar, y un Doctorado en Política del University College London. El comentario escrito por Angelo ha aparecido en Foreign Affairs, Foreign Policy, The New York Times, The Washington Post y The Miami Herald.
Angelo hace énfasis en Puerto Príncipe como la nueva capital mundial del secuestro. Haití, como un lugar en crisis y aún más inestable desde el asesinato del Presidente Jovenel Moïse, sospechoso de haber creado una coalición con grupos armados para evitar oposición, utilizando transferencias de dinero, armas y uniformes policiales. Haití está conformado y proliferan bandas criminales que han sembrado el terror entre la población. Angelo recalcó la constante corrupción de la Policía Nacional Haitiana y su papel clave en la mejora de esta situación.
La guerra de pandillas entre el oficialismo y la oposición no es el único problema grave que enfrenta Haití. La crisis humanitaria alberga en la mente y cuerpo de los haitianos. La seguridad alimentaria, las consecuencias debido a desastres naturales; la alta tasa de homicidios (34 por cada 100 mil habitantes); la inestabilidad económica y la falta de funcionalidad jurídica y constitucional, son algo cotidiano. Haiti cuenta con alrededor de 165 pandillas operando en Puerto Príncipe generando un incremento de secuestros a más de 628 en lo que va de año. El gran problema yace en que la mayoría de estas actividades se han convertido en fuentes de ingreso de los hogares en las zonas marginales de Haití, lo que genera un inconveniente para la estabilidad del país, ya que muchas familias han generado dependencia y lealtad hacia estos grupos delictivos.
Históricamente la población haitiana ha sufrido episodios con altos índices de violencia. Desde la colonización francesa hasta la Masacre instigada por Dictador Rafael Trujillo en la frontera con República Dominicana, asesinando casi 30.000 haitianos. Existe el caso de los dictadores Papa Doc y su hijo Jean-Claude, ‘Baby Doc’ que asesinaron alrededor de 60.000 mil personas protegiéndose de los golpes militares y las revueltas populares a través de la organización de grupos paramilitares. También está Jean-Bertrand Aristide que conformó una alianza estratégica con bandas criminales urbanas para defender su presidencia de cualquier golpe de poder. Esto trajo la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), a la cual se les atribuye abusos sexuales desde 2004 hasta 2017 a más de 2.000 mujeres en Haití, muchas de ellas menores.
El constante desequilibrio en el país ha generado una alta tasa de inmigrantes haitianos en el mundo. Para 2019 la ONU estimaba que había alrededor de 1.585.681 emigrantes haitianos, lo que supone un 14,08% de la población del país. De los cuales en su mayoría se dirigen a Estados Unidos, donde van el 46,48%, seguido de lejos por República Dominicana, el 30,97% y luego Canadá, el 6,28%. A pesar de la constante participación de EE. UU para incorporar a los inmigrantes humanitarios a su país, recientemente han iniciado las negociaciones con países de Sudamérica para reubicar allí a algunos haitianos si vuelve a existir una ola de migrantes que llegan a su frontera.
Tras el asesinato del presidente Moïse, la creación de un gobierno interino y provisional entró en función. Encabezado por Ariel Henry, las elecciones han sido aplazadas hasta que se pueda garantizar un arbitrio libre y justo. Angelo alega que para que esto suceda es necesario la colaboración de la organización multilateral a nivel regional e internacional. La OEA pudiese ocupar un rol de observador en el proceso electoral para asegurarse del debido proceso.
La ONU debería integrar nuevos programas de estabilización nacional como han hecho en el pasado, creando programas de participación conjunto a la Policía Nacional Haitiana, jueces y fiscales, con la finalidad de evitar la corrupción institucional. Además de esto, la intervención del Programa Mundial de Alimentos para mejorar la seguridad alimentaria en la isla. El veto de China en la intervenciones de la ONU es algo recurrente, más aún con países que reconocen la plena soberanía de Taiwán (como lo hace Haiti). Es por esto que el gobierno americano tiene un papel crucial al asegurar la efectiva intervención de estas actividades multilaterales
Aun así, Angelo recalca la importancia de no categorizar Haití como un país sin expectativas, sino más bien con mucha esperanza, y para esto se necesitan varios cambios. A pesar de ser el país más pobre de América, y estar sumida en una crisis política, socioeconómica y de seguridad, Haití tiene un gran potencial. Su diversidad étnica, potencial turístico y extensa cultura la convierten en un país con muchas oportunidades. Hay que generar mejoras en la prestación de servicios básicos de educación y salud, solucionar las brechas geográficas y de ingresos, generando mayor acceso a educación de calidad. Existe la necesidad de crear una infraestructura con mayor capacidad de respuesta a los desastres naturales. De igual manera, hay que apoyar la iniciativas para la transparencia y la rendición de cuentas para crear un gobierno seguro.
Haití, como muchos países del mundo, sufren de una grave pero no permanente situación. Desde el inicio de la pandemia COVID 19, la comunidad internacional ha estado sumergida tanto en sus propios problemas sanitarios, que han ignorado el deber moral y ayuda a construir un mundo más justo y sostenible. La gobernanza democrática, la participación ciudadana, los derechos humanos, la seguridad alimentaria y el crecimiento económico inclusivo, son derechos que todo Estado debe y puede tener si se obra correctamente. Es por esto que no podemos perder la perspectiva de ver a Haití como un hermano con potencial de fuerza, capacidad y competencia en el mundo.
PhD Dr. Paul Angelo