Hemos dicho muchas veces que vivimos en una época de cambios revolucionarios. Sin duda, la internet sigue cambiando el mundo a nuestro alrededor de maneras sorprendentes, pero sería prematuro concluir cuál de los cambios que impulsa realmente importa.
Gracias a la internet, la información se mueve a nuestro alrededor a la velocidad de la luz y se reproduce -o más bien se clona y duplica- infinitamente, para estar al alcance de cualquiera con una conexión.
No es casual que hoy se precie el valor de un mensaje, audiovisual o por escrito, por su viralidad. Para bien o para mal, la información digital es la cosa más contagiosa en el planeta.
Pero la historia de la información es también la historia de la desinformación. Así nos lo recuerda Charles Seife, un profesor de periodismo en la Universidad de Nueva York, en su reciente libro “Virtual Unreality”. En “Irrealidad Virtual”, Seife nos acaba de regalar con un sorprendente recuento de cómo de manera constante y prácticamente impune somos engañados online todos los días.
La capacidad para crear una realidad paralela o alternativa ya no es el privilegio exclusivo de Corea del Norte o de Cuba. Si antes se requería el poder de un estado totalitario para lograr atrapar a poblaciones enteras en un mundo ilusorio, ahora esa es una posibilidad al alcance de cualquiera que sepa manejar photoshop o un simple editor de video digital, abrirse una página de Facebook, una cuenta de Twitter y un blog en wordpress.
De acuerdo con un estimado citado por Seife, alrededor de un tercio de las reseñas que se publican en la red son falsas. Y suele ocurrir que ciertos rumores, disfrazados como reseñas, pero sobre todo imágenes falsas terminan apareciendo como verdaderas en lugares de noticias y los medios sociales… E incluso ganan premios.
En la práctica, el ideal democrático de Wikipedia, en el cual todos somos editores, es una forma de anarquía. Pues ha hecho cada vez más difícil separar los hechos de la ficción. Por ellos es que estamos a las puertas de una hambruna informativa aún en la era de la abundancia de la internet.
Una divertida ilustración de esto es el caso de Beto (o Bert), el amarillento personaje de los Muppet.
En el año 2001 empezó a juntarse con malas influencias en la red y al cabo de poco tiempo, comenzó a mostrarse con nuevos amigos en las calles. En protestas antiestadounidenses en el Medio Oriente Bert aparecía junto a Osama bin Laden en las pancartas que agitaban algunos manifestantes.
El origen de esto fue un meme. Un chiste propagado desde un sitio web que proclamaba que “Beto es el mal” (Bert is Evil) mostrándolo con imágenes montadas junto algunos de los seres más despreciables. Las imágenes se propagaron a tal velocidad y llegaron tan lejos que hasta una imprenta que distribuía imágenes de bin Laden para la venta entre sus admiradores, reprodujo los montajes que encontraba libremente en la web. Así, Beto terminó siendo un símbolo accidental de la yihad islámica.
También está el caso de Amina Arraf, una bloguera Sirio-Americana que escribía sobre su vida desde la desventajosa posición de ser joven, mujer y gay en Damasco. Después de que aparecieran noticias de su secuestro y desaparición, una serie de páginas y sitios web pidiendo su liberación aparecieron por todas partes. “Liberen a Amina” fue viral y hasta se imprimieron camisetas y algunos gobernantes recibieron peticiones para que abogaran por su seguridad. Pero el problema es que Amina nunca existió. En realidad fue la creación de Tom MacMaster, un estudiante estadounidense en la Universidad de Edimburgo, en el Reino Unido. MacMaster creo Amina para dar peso testimonial a sus reflexiones sobre la política del Medio Oriente.
Esto subraya el problema que causa la identidad en internet. ¿Quiénes somos online? ¿La persona que decimos ser o la que está escribiendo el post?
Si todas las opiniones tienen la misma validez ¿Quién es la autoridad y referencia de la verdad?
Así la innovación del internet social, semillero de la libertad universal y al alcance de todos, se convierte en la más grande incubadora de la historia de leyendas urbanas, en el paraíso de los mitómanos, pero también en el refugio de la difamación y de chantajistas impenitentes.
Lejos de saciarnos, esta revolución de la abundancia informativa está a punto de provocar la primera hambruna realmente global de información. La próxima innovación será la que nos enseñe a navegar de modo confiable entre la verdad y la mentira. A distinguir la leyenda de la realidad virtual. A comprender que no porque esté en la internet es cierto.
ROGER SANTODOMINGO | @CodigoRoger