El Hay Festival de este año en Cartagena de Indias tuvo como uno de sus ejes la reflexión sobre la crisis de la democracia. El venezolano Leopoldo Martínez, fundador de IQ Latino, abogado, ex congresista venezolano y miembro de la dirección nacional del Partido Demócrata en Estados Unidos ; el peruano Alberto Vergara, politólogo, profesor de la Universidad del Pacífico de Lima; y el español Guillermo Altares, periodista y editorialista de El País y escritor reflexionaron sobre los posibles orígenes de estas crisis de las democracias en Estados Unidos, América Latina y Europa, hablaron de los nuevos populismos que han resultado de ella. Moderó Andrea Bernal, directora de Zoom a la Noticia de NTN 24.
La crisis
Para Leopoldo Martínez, la crisis democrática de Estados Unidos comenzaba a notarse antes de la llegada de Donald Trump debido a cuatro factores: la “presencia obscena del dinero en la política”, por esa sentencia de la Corte Suprema de Justicia sobre Citizens United que permitió que el dinero corporativo y de otros orígenes prácticamente “secuestrara” buena parte de la política para causas e intereses corporativos, religiosos, económicos; la supresión de electores en la medida en que el país se hace más diverso en términos raciales y culturales, con inmigrantes de todos los orígenes adquiriendo más voz e importancia política y económica: en estados donde esa población genera peso, dice Martínez, se perjudica a la gente con menos recursos para que no puedan votar; la “ansiedad social” que genera en sectores conservadores el avance de los derechos humanos a partir de la conquista de la igualdad en el matrimonio; y la crisis de las instituciones judiciales en Estados Unidos, que en la actualidad tienen más rechazo de la opinión pública, debido a “politización del debate y la designación de jueces”: en el tiempo que lleva Trump en el gobierno se han nombrado 150 jueces federales, dice.
Alberto Vergara puso el foco en América Latina. Dice que si se mira a la región en su conjunto y se la compara con la que fue hace 40 años atrás, “más bien dirías que la cosa no está tan mal”, pues entonces en todos los países había dictaduras, a excepción de Colombia, Costa Rica y Venezuela. “Pero desde un punto de vista liberal republicano, si el punto de análisis no son los países sino los individuos, yo francamente no pensé que en América Latina íbamos a dispararle otra vez a la gente en las calles. Pensé que secuestrar, desaparecer, exiliar asesinar impunemente había pasado y lamentablemente es lo que ocurre hoy en Venezuela y Nicaragua sobre todo, que son los casos más graves”. Por eso considera que los mecanismos regionales de defensa de las instituciones democráticas en América Latina “han fracasado rotundamente en atajar el autoritarismo y las dictaduras, y en los últimos 15 años se favorecieron estas formas bajo la idea de la soberanía nacional y no meternos en los países”.
Guillermo Altares habló de la Europa tocada por el resurgimiento de la ultraderecha, con más fuerza en Francia, y el cierto estremecimiento de la Unión Europea con el Brexit o la falta de libertades en países como Hungría y Polonia. Su visión es optimista. Dijo que mientras es cierto que “uno de cada cinco” franceses votan convencidos al partido de Marie Lepen, “también cuatro de cada cinco franceses recalcitrantemente se han negado a ceder en lo más mínimo su democracia”.
Agregó que la crisis de los refugiados en Europa, provenientes sobre todo de Siria, acentúo el ascenso de la ultraderecha en Alemania, Suecia y Dinamarca, pero que en contrapartida hubo también una gran acogida a ellos. En Alemania, comenta, un inmensa cantidad de voluntarios se volcó a ayudar a los refugiados para guiarlos en su llegada y adaptación al país. Suecia acogió a millones de refugiados. “Si hay una prueba de que la democracia funciona es eso, cuando los propios ciudadanos se embarcan en la solidaridad inmediata y eficaz”.
Vergara insistió en distinguir lo que ocurre en América Latina de lo que pasa en Estados Unidos y Europa. En los dos últimos, aprecia, hay “una crisis de civilización más que simplemente la crisis de un régimen político. Una cuestión existencial”.
La postverdad
Andrea Bernal recordó que parece que ahora gana más el discurso que los datos y los hechos.
“Los hechos, la ciencia y la razón están en segundo plano en la conversación política”, respondió Leopoldo Martínez. Elaboró su reflexión sobre lo que llama “la mentira deseada y la postverdad”. “El fenómeno de las redes sociales tiene un impacto en la preferencia por el algoritmo. Construimos nosotros la información que deseamos consumir, que está muy asociada a nuestro sistema de creencias y no al deseo de obtener información para decidir mejor”. Eso, abundó, ha hecho que los medios de comunicación tiendan a competir con las redes sociales para alinearse con el algoritmo. Además, las redes sociales tienden a polarizar a la sociedad, “y lo importante es estar en los extremos”.
“Eso es mortal para la democracia, porque la democracia se ejecuta en el acuerdo político. Sin acuerdo político no sobrevive ninguna democracia”.
“La democratización de las redes sociales lo que ha hecho es darle un megáfono a todo el mundo”, sumó Alberto Vergara. A mucha gente que tenía “opiniones despreciables” pero solo las expresaba en sus entornos íntimos. “El fenómeno es así y, por lo tanto, es problemático”. Y recordó que la noticia más compartida en redes sociales durante la campaña electoral de Estados Unidos en 2016 fue una mentira: que el Papa apoyaba a Trump.
Optimismos y matices
Sin embargo, Alberto Vergara no considera que hoy vivamos en un mundo en el que “la mentira y las realidades paralelas han triunfado”. Lo argumentó diciendo que Trump perdió en el voto popular en las elecciones por una diferencia de casi 3 millones de votos, que Emmanuel Macron le gana a Marine LePen en las votaciones, que hay países en América Latina la vía electoral ha sacado a mandatarios que querían eternizarse en el poder.
Andrea Bernal citó al intelectual canadiense Steven Pinker, que ha escrito que el mundo está mejor que antes y no peor.
Guillermo Altares intervino: que sí, la esclavitud está “prácticamente abolida en el mundo”, ha subido la esperanza de vida. Y que las redes sociales “algo bueno tendrán si los países más dictatoriales del mundo [caso Irán, China] lo primero que hacen es cortarlas” y desconectar internet.
Leopoldo Martínez matizó. Dijo que sí, hay progreso en lo económico y social, pero hay luego otras amenazas que esos avances conllevan: el cambio climático y la sustentabilidad social. “Esta apariencia de progreso y bienestar tiene sobre sí una amenaza existencial. La sustentabilidad de todo lo que estamos viviendo depende de que podamos conciliar el crecimiento económico con los impactos ambientales con la sustentabilidad”.
Hay desplazados por el clima. Hay desplazados por la gentrificación en las grandes ciudades. Hay desempleados por el impacto de la tecnología y la robótica en las industrias
“Hay que recordar que las cosas no son siempre como parecen”, continuó Martínez. “Por eso la paradoja es figura interesante para abordar esto. ¿Cómo hacemos para, mientras vemos esos progresos positivos, no perder de vista la deuda social que eso va dejando? Si la democracia a través de consensos no responde a esos problemas, los populistas van a tomar partido de ello y construir una narrativa para movilizar a la gente”.
Los populismos
Los populismos, de derecha y de izquierda, entraron entonces en la discusión del panel. Los primeros, dijo Martínez, responden a las crisis migratorias y discursos xenófobos y racistas; los segundos, “al tema de la utopía por desigualdades”.
Y en contrapartida, agregó, están las democracias “dominadas por élites” que en sus gobiernos toman medidas que los alejan de la gente que los eligió.
“No hay que confundir la legitimidad de las demandas del votante al populismo con las arbitrariedades del líder populista”, apuntó Alberto Vergara. “No me refiero al votante mas radical, pero sí creo que mucha gente que votó por Trump que votó por Obama dos veces. No se convirtieron en racistas de la noche a la mañana. Así ha ocurrido en varios sitios del mundo. Descubrieron que la marcha incesante e inevitable hacia ese progreso no era tal”.
¿Subestimamos estas crisis?, preguntó Bernal.
“El populismo es algo gelatinoso, es difícil darle forma”, respondió Leopoldo Martínez. Recuerda que cuando Trump comenzó a arrasar en las primarias republicanas, se le veía como un populista, pero Barack Obama decía que era un demagogo, un bigot (fanático). “ ‘Yo soy el populista’, decía Obama. Para Inglaterra, [George] Washington era un populista. Luther King puede haber sido considerado populista”.
Martínez afirmó entonces que existe un “populismo benigno”.
¿Eso existe?, preguntó la moderadora.
“Sí, porque tiene el deseo popular como aspiración”, respondió Leopoldo Martínez. “Si Bolívar no hubiese convertido la causa de la independencia con la vehemencia con la que la llevó adelante, no habría habido independencia, un proyecto populista para los propios venezolanos de la misma clase social que él”.
Guillermo Altares coincidió con Martínez y resaltó, además, el poder que puede tener el carisma. “El ejemplo más obvio es el de Mandela. ¿Se habría podido hacer la transición democrática en Suráfrica sin alguien como Mandela? No lo sabemos. Sí que creo en un cierto populismo benigno. A veces las masas tiene razón”.
¿Qué pasa cuando quieren cambiar las instituciones y quedarse?, preguntó Andrea Bernal.
“Cuando cambias instituciones llega el autoritarismo”, intervino Leopoldo Martínez.
Alberto Vergara reflexionó, como conclusión, sobre el origen de los populismos cuando se habla de la democracia “en su sentido real”. Dijo que durante los últimos 30 años la preocupación de las democracias representativas liberales fue verificar el funcionamiento eficiente de los poderes y que no se violentaran derechos individuales, pero dejó de lado las políticas públicas que no se reflejaron en lo que el voto popular indicó.
“En algún sentido, la reacción del populismo es decir ante regímenes que eran muy liberales, ‘ahora vamos a tener democracias que lo menos frente a un régimen que era muy liberal pero poco democrático ‘(…) Pensar en términos del populismo que carga inherentemente con esta importancia del estilo, del caudillo, simplifica aquello que es complejo. El populismo es simple; la democracia es compleja. La democracia significa funcionamiento, hacer arreglos, negociaciones. El populismo significa el señor lo arregla y yo me retiro en mi casa. Por eso hablo de la recuperación de la democracia, de la voluntad ciudadana, genuina, autónoma soberana a través de sus representantes. No me parece que eso se solucione con una posición en la que tú le delegas al líder iluminado las políticas públicas”.