Para los indígenas panameños, el bosque donde habitan no es solo su hábitat, sino un entorno espiritual y uno de los modos en que se relacionan con la naturaleza y con sus ancestros. El ambiente forestal guarda parte de su esencia y de su identidad.
Los indígenas panameños gestionan la riqueza boscosa mediante empresas forestales comunitarias (EFC). Pero tienen dificultades para establecerlas, lo que perjudica la salud de sus áreas boscosas y el bienestar de sus guardianes, los habitantes originarios.
De los 3,8 millones de habitantes del país centroamericano, 417.000 son indígenas, que ocupan 16.634 kilómetros cuadrados, equivalentes a 20% del territorio nacional.
Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM), elaboró un mapa con el apoyo de agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el que determina que 61,9% de la superficie panameña, 46.800 kilómetros cuadrados, cuenta con cobertura boscosa.
Pero cada año, de acuerdo con la propia ANAM, hay una preocupante pérdida de 200 kilómetros cuadrados, en un país con 104 áreas protegidas que abarcan 35% de los 75.517 kilómetros cuadrados del territorio.
Cándido Mezúa, presidente de la Coordinadora Nacional de los Pueblos Indígenas de Panamá (Coonapip), y cacique general de la Comarca Emberá-Wounaan, en la frontera con Colombia, afirma que las EFC ayudan a mantener los bosques a largo plazo, con sistemas de rotación que permiten conocer su valor y el de su madera en la zona de manejo.
Pero “quienes se llevan los beneficios son las grandes industrias. Las comarcas no son sujetos de crédito y no pueden poner en garantía las tierras, dependen de la cooperación”, se queja Mezúa.
Actualmente operan solo cinco EFC, cuya actividad principal es el procesamiento de madera.
Fuente: Artículo originalmente publicado por la agencia IPS | @IQLatino
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