La consultora McKinsey, en un informe reciente sobre las necesidades mundiales de alimentación, alerta que las mejoras tecnológicas en agricultura han facilitado en los últimos años la cobertura de abastecimiento, pero en el futuro no serán suficientes, y será necesario invertir y desarrollar elementos de disrupción. McKinsey estima que si se mantiene la tendencia actual, en 2050 la demanda calórica se incrementará en un 70% y la demanda de cosecha para el consumo humano y animal duplicará. Frente a estos cambios, la realidad es que en 2030, si no hay innovación disruptiva en la industria agroalimentaria, no podrá atenderse la demanda del 40% de agua y el 20% de la tierra arable se habrá degradado. La inversión global en el sector se ha triplicado desde 2004, hasta alcanzar los 100.000 millones de dólares en 2013, y las tasas de retorno han demostrado que estaba justificado: la industria agroalimentaria ha ofrecido rentabilidades medias del 17%, frente al 13% de la energía o el 10% de las TIC.
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