Las ciudades son grandes espacios urbanos caracterizados por la presencia de servicios, transporte y densidad poblacional relativamente alta (en comparación con aquellas zonas consideradas rurales). Desde el comienzo de la humanidad organizada, el hombre vio la necesidad de buscar a sus semejantes, mejorar su calidad de vida, y buscó la manera de mantener a sus alrededores aquellos servicios y bienes que no podría haber obtenido por sí mismo, constituyendo poco a poco lo que hoy día consideramos como economías de aglomeración.
Las ciudades contemporáneas siguen existiendo bajo las mismas necesidades, aunado a ello, la figura del ciudadano aparece mostrándose como aquella persona considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometidos a las leyes del mismo (para el Diccionario de la Real Academia Española). Pero son las consecuencias que las necesidades históricas han traído a las ciudades lo que dificulta su sustentabilidad. Se entiende por sustentabilidad, un modelo de desarrollo que busca en sus acciones ligadas a la economía, el medio ambiente y lo social, que no se perjudiquen las generaciones futuras, con ello, los espacios y los recursos (que para la definición de economía, cada vez son más escasos).
En este orden de ideas, debería establecerse una relación entre la planificación de las ciudades y el ciudadano, que creo, encuentra su punto de encuentro en el espacio público. Desde la Grecia de Aristóteles y Platón, la polis (el primer concepto cercano a espacio público) sería el lugar donde se desarrolla la práctica social, lo que nos hace suponer que la vida del hombre se da a través de acciones e interacciones, las cuestiones de Estado son la preocupación para un orden y gobernabilidad. Ahora, si llevamos este plano a la realidad, me pregunto:
¿Existe suficiente espacio público para ser partícipes de lo público? ¿Existe suficiente espacio para la convergencia de las ideas del hombre? ¿Para apropiarse de ellos y hacer ciudadanía?
Me temo responderme que hasta los griegos osarían de burlarse de nuestras capacidades para la discusión en lo público, entendiendo además que no incorporamos la creación de estos espacios en las políticas urbanas.
En la última década, los cambios en las políticas urbanas en los países en desarrollo han sido fuertemente influenciados por el predominio de la liberalización de los mercados emergentes y por los programas de ajuste estructural. En el sector al que se adjudica la vivienda urbana, la característica principal del cambio ha sido una reducción de la capacidad de intervención de las autoridades gubernamentales. Como resultado, los programas principales para el desarrollo y mantenimiento de terrenos urbanos han sido llamados en cuestión, debido a la fuerte tasa de incremento en el precio de la tierra (superior a la tasa de inflación) (como lo explica Jones en 1994) y el desarrollo, la diversificación y aumento de la comercialización de sistemas irregulares de tierra y producción de vivienda.
En lo particular considero que, hoy día, la planificación urbana en el ámbito público debe alinearse en función a frenar la expansión anárquica de las ciudades, buscando proteger además del medio ambiente, los servicios de carácter metropolitano, aumentando así la densidad de la ciudad (para efectos de disminuir la dispersión urbana). Estas observaciones, pese a contener materia a beneficio de la infraestructura, no gira más que en torno al beneficio de la colectividad, principalmente, en la construcción de ciudadanía en los sectores más humildes. Venezuela es reconocida mundialmente por el crecimiento y la formación de sus asentamientos irregulares en las periferias debido a la expansión de sus ciudades, el alto costo del suelo y el crecimiento poblacional descontrolado. Las consecuencias de esta realidad comienzan por el incremento de la dispersión urbana e insostenibilidad ambiental y social, lo que se traduce en una vida sin equidad debido a la falta de servicios y condiciones óptimas que por menoscabo de la planificación dentro de las políticas públicas “incluyentes” no generan más que exclusión social. La población que vive en asentamientos informales al nivel nacional supera el 30%, sólo en la Zona Protectora de Maracaibo habitan 585.783 personas, que corresponde a un 40,13% de la población total del Municipio (según cifras oficiales del INE arrojadas en el informe sobre los resultados del XIV Censo Nacional de Población y Vivienda. Entidad Federal y Municipio del Estado Zulia de Julio de 2013).
Es inaceptable que parte de la población no reciba de manera eficiente y efectiva los servicios necesarios para mejorar su calidad de vida debido a su posición espacial (como lo son la electricidad, sistema de acueductos, agua potable, vialidad, rutas suficientes de transporte público, servicios médicos, educativos, espacios recreacionales, acceso al trabajo, infraestructura…). Si entendemos como Teresa Montagut que la pobreza genera aislamiento, exclusión social, ausencia de ciudadanía, desigualdad y por consecuente el crecimiento exacerbado de los problemas sociales y entendiendo además que la mayoría de la población habitando en asentamientos irregulares vive en pobreza relativa y extrema, podríamos entonces señalar la necesidad no de reubicar a quienes habitan en estos, sino más bien, de promover políticas urbanas incluyentes que superen las diferencias sociales y resulten un efecto positivo para la transformación de las periferias ya establecidas al nivel nacional.
¿Cómo saber si intervenir un espacio funciona? Es sencillo, los ejemplos en el mundo lo responden: Las intervenciones de las distintas entidades en el ámbito internacional corresponden a su naturaleza, misión y presupuestos, es decir, están contempladas entre sus acciones permanentes. Las obras son técnicamente perdurables y de fácil mantenimiento, corresponden a estándares adecuados al estrato en que se localizan, a las restricciones geotécnicas de los terrenos y a los recursos de reposición previstos por las entidades ejecutoras. Los subsidios son invertidos en familias muy pobres, reducen el sufrimiento de aquellas localizadas en zonas de riesgo, y las acerca al desarrollo urbano, esto quiere decir que son subsidios muy racionalizados y plenamente justificados. La gente cada vez tiene más claro conocimiento del mejoramiento del espacio urbano, participa activamente de él y se lo apropia.
Hoy día, las entidades gubernamentales, no gubernamentales y particulares reconocen que están comprometidas y tienen un conocimiento actualizado de las zonas intervenidas (al nivel mundial). El espacio público y el equipamiento comunitario son obras multifuncionales, es decir, satisfacen diversas necesidades de los habitantes de manera simultánea y en consecuencia son apreciadas por la comunidad. El proceso de intervención ha promovido y capacitado a la comunidad y sus estructuras sociales en la contratación, el desarrollo zonal, los procedimientos legales y administrativos, la estructura y el funcionamiento.
Además de incluir al excluido, las intervenciones urbanas pretenden llevarnos a lo más puro de la teoría política: La discusiones de ciudadanos en la polis. Los romanos y griegos tenían grandes espacios públicos de deliberación, y son las intervenciones participativas actuales las que generan esos espacios, que están acordes a la realidad propia de las comunidades. Mientras no se construyan espacio público, la ciudadanía no se pone en contacto; las comunidades por muy carentes que sean, no se comunican. Mientras no haya contacto, no habrá organización; las comunidades no podrán deliberar mancomunadamente en función a un futuro lleno de mejor calidad de vida. Mientras no haya organización, no hay participación; más bien hay exclusión, pues no incorporamos estas comunidades al sistema de planificación. Y por último lugar, mientras no haya participación, no somos ciudadanos, ¿Y qué son estas comunidades? ¿Objetos?
Hace dos meses, la señora María del Barrio las Trinitarias de la Ciudad de Maracaibo, madre de 4 hijos, residente de la comunidad desde hace 20 años me dijo: “Hija por favor, acá ha venido Gobernación, Ministerio y Alcaldía, nunca hacen nada; prometen y no cumplen, nos dejan sin esperanzas. Así que te pido de todo corazón, que esto no se quede en palabrerías”. Mi experiencia en la materia de Intervenciones Urbanas Participativas me ha cambiado como individuo, pues, me ha demostrado, que no soy quien para juzgar a los ciudadanos que devienen de las comunidades de asentamientos informales, más bien, soy quien exige políticas públicas que solucionen los problemas más urgentes de quienes no reciben las comodidades que yo, pero sobre todas las cosas, quienes no reciben la atención de quien se debe a ellos, el Estado.
Ivanna Mía Márquez, especial para IQLatino