Latin IQ.- Durante las últimas décadas, James Nachtwey se ha dedicado con devoción a documentar con su lente guerras, conflictos y crisis sociales. Ha trabajado en El Salvador, Nicaragua, Guatemala, el Líbano, Gaza, Israel, Indonesia, Tailandia, India, Sri Lanka, Afganistan, Filipinas, Corea del Sur, Somalia, Sudán, Ruanda, SurAfrica, Rusia, Bosnia, Kosovo, Rumania, Brasil y Estados Unidos.
Nachtwey, quien trabaja como fotógrafo para Time dede 1984, cuando quiere cubrir ciertas historias que no son del interés de ese medio — entre ellas los orfanatos rumanos y la hambruna en Somalia — simplemente autofinancia sus viajes.
Al ponerse en el medio del conflicto, su intención es registrar la verdad, documentar los problemas de la humanidad y hacer un llamado de conciencia sobre ellos.
En esta entrevista para Latin IQ el ganador del World Press Photo en 1993 habla sobre su trabajo y su filosofía.
LIQ=¿Por qué la fotografía?
JN =Era estudiante en los ’60, época de cuestionamiento y agitación social y, a nivel personal, de un sentido naciente de idealismo. La Guerra de Vietnam estaba en su apogeo, el Movimiento de Derechos Civiles crecía, y las fotografías tuvieron una gran influencia en mí. Nuestros líderes políticos y militares nos decían una cosa, y los fotógrafos nos decían otra. Yo le creí a los fotógrafos, al igual que millones de estadounidenses. Sus imágenes alimentaron la resistencia a la guerra y al racismo. No solo registraron la historia, sino que ayudaron a cambiar su curso. Sus fotografías se integraron a nuestra memoria colectiva y, al convertirse en un sentimiento compartido de la conciencia, el cambio no sólo se hizo posible, sino inevitable.
Comprendí que el flujo libre de información que representaba el periodismo, particularmente el periodismo gráfico, puede hacer más evidentes tanto los beneficios como los costos de las políticas. Puede dar crédito a ciertas decisiones, ganando apoyo hasta alcanzar el éxito frente al criterio político pobre o la pasividad política, se transforma en una intervención, dando cuenta del daño y pidiéndonos que evaluemos nuevamente nuestro comportamiento.Le da un rostro humano a problemas que de lejos pueden parecer abstractos o ideológicos o monumentales en su impacto global. Lo que sucede allá abajo, lejos de los pasillos del poder, le sucede a ciudadanos comunes, uno por uno.
LIQ= ¿Cuál sería el principal hallazgo de su trabajo como fotógrafo documental?
JN = Comprendí que la fotografía documental tiene la capacidad de interpretar los eventos desde su punto de vista. Le da una voz a aquellos que de otro modo no la tendrían. Y, como consecuencia, estimula a la opinión pública y le da ímpetu al debate público,evitando así que las partes interesadas controlen la agenda por completo, por mucho que lo deseen. Llegar a la madurez en esa época hizo real la idea de que el flujo libre de información es completamente vital para que una sociedad libre y dinámica funcione adecuadamente. La prensa es sin duda un negocio, y para sobrevivir debe ser un negocio exitoso, pero se debe encontrar el balance correcto entre consideraciones de mercadeo y responsabilidad periodística.
Los problemas de la sociedad no se pueden resolver hasta que sean identificados. A un nivel más alto, la prensa es una industria de servicios, y el servicio que ofrece es la conciencia. No toda historia debe vender algo. También hay ocasiones para dar. Esa era la tradición que quería seguir. Viendo que la guerra creaba tantos riesgos para aquellos involucrados y que el periodismo gráfico podía ser un factor en la resolución de conflictos,quise ser una fotógrafo para después ser un fotógrafo de guerra. Pero me guiaba la idea inherente de que una imagen que revelara el verdadero rostro de la guerra sería, casi por definición, una fotografía contra la guerra.
LIQ= ¿Qué vio en Latinoamérica?
JN= A comienzos de la década de 1980, pasé mucho tiempo en América Central, envuelta entonces en guerras civiles que hacían borrosa la división ideológica de la Guerra Fría.
En Guatemala, el gobierno central — controlado por una oligarquía de descendientes de europeos– estaba emprendiendo una Campaña de Tierra Arrasada contra una rebelión indígena, y vi una imagen que reflejaba la historia de América Latina: la conquista mediante una combinación de la Biblia y la espada. Un guerrillero anti-sandinista fue herido de muerte mientras el Comandante Cero atacaba un pueblo del sur de Nicaragua. Un tanque destruido de la guardia nacional de Somoza fue dejado como monumento en un parque de Managua, y fue transformado por la energía y el espíritu de un niño. Al mismo tiempo, una guerra civil tenía lugar en El Salvador, y, nuevamente, la población civil se vio envuelta en el conflicto.
LIQ= ¿Se hace una idea de la repercusión que puede hacer tenido su trabajo?
JN= Sería imposible de calcular. Pero siempre sucede con el trabajo de la prensa en general. Por supuesto, me gustaría que mi trabajo tuviera un impacto en la opinión pública, cualquiera que fuese el tema que tratara. Pero es imposible saber en qué medida mi trabajo afecta a la gente. Se podía decir que tengo una especie de creencia metafísica en el efecto de los medios de comunicación de masas. Estoy seguro de que la gente responde a esos estímulos. Creo que la prensa en general (y no sólo me refiero a la fotografía) contribuyó a la mejora de las condiciones en Somalia, sobre todo en el envío de ayuda. Lo malo fue que cuando llegó esta ayuda, la catástrofe ya era irremediable. Me hubiera gustado ir antes pero otros compromisos no me lo permitieron.
Mis imágenes pueden apoyar el trabajo de las ONGs esclareciendo los problemas sociales críticos con los que lidian. Fui al Congo con MSF, y contribuí con un libro y una exhibición que enfocaba la atención en una guerra olvidada en la que millones de personas han muerto, y la exposición a una enfermedad sin tratamiento se usa como arma. Se mide a un niño malnutrido como parte del programa de alimento suplementario.
LIQ= ¿Y lo más difícil?
JN= La situación en Somalia. En Somalia, el gobierno central colapsó y estalló una guerra entre clanes. Los granjeros fueron expulsados de sus tierras, y se destruyeron o robaron cosechas y ganado. La hambruna se usaba como un arma de destrucción masiva — primitiva, pero extremadamente efectiva.Cientos de miles de personas fueron exterminadas, lenta y dolorosamente. La comunidad internacional respondió con ayuda humanitaria masiva, y cientos de miles de vidas más fueron salvadas. Las tropas estadounidenses fueron enviadas para proteger los envíos de suministros, pero terminaron siendo arrastrados al conflicto, y después de la trágica batalla de Mogadishu, fueron retirados. En el sur de Sudán, otra guerra civil fue ocasión de un uso similar del hambre como instrumento para el genocidio.
Nuevamente, ONGs internacionales, unidas bajo el amparo de la ONU, protagonizaron una operación de ayuda masiva y miles de vidas fueron salvadas. Soy un testigo, y quiero que mi testimonio sea honesto y sin censura. También quiero que sea poderoso y elocuente, y quiero hacerle tanta justicia como sea posible a la experiencia de las personas que fotografío. ¿Cómo podría cualquiera en el resto del mundo siquiera pensar en perder la esperanza?
LIQ=¿Cuál considera que ha sido la evolución de su trabajo?
JN= Mi trabajo ha pasado de tratar principalmente sobre guerra a incluir también una mirada sobre problemas sociales críticos. Después de la caída de Ceausescu, viajé a Rumania y descubrí una especie de gulag para niños, donde miles de huérfanos eran mantenidos en condiciones medievales. Ceausescu había impuesto una cuota sobre la cantidad de niños que cada familia debía producir, convirtiendo al cuerpo de la mujer en un instrumento de política económica de estado. Los niños que no podían ser mantenidos por sus familias eran criados en orfanatos gubernamentales. Los niños con defectos congénitos eran clasificados como incurables, y se los confinaba de por vida a condiciones inhumanas. A medida que las denuncias comenzaban a aparecer, nuevamente llegaba ayuda internacional.
LIQ= ¿Qué aprendizaje le ha dejado su carrera tras el lente?
JN= Una de las cosas que tuve que aprender como periodista fue qué hacer con mi ira. Debía usarla, canalizar su energía, transformarla en algo que pudiera aclarar mi visión, en vez de opacarla.
El 11S No vi a ninguno de los aviones estrellarse. Cuando miré por mi ventana, vi que la primera torre estaba en llamas, y pensé que podría haber sido un accidente. Cuando miré de nuevo un par de minutos después y vi quemarse la segunda torre, supe que estábamos en guerra.En medio de los escombros en la Zona Cero, me di cuenta de algo. Había estado fotografiando en el mundo islámico desde 1981 — no solo en Medio Oriente, sino también en África, Asia y Europa. Cuando fotografiaba en estos lugares distintos, creía que estaba cubriendo historias distintas. Pero en el 11 de Septiembre la historia cristalizó, y entendí que en realidad había estado cubriendo una sola historia por más de 20 años, y el ataque en Nueva York era su última manifestación.
Los fotógrafos llegan al extremo de la experiencia humana para mostrarle a las personas lo que está sucediendo. A veces ponen sus propias vidas en riesgo porque creen que tus opiniones y tu influencia importan. Dirigen sus fotos a tus mejores instintos, generosidad, la noción de lo bueno y lo malo, la habilidad y la voluntad de identificarse con los demás, la negativa a aceptar lo inaceptable. En el fondo de todo hay una sola verdad y es que una historia vital debe ser contada.