Latinoamérica se encuentra atravesando una gran crisis educativa, consecuencia ineludible de tener los cierres escolares más largos a causa de la pandemia. En promedio, la región perdió 160 días de clases y va detrás de Bangladesh, India, Pakistán y Filipinas. Como señaló un artículo reciente de The New York Times, si bien en este segundo año de pandemia muchos estudiantes de países ricos han vuelto a clases presenciales, 100 millones de niños en América Latina no corren la misma suerte y todavía están en aprendizaje a distancia total o parcial.
Los efectos de estas medidas son más que preocupantes. El Banco Mundial estima que es posible que millones de niños en América Latina ya hayan abandonado el sistema escolar. En México, por ejemplo, la agencia nacional de estadísticas informó que cerca de 1.8 millones de niños y jóvenes abandonaron su educación debido a la pandemia o a dificultades económicas. Por su parte, aproximadamente 90.000 estudiantes de primaria y secundaria de Ecuador han dejado sus estudios. Asimismo, Perú señaló que perdió 170.000. En Brasil, según UNICEF, más de 5 millones de alumnos no tuvieron acceso a la educación en esta pandemia. Para el caso de Guatemala, el Ministerio de Educación informó que durante el 2020 un total de 108 mil 791 estudiantes abandonaron la escuela.
En el caso de Argentina, hasta abril de 2021 se contabilizaron 322 días sin clases presenciales desde que comenzaron las restricciones dispuestas por el gobierno y junto con Salvador, Guatemala y Sudán del Sur, es uno de los países que más semanas ha mantenido sus escuelas cerradas (54 en total según un relevamiento de la UNESCO).
En el contexto Centroamericano, donde se enfoca la Red para la Lectoescritura Inicial de Centroamérica y el Caribe (RedLEI), esta pérdida de clases debe verse aún con mayor preocupación ya que, previo a la pandemia, la calidad de los aprendizajes era de las más bajas del mundo, la pérdida de clases es alta debido a los manifestaciones sindicales y la violencia, y el egreso a nivel secundaria y universitario era muy bajo.
A raíz de todo lo mencionado, las consecuencias que se esperan son realmente devastadoras, y más si se tiene en cuenta que la región en términos de aprendizaje ya era altamente desigual. Si observamos los datos del Banco Mundial sobre pobreza de aprendizaje y niños y niñas fuera de la escuela de países de Centroamérica, la alarma se enciende cada vez más. Guatemala por ejemplo posee un 67% de sus niños que se encuentran al final de la edad de primaria no puede leer de manera fluida y, al mismo tiempo, el 10% de los niños en edad escolar primaria no están matriculados en la escuela.
Por su parte, Honduras no posee una realidad muy diferente. El 75% de los niños hondureños que se encuentran al final de la edad primaria en la actualidad no poseen buena lectura y el 17% no están matriculados. Lo mismo sucede con El Salvador, donde el 55% de los niños que están finalizando la primaria tampoco pueden leer de manera fluida.
No cabe duda de que, en este escenario, los más perjudicados son los chicos en situación de vulnerabilidad. Mientras en el estrato socioeconómico más alto, la mayoría de los alumnos pudo seguir con sus clases a través de plataformas educativas, entre los chicos con menores recursos su ingreso a un aula virtual fue casi nulo. Pese a estos datos contundentes, el impacto del cierre tan prolongado en términos de aprendizajes, deserción escolar, pérdida de capital cultural y secuelas socioemocionales aún no se llega a dimensionar y se debe visualizar en el marco social: según datos de UNICEF, El Salvador, Guatemala y Honduras se encuentran entre los países más pobres del hemisferio occidental, con un 44%, un 68% y un 74% de niños y niñas que viven en la pobreza en cada país, respectivamente.
Quienes trabajamos en pos del desarrollo de nuestra región debemos ver en esta crisis una oportunidad para seguir haciéndolo, con mayor sentido de urgencia y con la educación dentro de la agenda y ocupando un lugar central. Es fundamental rescatar las lecciones aprendidas durante este tiempo, consolidando una escuela y directivos y docentes con mayor autonomía, un sistema educativo integrado con las nuevas tecnologías y un mayor foco en los estudiantes más vulnerables.