En un mundo urgentemente necesitado de liderazgo y creatividad, surgen grandes soluciones para grandes problemas del mundo, y en el campo ambiental ha llegado el momento no sólo de superar las limitaciones de la economía verde, que ofrece productos sostenibles pero no siempre procesos sostenibles y sistemas sostenibles. Un audaz planteamiento para alcanzar ese objetivo y lograr la sostenibilidad integral en un marco económico atractivo es lo que propone Gunter Pauli con “La Economía Azul” (libro traducido a 38 idiomas), una revolucionaria apuesta hacia el futuro, que si no se viera plasmada ya en proyectos industriales en distintas partes del mundo, le parecería a uno estar escuchando a un soñador que se hubiera anticipado un siglo a la época.
Se trata de pensar seriamente en cómo reducir las emisiones de gases, de modo que imitando los procesos de la naturaleza, se logren productos eficientes que sean comercializables a gran escala. Subido a los hombros de eminentes científicos y emprendedores actuales, Pauli resume en su libro 100 aplicaciones innovadores que podrían llevar en los próximos diez años a la creación de cien millones de empleos. Más atrevido no podía ser el desafío de este empresario, escritor y promotor de proyectos innovadores, uno de los líderes de la innovación y la creación en el mundo industrial relacionado con la puesta en práctica de modelos biosistémicos.
Para entenderlo mejor, pongamos ejemplos colombianos citados por Pauli: Las Gaviotas en Colombia, una muestra de biodiversidad altamente productiva en ocho mil hectáreas, que si se aplicara a seis millones de hectáreas circundantes, podría emplear hasta un millón de personas. O el caso de la pulpa de café convertida en proteína aprovechando la biomasa desechada por las plantaciones en productos que proporcionan seguridad alimentaria. Si se hiciera también en otros países cafeteros, podrían crearse cincuenta millones de puestos de trabajo. Y se aprovechara la electricidad bioquímica de las ballenas para crear soluciones médicas como el nanomarcasos de Reynolds, tendríamos otra de las aplicaciones disponibles.
El gran obstáculo para que “La Economía Azul” deje de ser una “búsqueda romántica y fascinante de soluciones ingeniosas que adopta cada especie, enriqueciendo espectacularmente la diversidad, a la persecución de un modelo económico que inspirase a los empresarios para situar a la humanidad en general y a su producción y consumo en particular en la vía de la sostenibilidad”, son los propios empresarios dominados por la lógica de los beneficios y de las inversiones sin riesgos.
O sea, hay que romper el esquema tradicional de los empresarios capitalistas para que descubren oportunidades de inversión, no tanto en la preservación, como lo hicieron con la economía verde o en la economía financiera, sino yendo más allá para beneficiarnos de los ecosistemas en permanente evolución y disfrutar de su abundancia. Para ello, en “vez de manipular la biología de la vida, inspirémonos en las distintas maneras en que la naturaleza hace uso de la física”. El primer cambio de paradigma que propone Pauli es dejar de producir y consumir cosas que en realidad no necesitamos y que generan desechos que nadie quiere, tóxicos para todos y pasar a resolver grandes necesidades colectivas con modelos nuevos de emprendimiento.
El desafío más importante que tiene la economía azul por delante es convencer a los incrédulos empresarios de que guiarse por los esquemas de la física y la naturaleza en sus métodos de selección y producción, no sólo lleva a innovaciones implementables y rentables, sino que se crean productos comercial y económicamente competitivos, procesos competitivos y modelos empresariales competitivos. Quien lea el libro de Pauli no podrá permanecer indiferente frente a una de las propuestas más audaces de los últimas décadas para contribuir a resolver la crisis económica mundial y apuntarle a un futuro economico verdaderamente sostenible.
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