El presidente electo Joe Biden ganó las elecciones recuperando los estados industriales del Medio Oeste (Pensilvania, Michigan y Wisconsin), y conquistando los bastiones republicanos de Arizona y Georgia, lo que le otorga 306 votos del colegio electoral. Además, se impuso en el voto popular con una ventaja de más de 7 millones de sufragios, al obtener la preferencia de más de 80 millones de estadounidenses que favorecieron su opción. De hecho, la administración Biden-Harris llega al poder con más votos que cualquier otra fórmula en la historia de Estados Unidos; y vale destacar que Biden gana Pensilvania, Michigan y Wisconsin con márgenes más sólidos que los obtenidos por Trump en 2016. Solo la ventaja obtenida por Biden en Wisconsin supera la suma de los votos de ventaja que obtuvo Trump en todo el llamado Medio Oeste.
A pesar de esta clara victoria -¿o quizá por eso?-, Trump ha persistido en una patética campaña de desinformación, al llevar ante la Corte un hatajo de casos inconsistentes y sin fundamento, que le han acarreado una seguidilla de más de 58 derrotas en las cortes estatales, federales y Suprema. Su último esfuerzo para socavar nuestra democracia fue la acción legal del Fiscal General de Texas (apegado a la campaña de Donald Trump y otros) contra Wisconsin, Michigan, Pensilvania y Georgia. Pretenden volver a litigar lo que ya habían intentado infructuosamente en los correspondientes fueros jurisdiccionales, recurriendo a la autoridad originaria de la Corte Suprema para conocer de controversias entre estados. Este intento fue rechazado tajantemente por el la Corte Suprema, como la advirtió el líder Republicano Jeb Bush en un tuit, como un intento muerto al nacer.
Cualquier estudioso del derecho sabe que la autoridad original de la Corte Suprema para las controversias entre estados no solo es discrecional, según el precedente actual, sino que, lo más importante, no es aplicable para apelar los resultados electorales de una elección presidencial. Un estado (o grupo de estados) no tiene legitimidad para anular los resultados electorales de otro grupo de estados, porque hayan votado de manera diferente y no les gustó el resultado del colegio electoral. Y mucho menos están facultados para cuestionar en la Corte Suprema lo que ya se ha adjudicado en los tribunales de cada uno de esos estados, así como a través de los tribunales federales, de acuerdo con la Cláusula Electoral de la Constitución. Un pronunciamiento distinto en el litigio incoado por Texas socavaría la esencia misma del federalismo estadounidense, por eso la Corte Suprema (con mayoría conservadora) lo rechazó contundentemente, destacando que los tres magistrados designados por Trump no dudaron en inadmitir tan descabellada pretensión.
La elección terminó (de hecho había concluido salvo en la fantasía mediática promovida por Trump con sus abogados) y la transición está en la senda de la proclamación de Biden como el 46º Presidente de los Estados Unidos. Trump no está más que armando una operación de recaudación de fondos para crear un cofre de guerra, a través de un Comité de Acción Política de liderazgo, en su intento de atacar la legitimidad del mandato de Biden.
Mientras tanto, las miradas están puestas sobre Georgia. Específicamente, sobre dos escaños en el Senado que podrían cambiar los escenarios políticos y el avance de la agenda Biden-Harris… y constituir un nuevo punto de partida que podría dejar atrás la era Trump y, con ello, restituir la decencia y las perspectivas para el trabajo conjunto en Washington.
Además del extraordinario trabajo liderado por la dirigente afroamericana Stacey Abrahams de Georgia, ha quedado de manifiesto que hay una enorme población latina en este estado, con cerca de un millón de hispanos en el área metropolitana de Atlanta, de los que un poco más de 200 mil son elegibles para votar. Cabe prever que la optimización de la participación en este contingente de electores será fundamental para cambiar el resultado de la segunda vuelta de los escaños del Senado de Georgia.
La reciente victoria de Deborah González, en su segunda vuelta para convertirse en la primera latina elegida como fiscal de distrito en Georgia, podría constituir un buen augurio de lo que puede suceder el 5 de enero con la eventual elección de los candidatos demócratas, John Ossoff y el reverendo Raphael Warnock, para representar al “estado del Melocotón” en el Senado de Estados Unidos. Y mientras esto sucede, la irresponsable conspiración de opereta de Trump, en su machacona cantaleta según la cual la elección fue manipulada, no está ayudando a los candidatos republicanos en Georgia.