Una gran esfera de Jesús Soto, la Sphére Lutetia (1996), se instaló sobre el estanque del museo Guggenheim de Bilbao desde principios de octubre. Varios Penetrables están dispuestos en varias de sus salas para atravesarlos.
La obra de Jesús Soto, el maestro venezolano del cinetismo –junto con Carlos Cruz Diez y Alejandro Otero–, uno de los referentes del arte latinoamericano, se expone por primera vez en este museo en una exposición individual.
La agencia EFE habla de Soto como “uno de los máximo exponentes del arte cinético que surgió en Europa en la segunda mitad del siglo XX”.
La exposición Soto. La cuarta dimensión abrió al público el 18 de octubre en el Guggenheim de Bilbao, al norte de España, con una retrospectiva de la obra de Soto que se muestra hasta el 9 de febrero de 2020. Tiene más de 60 piezas: esas esculturas interactivas que son los penetrables, además de obras murales y pinturas. “Permiten entender el papel fundamental de Soto en la evolución del arte cinético entre principios de los años 50 y finales de los 60, permitiendo apreciar el desarrollo de su práctica artística hasta la primera década del siglo XXI”, cita el periódico Deia al comisario de la exposición, Manuel Cirauqui, quien también es curador del museo.
De su serie Penetrables está el Penetrable blanco y amarillo (1968) está en el centro de la exposición, con 300 kilos de nailon. “Atravesar esta pieza puede llegar a producir una cierta sensación de mareo, una intensidad que se percibe en prácticamente todos los trabajos del creador venezolano, y que nada tiene que ver con su tamaño, pero sí con las estructuras, los diferentes planos y texturas, que logran efectos ópticos que activan los colores y agitan las formas”, escribe Maite Redondo en la nota de Deia.
Silvia Hernando escribe para El País que en Soto. La cuarta dimensión están representadas las grandes series de sus obras, que abarcan todos los periodos de su carrera. Están los Volúmenes Virtuales (piezas geométricas suspendidas en el aire), las Extensiones (obras que están en el suelo y que si se perciben en movimiento general “una especie de halo, una bruma”) y sus Progresiones (salen del techo y del suelo y no llegan a juntarse).
De su serie Penetrables, en la que Soto comenzó a trabajar en 1967, hay otra pieza de 1971 en la exposición, hecha de tubos de aluminio de diferentes alturas. Cuando se entra, la obra genera sonido. “Es una escultura vibratoria, que a la vez es un instrumento”, cita Redondo al curador Cirauqui.
Porque Jesús Soto también era músico: guitarrista y cantante. Nació en el sur de Venezuela, en Ciudad Bolívar, en 1923, y murió en París en 2005, donde vivió y trabajó una buena parte de su vida
Su obra avanzó desde las primeras pinturas hasta los cuadros cinéticos y las obras vivas que dejó, figuras geométricas y espirales hechas de alambres, nylon, aluminio, madera, planchas de metal. Su trabajo consiste en activar al espectador, hacerlo moverse –su cuerpo, sus ojos, sus sentidos– para que ocurra el efecto óptico de su obra.
“Estas estructuras en reposo están dispuestas de tal forma que la tensión que contienen se desarrolla en el momento mismo en que el espectador entra en relación con la imagen, y aunque sea por el vínculo más tenue, el del ojo”, dijo Soto sobre sus pinturas murales en una entrevista con Ludovico Silva para El Nacional, en 1963. Ya para entonces su trabajo había salido de Venezuela hacia Europa. En 1965, la Galería Kootz de Nueva York presentó la primera exposición individual de Soto en Estados Unidos. En 2019, por cierto, la obra de Soto volvió a Nueva York.
El texto de presentación de su muestra en el museo Guggenheim habla del valor de su trabajo: “A lo largo de una carrera que se alarga más de cinco décadas, Soto jugó un papel fundamental en la redefinición del espectro social y la función del trabajo del arte”. Dice también este texto que Soto se alejó de la “separación convencional” de la pintura y la escultura y progresó más allá del campo visual “para volverse emblemático del cambio radical que experimentó el objeto del arte en los años siguientes”.
La obra de Soto se ha expuesto en sitios clave del mundo, en museos emblemáticos como la Signals Gallery de Londres, el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago, el Guggenheim pero de Nueva York, el Centro Pompidou de París, la Bienal de Venecia. La Unesco le encargó dos murales para su sede en París.
Caracas tiene obras suyas en el metro, en la autopista, en el teatro Teresa Carreño. En su natal Ciudad Bolívar está el Museo de Arte Moderno Jesús Soto.
El museo Guggenheim montó Soto. La cuarta dimensión en conjunto con el atelier de Soto en París. La obra del artista no se exponía en España desde hacía 37 años (Palacio Velázquez, Madrid, 1982). La última vez que se mostró en un Guggenheim, fue en el de Nueva York, en 1974. El comisario Manuel Cirauqui le dijo a EFE que esta exposición “salda una deuda pendiente del museo bilbaíno con este artista que, de momento, no forma parte de nuestra colección”.
En una reflexión sobre su obra, citada en la web de su taller en París, Jesús Soto habló sobre la incertidumbre de su obra, la misma de la vida: “Mañana como ayer mi arte permanecerá vinculado a lo aleatorio, absteniéndose de querer expresar lo definitivo, lo inmutable. Pues nunca he procurado mostrar la realidad inmovilizada en un determinado momento, sino al contrario revelar el cambio universal cuya temporalidad e infinitud son valores constitutivos. El universo, para mí, es aleatorio. Mi obra también debe serlo”.
Foto: Penetrable blanco y amarillo, 1968. Museo Guggenheim de Bilbao