Desde Masdar, en Abu Dhabi, hasta Songdo, en Corea del Sur, ya se están construyendo las ciudades del futuro en las que los habitantes pueden interactuar y tomar mejores decisiones para beneficios colectivos.
Se trata de urbes inteligentes en las que hay control contra la red eléctrica, el tráfico automotor, las tuberías de alcantarillado, la basura y hasta el smog mediante redes interconectadas con accesos a los ciudadanos.
La compañía israelí Waze, por ejemplo, le pide a los ciudadanos ayuda para resolver el problema el tráfico y, con base en los datos de viajes reales enviados masivamente por sus fuentes, crea un mapa de las condiciones en tiempo real. Gracias a la información disponible se puede predecir dónde habrá embotellamientos.
La ciudad de Río de Janeiro acaba de anunciar una sociedad con Waze en un esfuerzo para adoptar la tecnología a su centro de operaciones.
En Singapur, Estocolmo y California IBM está recolectando información del tráfico y probándola a través de algoritmos para predecir dónde ocurrirá un embotellamiento una hora antes de que suceda.
En total, IBM tiene alrededor de 2.500 proyectos alrededor del mundo e, incluso, ha registrado la marca “ciudades más inteligentes” (Smarter Cities).
En Dublín la empresa ha trabajado con el ayuntamiento para hacer disponibles una gran cantidad de datos que ha llevado a crear pequeñas e ingeniosas aplicaciones como ParkYa, que usa la información del tráfico para ayudarle a la gente a encontrar los mejores espacios para estacionar el vehículo.
En la ciudad estadounidense de Dubuque, en Iowa, se han instalado medidores de agua inteligentes que permiten a los vecinos chequear su consumo diario.
“Necesitamos construir ciudades que se adapten a las necesidades de sus ciudadanos pero antes no era posible porque no había información suficiente”, explica la doctora Lisa Amini, directora de IBM Research.
China está ocupada construyendo decenas de nuevas ciudades y está empezando a adoptar enormes salas de control como la que IBM ha creado en Río.
En Nueva York, por ejemplo, un sensor que mide los niveles de agua en las tuberías de aguas negras y una aplicación para teléfonos inteligentes llamada Don’t Flush me (“no me tires de la cadena“), avisa si es seguro “bajar la cadena” sin que esos residuos sigan contaminando.
Otro ejemplo es Egg (huevo), una red de sensores en la que la comunidad es la principal protagonista, que recopila datos sobre la calidad del aire y recoge las lecturas de los gases de efecto invernadero, el óxido de nitrógeno (NO2) y el monóxido de carbono (CO).
Fuente: Reportaje original de Jane Wakefieldf publicado en BBC Mundo