En 1983, el sonido seco de una detonación despertó a Maria Da Penha en medio de la noche. Más tarde, la biofarmacéutica brasileña que hoy es emblema de la lucha contra la violencia de género en su país, descubriría que su esposo le había asestado un tiro en plena columna y que producto de ese atentado sufría de una paraplejia irreversible.
Gracias a la mediación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA este episodio fue considerado, por primera vez en la historia, como un crimen de violencia doméstica. Sin embargo Da Penha debió esperar más de 14 años antes de que se produjera una solución parcial del caso y al menos otros cinco, para que el expresidente Ignacio Lula Da Silva sancionara la ley que lleva su nombre y que hoy es bandera filosófica de Panmela Castro, la grafitera más famosa de Brasil.
Mejor conocida en el ambiente como Anarkia, Panmela decidió ponerle rostro a la violencia machista en su país, una nación que a pesar de contar con una de las legislaciones más severas del mundo sobre el tema ocupa el séptimo lugar en feminicidios.
Y lo hizo porque la misma Panmela padeció los sinsabores de este flagelo siendo aún muy joven. “Mi padre le pegó a mi madre. Mis tíos golpearon a mis tías. Los novios de mis amigas las golpeaban. Yo también fui víctima la violencia doméstica”, confesó a la documentalista coterránea, Heloisa Passos.
Las protagonistas de sus murales son brujas, libélulas y otras figuras míticas femeninas, entre ellas la bíblica Eva, desdibujadas desde su imaginario habitual para expresar alguna forma de dolor. Muchas lloran lágrimas de sangre pero otras tienen alas o máscaras de pájaros, representando así, como lo expresó en entrevista a Infosur, “la libertad para ser lo que una mujer desea y no lo que la sociedad espera de ella”.
De su historia en un matrimonio mal avenido, la artista cuyos grafitis maquillan los muros de ciudades como Nueva York, París, Estambul, Berlín, Washington, Toronto, Praga y Johannesburgo tomó el impulso para aglutinar a otras que como ella engrosan las estadísticas de la violencia en Brasil, el país donde una mujer muere a manos de su compañero sentimental o su expareja cada 90 minutos.
Fue así como en 2008 nació la Rede Nami, una “red femenina de arte urbana” dedicada a promover los derechos de las mujeres a través de la difusión de la Ley Maria da Penha y la realización de talleres del arte del grafiti en distintas comunidades pero sobre todo en las escuelas, donde – explica- se dedican principalmente a “hablar con los jóvenes entre 15 y 18 años a fin de prevenir que se conviertan en futuros agresores o futuras víctimas”.
“Transformación” es en definitiva una palabra que clave en el trabajo de Panmela. Porque si algo hay que reconocer a su apasionado abordaje de este asunto es haber trasladado del ámbito privado a la esfera pública la discusión de la violencia de género; permitirse servir de instrumento para que las mujeres aquejadas por la violencia, no sólo en Brasil sino en toda Latinoamérica, encuentren en su historia y en la de sus Evas, brujas y libélulas, la voz para expresarse y el ímpetu para comenzar de nuevo.
Cibelle Cruz – @cibellecruz | @IQLatino