Cualquier política que pretenda revertir la crisis educativa irá al fracaso en la medida que no sepamos ¿por qué no aprenden los niños que no aprenden?. Si, saber porque no aprenden los niños que no aprenden.
Decenas de informes de diferentes organismos internacionales hacen referencia al porcentaje de niños que a determinada edad no leen o no comprenden lo que leen. Uno de estos últimos es el del Banco Mundial, que en el mes de septiembre del corriente año, publica en un artículo titulado “El aprendizaje está en crisis: Dar prioridad a la educación y a las políticas eficaces para recuperar el aprendizaje perdido”, menciona que se estima que luego de la pandemia, un 70% de los estudiantes de 10 años no pueden entender un relato sencillo. Los niños más afectados, una vez más, son los que pertenecen a los sectores socioeconómicos más bajos y con menos recursos.
El vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, Carlos Felipe Jaramillo, menciona que si no se actúa ahora para revertir las pérdidas de los aprendizajes “una generación completa de niños y jóvenes será menos productiva en el futuro y tendrá menos posibilidades de progreso y bienestar”. Tal y como sostiene Jaramillo el momento de actuar para apoyar el futuro de las próximas generaciones, es ahora. Sin embargo, ¿cómo se afronta este desafío? “Este es el momento para actuar, para prevenir estas pérdidas, para apoyar el futuro de la próxima generación”. Actuar sí, pero ¿Cómo?
Por su parte, el Banco Mundial establece en el “Marco para la Recuperación y aceleración del aprendizaje” (el marco RAPID), cinco medidas de políticas para llevarlo adelante esta recuperación: Realizar evaluaciones regulares; acercarse a todos los niños y mantenerlos en la escuela; priorizar la enseñanza los conocimiento básicos; desarrollar la salud y bienestar psicosocial e incrementar la eficiencia de la instrucción mediante programas de recuperación del aprendiz aje. Pero lo asombroso, es que ninguna de ellas está centrada en uno de los puntos clave para cambiar esta realidad que es saber porque un niño no aprende.
Un niño no aprende por diferentes causas, y la importancia debe centrarse en descubrir el porqué. Por eso me centré en trabajar en una herramienta, como BANEDI, que pueda reflejar y dar la respuesta que necesitamos. Pero vayamos al punto. Existen causas extrínsecas e intrínsecas al niño que pueden ser factores por los cuales no está aprendiendo. Dentro de las extrínsecas están las vinculadas al acceso a los centros educativos, las diferentes metodologías de enseñanza implementadas, el grado de ausentismo escolar, el nivel socioeconómico y cultural al que el niño pertenece. Dentro de las intrínsecas, están las funciones cognitivas (atención, funciones ejecutivas, lenguaje oral, habilidades perceptivo visuales y espaciales, los diferentes tipos de memorias), así como también los aspectos comportamentales y emocionales. Son precisamente estas causas intrínsecas, las que ningún informe menciona, y es de la indemnidad de las mismas, que depende que el niño pueda o no generar nuevos aprendizajes en el sistema educativo.
No podemos pensar que un ingeniero levante un edificio sin conocer cómo están los cimientos. Para todos es obvio, que conocer los cimientos resulta fundamental para saber si podrá sostener o no la estructura que se pretende colocar encima. Sin embargo, conocer los cimientos cognitivos del niño cuando comienza la escolarización, que serán las bases sobre las cuales los maestros deberán construir conocimiento, no parece ser una prioridad. A los maestros se les confiere la importante tarea de remodelar el cerebro del niño generando nuevas funciones cognitivas como son la lectura, la escritura y las habilidades matemáticas, sin conocer las bases cognitivas con las que cuenta para cumplir con esta misión. Lo que parece tan lógico para un ingeniero no parece serlo cuando se trata de un maestro. Si se desmorona un edificio en construcción por desconocer la estructura de base que le da soporte, seguro es noticia de primera plana. Sin embargo, si a un maestro se le desmorona el aprendizaje de un niño y sobreviene el fracaso escolar, no se visualiza como un hecho tan grave y se considera una de las posibilidades que afecta fundamentalmente a los niños de menores recursos. Es así como naturalizamos el fracaso escolar.
¿No será hora de poner en primer lugar como medida a tomar para intentar revertir esta situación de crisis educativa, la revalorización del maestro en el sentido de que no solo deba enseñar, sino que también pueda analizar los recursos cognitivos con los que cuenta cada niño que tiene a su cargo? Si esto fuera posible, el maestro tendría un diagnóstico de con qué materia prima cuenta para desarrollar su labor. ¿Y si algo no estuviera bien que haría? Lo mismo que un ingeniero si ve que uno de los pilares que sostiene la estructura no está bien. Lo reforzaría si puede o generaría pilares accesorios de apoyo. Lo mismo haría el maestro frente a una función cognitiva que viene con un desarrollo más lento.
¿Es viable que el maestro realice esta tarea? Absolutamente sí. No se requiere conocer la ultraestructura de la neurona para entender cómo aprende nuestro cerebro. Para eso existen excelentes investigadores que ya han realizado esta tarea. Lo que se necesita es aplicar ese conocimiento y llevarlo a los maestros, en forma clara y sencilla, de forma tal que el mismo, a través de la observación de sus alumnos pueda generar un diagnóstico de situación cognitiva, afectiva y comportamental. De esta forma el maestro sabrá con qué estrategias trabajar con cada niño de acuerdo a sus necesidades. Tomando solo medidas como esta, se lograría un cambio significativo a la baja en el número de niños con fracaso escolar.
Es obvio que no todos los niños comienzan la escolarización partiendo de la misma línea de base en lo que se refiere al desarrollo de sus funciones cognitivas. El desarrollo de un niño está determinado por la genética que trae y por el ambiente en el que se encuentra, que va a ser el determinante de la expresión genética. Conocer las bases con las que cada niño comienza la escolarización es fundamental para el maestro.
La inversión que se requiere para llevar adelante los cambios que permitan revertir la crisis en la educación, es mínima si se compara con la pérdida que significa para los diferentes países, el abandono escolar temprano. Los niños que abandonan tempranamente la escuela, tienden a estar más tiempo sin empleo cuando llega el momento de acceder al mercado laboral. Por otro lado, cuando logran emplearse, lo hacen en su mayoría en trabajos informales, los ingresos que reciben son menores, y cuentan con menos estrategias para afrontar su futuro laboral.
El lograr o no un cambio radical de la situación crítica que existe hoy en el sistema educativo, depende de quienes tienen en sus manos el poder de generar esos cambios. La información es la herramienta más potente con la que cuentan los que tienen que tomar decisiones. Pero es importante que sepan que de esas decisiones depende el futuro de América Latina.