Lo posible como esperanza, en la Convención Demócrata

Al concluir la Convención Demócrata, la nominación formal de Joe Biden como candidato a la Presidencia, con Kamala Harris como compañera de fórmula, ha dejado un inmenso entusiasmo en la militancia y los independientes ante esta sólida llave política.

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Al concluir la Convención Demócrata, la nominación formal de Joe Biden como candidato a la Presidencia, con Kamala Harris como compañera de fórmula, ha dejado un inmenso entusiasmo en la militancia y los independientes ante esta sólida llave política.

En primer lugar, vamos a comenzar por el discurso de Biden, al cierre de la jornada; sin duda, su mejor momento en una dilatada carrera política. Combinó con maestría la empatía que el momento exige, con las propuestas básicas de su presidencia. Y, de paso, creó un impresionante contraste con su oponente (sin mencionarlo). Biden delineó una idea potente y esperanzadora en estos tiempos de crisis y pandemia: nos levantaremos, escuchando y acatando los mejores expertos, para enfocar todos los recursos del gobierno en superar la actual coyuntura, pero la crisis nos ofrece la gran oportunidad de construir de nuevo. Y construir mejor.

He allí una de las claves de sus planteamientos. Retomar la promesa básica del sueño americano, ahora reforzada con la inclusión a la diversidad que ha hecho fuerte al país. Se trata de recuperar el liderazgo de los Estados Unidos en el mundo, con base en los valores democráticos que han hecho grande a este país; en la defensa de los derechos humanos y el multilateralismo; en el trabajo mancomunado con las probadas alianzas de los Estados Unidos en el mundo. Pero para reconstruir mejor, Biden da prioridad al cambio climático. De allí que su propuesta para salir de esta crisis pasa por comprometer las inversiones, coordinación e incentivos necesarios para la transición económica y energética, a efectos de lograr la sustentabilidad medioambiental.

Otro aspecto que los cuatro días de convención pusieron de relieve es la unidad del partido, pero más aún, la impresionante coalición que ha formado Joe Biden desde el centro, que va desde figuras como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, hasta republicanos encabezados por el popular ex-gobernador de Ohio, John Kasich y el General Colin Powell, así como figuras del empresariado estadounidense, como Michael Bloomberg. Una coalición política de ese alcance -un trabuco, como decimos en Venezuela- solo es posible con propuestas que, al tomar en cuenta las prioridades de todos los sectores, es capaz de armar en una combinación de principios y pragmatismo, un pliego de políticas públicas que apelan a la razonabilidad, entendiendo lo necesario, lo prioritario y lo posible.

La marca Biden en política está asociada a su empatía y su capacidad de armar consensos y coaliciones. En la convención, eso quedó demostrado.

Esa admirable y diversa coincidencia es posible por el sentido de urgencia que viven los Estados Unidos. Urgencia frente a la magnitud e impactos de una pandemia que Trump agravó por su terrible manejo. Digámoslo con las elocuentes palabras del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo: Trump primero negó la existencia del problema; luego vaciló en cómo abordarlo, porque sus opiniones previas lo colocaron políticamente ante la dificultad de aceptar las recomendaciones de los expertos, creando además todo un mar de contradicciones, marchas y contramarchas, con terribles puntos ciegos en la ejecución de las medidas económicas necesarias para mitigar los impactos de la crisis sanitaria; y finalmente, politizó el problema. Esa conducta, entre la negación, la vacilación y la politización explica claramente su fracaso. Más de 175 mil muertes, más de 5 millones de contagios, 30 estados aún en fase crítica, falta de respuestas coordinadas a nivel nacional y una profunda recesión económica que ha puesto de relieve las inequidades prevalecientes en la sociedad americana.

Pero también hay una urgencia constitucional. Como claramente lo abordó el ex-presidente Barack Obama, en un discurso ante el país (porque esta convención virtual se convirtió en un gran contenido televisado), Trump es una manifestación del extremismo populista neoautoritario contemporáneo. Sus ataques sistemáticos a la libre prensa vienen acompañados de la destitución de cinco inspectores generales (contralores de su gestión), sin reportar causa justificada al Congreso; decenas de destituciones e interferencias en el trabajo del departamento de justicia; grotescos abusos de poder, que incluso dieron lugar a un juicio político; tensiones raciales por la regresión que ha impuesto en materia de derechos civiles; socavamiento y retiro de compromisos internacionales estratégicos para la seguridad planetaria; violación de los derechos humanos con la separación de familias y el encarcelamiento (o más bien enjaulamiento) de niños, incluso bebés, separados de sus madres en medio de una solicitud de asilo; y tensiones comerciales con los principales socios económicos del país, que han creado distorsiones afectando, entre otros, al vital sector agropecuario estadounidense. Y para colmar este clima de socavamiento institucional y división social (que ha concluido en episodios de violencia, inspirados en su retórica, como sucedió en Charlottesville o en El Paso), Trump ha emprendido una campaña sin precedentes contra la confianza del pueblo en el sistema electoral, cuestionando, sin sustento, el mecanismo del voto por correo, que será, sin duda, preferido por muchos, en medio de la crisis de salud pública y en un contexto, por cierto, en el que todas las encuestas señalan que su reelección luce cuesta arriba.

Ese sentido de urgencia, plasmado en el discurso de Barack Obama, tuvo su correlato en la fabulosa apelación de su esposa, Michelle Obama, llamando al ejercicio del derecho al voto en forma masiva y a la unidad en torno a Joe Biden, como imperativo democrático.

Como colofón, la figura de Kamala Harris camino a la Vicepresidencia. Su presencia refrescante y carismática, su despliegue de talento y elocuencia, al abordar los grandes temas de interés nacional en su discurso, pero sobre todo, lo simbólico de su perfil constituyen un valor seguro en tiempos de incertidumbre. La hija de inmigrantes con raíces en la comunidad afroamericana, el Caribe y la India, se ha tornado en una verdadera inspiración para consolidar y expandir la base de apoyo a Joe Biden. De hecho, los sondeos de opinión de Latino Decisions, una prestigiosa encuestadora estadounidense, señalan que la designación de Kamala Harris produjo un aumento y mayor entusiasmo en la comunidad latina para votar por Joe Biden.

Así se presenta el panorama político después de la primera convención política virtual, en medio de una pandemia, en la historia de los EEUU. Sin duda, las fuerzas sociales que aspiran a un cambio de rumbo ante los desatinos y riesgos de la presidencia de a Trump, encontraron una referencia y una respuesta esperanzadora en la Convención Demócrata y la fórmula Biden-Harris, que luce imbatible.

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