El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha reconocido esta semana la valía de 10 mexicanos, menores de 35 años, llamados a liderar un cambio en su país. En el EmTech, la conferencia más importante del mundo sobre tecnologías emergentes que se está celebrando esta semana en la Ciudad de México, se conocieron las historias de un puñado de jóvenes entusiastas que mediante sus innovaciones están transformando los sectores en los que trabajan. Este mismo reconocimiento lo recibieron hace años los fundadores de Twitter, Google y Tumblr, compañías a día de hoy en la cima del mundo tecnológico.
Daniel Gómez, un chico de 22 años con mucha labia, repeinado con gomina al estilo del presidente Peña Nieto, lo que les genera ambos un denso flequillo al que se le llama copete, recibió una mención especial como innovador del año. A los 17, a través de un proyecto escolar, creó la tecnología para la generación de biocombustibles con la que funciona ahora la gran mayoría de las plantas mexicanas de biodiesel. Ahora dirige la expansión comercial en Estados Unidos de la empresa Solben, una compañía que fundó para producir energías alternativas. “Cambio yo y cambia México”, dijo al ser premiado y la frase se expandió en Twitter como ejemplo de lo que son capaces los jóvenes mexicanos con iniciativa. Los emprendedores mueven en este país 692 millones de dólares al año y el 6,3% de la población de entre 18 y 24 años posee una empresa.
Ese fue el camino que eligió Andrés Monroy-Hernández, elegido también innovador social del 2013. Doctorado por el MIT, este investigador de 33 años ha sacado adelante el proyecto Narcotuits, donde informa sobre el combate a la droga en México, un conflicto que ha dejado unos 100.000 muertos en los últimos seis años. Con su programa ayuda a los usuarios a saber la fiabilidad de la información sobre el narco que circula en redes sociales. En colaboración con otros investigadores ha analizado datos de las etiquetas de redes sociales. Su mérito es filtrar una información en un mundo cada vez más saturado de ruido y fuentes poco fiables.
Entre los jóvenes elegidos también destaca Jorge Camil Starr, uno de los tres fundadores de Enova, una empresa de alfabetización digital en México. La compañía levantó 70 centros de aprendizaje en el Estado de México cuando Peña Nieto era el gobernador de esa región y, ahora que es presidente, la idea es que el proyecto se extienda por toda la nación. Su objetivo es acabar con la brecha digital de un país donde 70 millones de personas no están conectadas a Internet. El reto es gigantesco. En sus centros reciben clases todo tipo de gente. “Los padres ganan en autoestima al usar la computadora. Ayudan a usar la compu a sus hijos y se superan”, razona Camil Starr. De fondo esta idea busca cambiar el modelo educativo del país, agotado y envilecido por todo tipo de intereses. El 25% del gasto público se dedica al sector educativo pero el 90% se destina a pagar las nóminas, controladas por el sindicato de forma oscura, y muy poco dinero se destina a capacitación de docentes o infraestructuras.
Estos innovadores en ocasiones se cuelan por los vacíos que deja el Gobierno. Alejandro Maza llegó con 26 años y en unos pocos días a donde no había conseguido llegar el Gobierno federal mexicano en un año. Las autoridades llevaban tiempo tratando de llegar a los habitantes de cuatro de las colonias más peligrosas de Acapulco, Estado de Guerrero, azotadas por la violencia del narco. Maza reclutó a varios líderes locales y en una semana consiguió numerosas propuestas ciudadanas para tratar de prevenir la adicción a las drogas. “En pocos días teníamos filas de gente deseando participar mientras el Gobierno había estado todo el año anterior gastando millones de pesos en estudios”, dice el joven, confundador de la startup OPI, creada en 2010. Ahora ayuda a varios gobiernos a pulsar la opinión de la población antes de tomar decisiones, especialmente a hacer oír la voz de aquellos que no suelen ser escuchados.
México DF es una ciudad en la que llueve cinco meses al año pero que tiene un grave problema de agua. Un tercio de la población no tiene agua corriente constante y el acuífero del Valle de México que abastece la ciudad está sobreexplotado. Enrique Lomnitz, de 30 años, encontró en la lluvia la respuesta a su afán emprendedor. Desde el año 2009 y su empresa Isla Urbana ha instalado ya 1.200 sistemas de recolección de agua de lluvia que pueden autoabastecer a una familia durante seis meses al año. Los sistemas se han instalado en zonas desfavorecidas de los alrededores de la ciudad, cuyos habitantes vivían con apenas 20 litros de agua al día, pese a que la recomendación de Organización Mundial de Salud recomienda 50.
Si algo comparten muchos de estos jóvenes es la idea de construir un mundo más sostenible. José Rodríguez, de 29 años, ofrece sus clientes desde una aplicación de Internet la monitorización de tiempo real de las variables que influyen en la eficiencia energética de cualquier edificio. De esta manera, cualquier se puede meter en el bolsillo el control sobre su consumo eléctrico y así hacer proyecciones de gasto o alternativas de ahorro. Rodríguez está ahora apuntalando su empresa Modebo en México pero ya tiene la vista puesta en Estados Unidos y Canadá, a donde espera trasladar su idea. Los jóvenes mexicanos ya no tienen barreras, o al menos eso parece. En su mano está utilizar el gran potencial que se le presupone a su país en los próximos 10 años. Buen viaje.
Fuente: El País (ES)