La enseñanza como profesión está evolucionando más rápido que nunca. Mientras que su propósito central – transmitir conocimiento a las futuras generaciones – ha permanecido prácticamente intacto, la selección, acreditación y evaluación de maestros está cambiando vertiginosamente. Además, la creciente demanda por capital humano inherente al surgimiento de la era del conocimiento, junto con la expansión de las nuevas tecnologías, están teniendo un profundo impacto en la forma en la profesión.
Los principales impulsores de estos cambios son 1) la mayor disponibilidad de canales para la transmisión de información y 2) la inclusión de nuevos actores en el sector educativo. Por un lado, la educación en línea está permitiendo a los maestros exportar su conocimiento a otras latitudes y la educación en casa está generando programas académicos creados a la medida. Por el otro, los cambios en la forma de preparar a los maestros están permitiendo la entrada de nuevos actores al sector educativo, los cuales están presionando, y siendo presionados, para reformar el sistema en su conjunto.
Bill Keller, quien anteriormente fungió como director ejecutivo del New York Times, explica este fenómeno en un artículo reciente:
Los gobernadores (en Estados Unidos) están elevando los estándares de admisión para las universidades estatales. Las organizaciones filantrópicas, como el Woodrow Wilson National Fellowship Foundation, están invirtiendo fuertes cantidades de dinero para la reforma educativa. Y los emprendedores académicos, como Deborah Kenny de las Harlem Village Academies, están empezando a competir con las escuelas tradicionales.
Sin embargo, la atención concedida al cambio estructural no debe distraernos del único elemento que es realmente indispensable en la enseñanza: los maestros. Aunque muchos líderes de opinión defienden públicamente la importancia de los maestros, la práctica no siempre se alinea al discurso.
Sunny Varkey, fundador de la fundación educativa Varkey GEMS, pronostica un futuro bastante sombrío, pero realista, en caso de que esta tendencia continúe.
Si los maestros no son respetados en la sociedad, los niños no los escucharán en clase, los padres de familia no reforzarán los mensajes que vienen de la escuela y los graduados más talentosos continuarán evadiendo a la enseñanza al elegir sus profesiones… Con el tiempo, esta diminución del respeto por los maestros va a debilitar a la enseñanza dañando las oportunidades de aprendizaje de millones. Finalmente, esto debilitará a las sociedades alrededor del mundo.
No obstante, ese respeto se tiene que ganar. Por medio de una reciente encuesta, la Varkey GEMS Foundation analizó la percepción de distintos componentes del sector educativo ante la opinión pública. Los resultados fueron contundentes: mientras que el 95% de la muestra analizada cree que se le debe pagar más a los maestros, también creen que este incremento salarial debe estar ligado al desempeño. De hecho, 59% de la muestra dijo que los maestros deberían ser pagados de acuerdo con el desempeño de sus alumnos. Esto significa que, para la mayoría de las personas, no se le puede adjudicar más valor a la enseñanza sin que los maestros asuman una mayor responsabilidad por los resultados obtenidos.
En América Latina, la necesidad de una mejor educación a través de una mejor enseñanza es más clara que nunca. Los resultados comparativos de la prueba PISA más reciente demuestran que la región, a pesar de sus esfuerzos, no está logrando mejorar su calidad educativa. Hay que mejorar la preparación de nuestros maestros, pero eso también requiere atraer más innovación al sector educativo. Esto, a su vez, requiere de nuevas reglas y regulaciones que impulsen la apertura y, por ende, la competitividad, particularmente a través de una simplificación de los procesos de acreditación.
En línea con este argumento, Alejandro Ganimian, un investigador de doctorado de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, explica que los mejores sistemas educativos típicamente también tienen los mejores sistemas para la preparación de sus maestros. Pero esto no es una condición suficiente para el éxito. La clave no sólo es el método de preparación, sino también la forma de atraer a los mejores candidatos, la adopción de expectativas de desempeño claras y evaluaciones periódicas para medir el progreso. En este sentido, Ganimian ve con optimismo que “las personas están empezando a entender que los maestros deben adquirir nuevas habilidades para poder inculcar en sus alumnos el conocimiento, las habilidades y las herramientas que el éxito en lo que viene del siglo XXI va a demandar.”
En la medida en que nuestros sistemas educativos progresen hacia un esquema que recompense al maestro por la calidad de su trabajo, el nuevo reto será mejorar la forma de evaluar su desempeño. Es por esto que Ganimian es particularmente crítico con “la idea de que lo que pasa en el salón de clases no se puede observar, evaluar o comentar por ningún extraño a la profesión. Eso no pasa en ningún otro sector”.
Como ha dicho Andreas Schleicher, Asesor Especial en Política Educativa a la OCDE: “El éxito le pertenecerá a aquellos individuos, instituciones y países que sean rápidos para adaptarse, lentos para quejarse y abiertos al cambio.”