En América Latina el vínculo entre el empresariado y la sociedad con un enfoque filantrópico está presente desde hace varios siglos, cuando tomaron fuerza las obras de caridad, en general fomentadas desde las instituciones religiosas. Desde comienzos del siglo XX esta relación empresa-comunidad se desarrolló acorde a un contexto local caracterizado por la presencia de pequeñas y medianas empresas (pymes), usualmente de tipo familiar, que realizaban donaciones de forma habitual. Estas acciones, generalmente motivadas por valores religiosos y ético-morales de los propietarios se realizaban con recursos provenientes del patrimonio de los propios dueños. Las empresas colaboraban con instituciones de beneficencia y hospitales públicos, apoyaban asociaciones deportivas o promovían el arte.
En la segunda mitad del siglo XX, los consensos internacionales —como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Declaración de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y las Directrices de las Naciones Unidas para la protección del consumidor—, la globalización de la economía y el avance de las tecnologías de la información y la comunicación desencadenaron la expansión de los conceptos de sostenibilidad y responsabilidad social, alcanzando mayor fuerza durante las dos últimas décadas.
Durante la década de 1990 —con un mercado global cada vez más competitivo, que empezaba a exigir el cumplimiento de nuevos estándares laborales y ambientales, y con la cada vez más veloz circulación de información alrededor del mundo, que aumentaba la visibilidad de las prácticas irresponsables de empresas multinacionales con operaciones propias o tercerizadas en regiones menos desarrolladas—, las corporaciones empezaron a notar que la apuesta tradicional en precio, innovación y publicidad no era suficiente.
Se siguió, como primera opción, la transformación de la filantropía en inversión social, con recursos que surgían de la empresa y eran destinados al entorno cercano, de manera planificada como estrategia a mediano plazo. El objetivo era mejorar la relación con sus trabajadores, con la comunidad y la reputación en general, buscando generar confianza ya que la empresa empezaba a ver los beneficios de tener en la comunidad a un potencial aliado y los riesgos de que no fuera así. Pero, en función de las condiciones reinantes, tampoco era suficiente.
Esto motivó una revisión que permitió pasar de la pregunta “¿Qué le sobra a la empresa que puede brindarle a la sociedad?”, formulada en términos de filantropía o de inversión social, a la pregunta “¿Cómo debe comportarse una empresa?”. Desde este nuevo enfoque hubo empresarios que comenzaron a trabajar los conceptos de sostenibilidad y ciudadanía corporativa. Estos pioneros que proponían prácticas responsables, participaron de la construcción de organizaciones y redes, promovieron acuerdos y alianzas sectoriales con la idea de ser “pares que convocan a pares.
Un hito en este sentido fue la Cumbre de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, realizada en 1992 y conocida como la Cumbre de la Tierra, que logró instalar en la agenda mundial la preocupación por el calentamiento global, el concepto de ecoeficiencia y la necesidad de contar con políticas públicas y privadas relacionadas con el manejo ambiental. Esta Cumbre, que convocó a representantes de 172 naciones y de 2.400 organizaciones de la sociedad civil, fue escenario de un encuentro entre líderes empresariales dispuestos a trabajar para generar las condiciones necesarias para el desarrollo de una cultura de la responsabilidad social en sus prácticas de negocios, convocados por el empresario Stephan Schmidheiny desde su perspectiva: “No puede haber empresas exitosas en sociedades fracasadas”. Como parte de este proceso se consolidó, tiempo después, el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (World Business Council for Sustainable Development, WBCSD), organización con capítulos en los distintos países de América Latina, que inicialmente estuvo centrada sobre todo en temas ambientales para luego evolucionar hacia una Responsabilidad Social Empresarial integral.
Fuente: Avinarse