El tío del brasileño Lucas Strasburg necesita una prótesis ortopédica en su pierna izquierda para moverse con normalidad, algo que no puede hacer con la prótesis SACH (del inglés, Solid Ankle Cushion Heel) que le proporcionó el gobierno de su país. Hechas de madera y sin sistemas de absorción de impactos, las SACH “ni siquiera tienen un diseño completamente ergonómico y no resultan muy confortables”, explica Strasburg, un joven innovador de 22 años, estudiante de Ingeniería Mecánica en la Universidad Feevale (Brasil) incluido por MIT Technology Review entre los diez emprendedores e investigadores menores de 35 años más brillantes del país.
Las personas con suficientes recursos económicos pueden comprar un pie prostético hecho de fibra de carbono, con una buena funcionalidad y ergonomía, importado de Alemania, Estados Unidos o Islandia. Esta solución lleva aparejado un costo de unos 1.500 dólares, lo que la aleja de las posibilidades de la mayoría de los afectados por amputaciones de la región.
Para ayudar especialmente a estas personas con menos recursos, Strasburg ha creado una novedosa prótesis llamada Revo Foot que ya ha mejorado la vida de su tío y que podría transformar la del millón de brasileños que están a la espera de recibir una prótesis subvencionada por el Estado.
El pie prostético Revo Foot diseñado por Strasburg está fabricado con componentes estándar y plástico PET reciclado. Mediante el uso de materiales baratos y accesibles, Strasburg espera que “las personas más pobres que quieren algo mejor que un pie prostético SACH” puedan recuperar su autonomía y “sus vidas normales”. Al mismo tiempo, la reutilización de materiales de desecho -como el mencionado PET- contribuirá a reducir la contaminación en las ciudades y los ríos, explica Strasburg. “Considerando que Brasil es uno de los mayores recicladores de PET, servirá de vía de ingresos a las familias que se ganan la vida recogiendo y separando estos residuos”, añade.
El primer prototipo creado por Strasburg es una prótesis de un pie fabricado a partir de una lámina de este tipo de plástico de desecho a la que aplicaron un proceso de termomodelado. Una vez obtenida esta pieza, le añadieron otros elementos como enganches y conectores metálicos estándar que pueden encontrarse en el mercado. Starsburg explica que ha sido diseñada para ser “una prótesis multiaxial”, lo que significa que “puede responder a movimientos en todas direcciones”.
Durante los últimos cinco años Strasburg y su compañero Eduardo Trierweiler -coinventor de la prótesis- han sometido al dispositivo a varios test de compresión en los laboratorios de la Fundación Escuela Técnica Liberato y de la Universidad Feevale. También han realizado varios estudios de acelerometría y uso sobre plataforma de fuerza en las instalaciones del Instituto Brasileño de Tecnología de Cuero, Calzado y Artefactos, en la ciudad de Novo Hamburgo (Brasil) donde estudian y desarrollan su investigación.
Tal y como explica Strasburg, los ensayos demostraron “una respuesta suave y lineal a la compresión, lo que significa que la prótesis tiene un comportamiento anatómico muy similar al pie humano caminando“. En cuanto a las pruebas de acelerometría, los jóvenes constataron que el Revo Foot tenía “el doble de respuesta dinámica que otras prótesis que están en el mercado, ofreciendo unas mejor capacidad de convertir el impacto en impulso”.
Existen otras alternativas de bajo coste a disposición de las personas que han sufrido una amputación, como el llamado Pie Jaipur, una prótesis de caucho desarrollada en India orientada a personas que han perdido la extremidad por debajo de la rodilla. Sin embargo, Strasburg afirma que ninguna de ellas “se preocupa por presentar un comportamiento similar al del pie humano” ni está hecha de materiales reciclados.
El gran reto de Strasburg es lograr llevar a gran escala la fabricación de sus prótesis baratas que -según sus cálculos- tienen un precio final “hasta 30 veces inferior a las prótesis de alta tecnología” importadas y gravadas con impuestos que pueden ser de hasta el 55% de su costo.
Para ello, el joven señala que Trierweiler y él necesitan apoyo logístico y financiero para completar sus pruebas de laboratorio y comprar máquinas extrusoras que procesen el PET de las botellas y otros residuos. De esta forma podrían fabricar en serie prótesis como esta a base de materiales reciclados recogidos por personas de bajos recursos. Sin embargo, se lamenta: “Hemos hecho las pruebas con algunos de los test del Estándar Internacional ISO 10328, pero necesitamos realizar otras y en Brasil no tenemos el equipamiento necesario”.
Fuente: Reportaje original publicado en MIT Technology Review | @IQLatino