Desde que estalló la pandemia de COVID-19, los impactos económicos y de salud han sido bien estudiados y ampliamente compartidos en todo Estados Unidos. Sin embargo, está crisis también genera una disparidad educativa que debe estar entre las principales prioridades para los políticos.
Las disparidades educativas en los Estados Unidos se remontan siglos atrás al período de esclavitud cuando la ley prohibía educar a los afroamericanos. Desde entonces, las leyes y prácticas de Jim Crow y redlining sirvieron para mantener las escuelas segregadas, impactando las oportunidades para muchos niños. A pesar de que los colegios fueron integrados a raíz de Brown v. Board of Education, las diferencias en calidad de aprendizaje perduraron. Antes de que las escuelas cerraran en marzo, el estudiante afroamericano o hispano promedio se mantuvo aproximadamente dos años detrás del blanco promedio, según McKinsey & Co.
La brecha entre educación y rendimiento se identificó por primera vez en 1966, y cada año que demora cerrarla le cuesta a los Estados Unidos miles de millones de dólares. Durante la Gran Recesión, McKinsey estimó que “la brecha entre los estudiantes blancos y los afroamericanos e hispanos privó a la economía de los Estados Unidos de $310 mil millones a $525 mil millones al año en productividad, lo que equivale al 2 al 4 por ciento del PIB”. Once años después, calculan que, si esta brecha se hubiera cerrado en 2009, el PIB actual habría sido entre $426 y $705 mil millones más.
Luego estalló la pandemia de COVID-19 en el país.
“Covid-19 ha puesto las diferencias [educativas] en evidencia y las ha exacerbado”, dijo el exsecretario de educación John B. King, Jr. durante el evento de Brooking Education and structural inequalities during COVID-19—How do Finland and the U.S. compare? el 25 de junio. Explicó cómo la brecha digital afectó gravemente el aprendizaje a distancia para afroamericanos y latinos. Si bien el 79% de los hogares blancos tienen acceso a Internet, solo el 66% de las familias afroamericanas y el 61% de los latinos lo tienen. Además, cada estudiante necesita un dispositivo para acceder a su educación en línea, lo cual no es el caso en las familias de bajos ingresos.
Además, el exsecretario King detalló cómo los distritos escolares de bajos recursos tuvieron problemas para adaptarse rápidamente y garantizar que el aprendizaje a distancia fuera bueno y atractivo para las comunidades afroamericanas y latinas. Los padres en estas comunidades están menos posicionados para apoyar el aprendizaje de sus hijos durante el día escolar, ya que solo uno de cada cinco afroamericanos y uno de cada seis latinos pueden trabajar desde casa. Y, encima de que el aprendizaje en línea no es tan efectivo en el rendimiento académico como el aprendizaje en persona, Education Week’s Staff informaron que 28 estados, con alrededor del 48% de los estudiantes de kinder al grado 12 (K–12), no habían exigido el aprendizaje a distancia.
En el artículo de McKinsey de junio “COVID-19 y el aprendizaje de los estudiantes en los Estados Unidos: el daño podría durar toda la vida”, explicaron sus tres escenarios epidemiológicos que utilizaron para calcular los efectos educativos y económicos. Si su escenario intermedio resulta correcto y la instrucción presencial no se reanuda por completo antes de enero de 2021, “los estudiantes afroamericanos pueden retrasarse 10.3 meses, los estudiantes hispanos 9,2 meses y los estudiantes de bajos ingresos más de un año”.
Además del empeoramiento de las brechas de aprendizaje, el exsecretario King y los socios de McKinsey temen que aumenten las tasas de abandono escolar. Como se observó después de los huracanes Katrina y María, cuando entre 14 y 20% de los estudiantes nunca regresaron a la escuela, McKinsey estima que “entre el 2 y el 9% de los estudiantes de secundaria podrían abandonar debido al coronavirus y el cierre de escuelas asociadas“. Antes de la pandemia se calculaba que el 6,5 por ciento de los estudiantes hispanos y el 5,5 de los afroamericanos abandonan la escuela secundaria.
La devastadora crisis económica ha impactado los ingresos estatales y locales que mantienen funcionando a las escuelas públicas. Por lo tanto, el exsecretario King dice que los distritos escolares están asustados con toda razón de que puedan ver recortes presupuestarios del 15 al 20% para el próximo año escolar. McKinsey informó además que estos “recortes a la educación K–12 probablemente afectarán desproporcionadamente a los estudiantes de bajos ingresos y de minorías raciales y étnicas”.
Es imperativo prestar atención a la educación, ya que afecta los posibles ingresos de por vida de los estudiantes. McKinsey estima que el estudiante hispano promedio de K–12 en los Estados Unidos podría ganar $1.809 al año menos (una reducción del 3,0 por ciento) durante 40 años de trabajo como resultado de las pérdidas de aprendizaje relacionadas con COVID-19, en comparación con $1.348 para estudiantes blancos. Además, destacan que “múltiples estudios han relacionado un mayor logro educativo con una mejor salud, niveles reducidos de delincuencia y encarcelamiento y una mayor participación política”.
Algunos estados están respondiendo a los datos. “Tennessee, por ejemplo, está reclutando a 1.000 estudiantes universitarios para que enseñen a los niños con retrasos de aprendizaje“, informó McKinsey. También mencionan el caso de Nueva York, que ofrecerá una escuela remota de verano para 177.700 estudiantes (en comparación con 44,000 en 2019). En años anteriores, el verano era una época en que el aprendizaje se detenía; sin embargo, “algunos distritos están haciendo que el aprendizaje digital de verano esté disponible (aunque opcional) para todos los estudiantes”.
La brecha digital permanece. Una de las cosas que más preocupa al Secretario King sobre el nuevo año escolar es no haberse adaptado de los problemas que han surgido desde marzo. “Algunas escuelas tendrán que ser híbridas, y otras continuarán ofreciendo educación a distancia debido al aumento de la pandemia, y no podemos estar en el mismo lugar. Tenemos que asegurarnos de que cada niño tenga un dispositivo, que cada la familia tenga acceso a internet y que cada maestro tenga el desarrollo profesional que necesita para enseñar a través del aprendizaje a distancia de manera efectiva“.