El Laboratorio Nacional de Sustentabilidad del Instituto Nacional de Ecología de México trabaja en zonas de cultivo de Tlaxcala, donde desde hace dos décadas desarrollan cultivos sustentables que han demostrado un aumento en la calidad y cantidad de su producción.
“A través de las herramientas de la genética y la biología molecular, entre otras, identificamos secuencias de ADN en las muestras de suelo”, señala Mariana Benítez, investigadora del INEM, y agrega que esto les permitirá reconocer los microorganismos que habitan ese tipo de terreno. Mediante el análisis de su diversidad biológica, según las muestras procesadas en las diferentes épocas de año y a través de los diferentes cultivos se puede observar, por ejemplo, que tan sano es el terreno para posteriormente analizar sus posibilidades agrícolas y la supervivencia a futuro del ecosistema en que está inserto.
“Tras el procesamiento de millones de datos, nuestra hipótesis es que en los sistemas agrícolas con más diversidad de plantas, hay una mayor cantidad de microorganismos y consecuentemente un mejor funcionamiento del suelo”, señala la investigadora dentro del marco del estudio agroecológico que realizan en la zona.
La agroecología, la disciplina científica que enfoca el estudio de la agricultura desde una perspectiva de sustentabilidad en donde la producción agrícola está íntimamente relacionada con la conservación de los ecosistemas, ha puesto sobre la mesa desde hace más de dos décadas la eliminación de químicos que comprometan la calidad y el futuro de los campos de cultivo, así como el desarrollo de diversos sistemas de cultivos sustentables que enriquezcan la producción agrícola.
La milpa es uno de ellos y es también probablemente la mejor muestra de que en las enseñanzas del pasado se encuentran las mejores herramientas para enfrentar el futuro. La milpa es un tipo de cultivo ancestral que lleva al maíz como su eje central, pero lo pueden acompañar una diversidad de plantas sembradas e inducidas que van cambiando según el medio natural y cultural del que se rodea.
En este tipo de policultivos en donde conviven especies como maíz, frijol, chile, calabaza y jitomate además de una gran diversidad de insectos y hierbas semi domesticadas como el epazote y los quelites, se van desarrollando una serie de interacciones simbióticas que las hacen más funcionales.
Juan Fornoni, también del Instituto de Ecología de la UNAM, comenta que la última etapa de este tipo de proyectos integrados sería la elaboración de una lista de recomendaciones a nivel gubernamental sobre el aprovechamiento a largo plazo de los cultivos sustentables. “Finalmente de lo que se trata es de una apuesta al futuro de la seguridad alimentaria”, señala.
Para el doctor Alejandro Espinosa, miembro de la Academia Mexicana de la Ciencia, la milpa es un ejemplo ancestral de cultivo sustentable gracias a su biodiversidad genética.
Para el especialista, los cultivos transgénicos favorecen el monocultivo y además mediante su manejo se corre el riesgo de contaminar las especies nativas sin poder predecir sus efectos. “Un transgénico es una planta a la que se le introduce un gen de una especie diferentes. Con herramientas de la ingeniería genética se bombardean las células para que pueda entrar a ella rompiendo sus barreras naturales. El comportamiento de esta nueva especie es impredecible”, agrega el especialista.
En México país hay 2.3 millones de parcelas de producción sustentable y cada unidad de cultivo genera de dos a tres variedades distintas de semillas cada año.
Fuente: Vanguardia | @IQLatino