Cuando, en septiembre de 2018, nombraron a Eduardo Stein –ex vicepresidente de Guatemala– como representante especial de la Organización Internacional de Migraciones (OIM) y la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) para los refugiados y migrantes venezolanos en América Latina, estos dos organismos estimaban que desde 2014 hasta entonces, 2,4 millones venezolanos habían salido de su país y el 90% había llegado a América Latina
Solo un año después la cifra casi se duplica: 4,6 millones de personas, según estas cifras oficiales. El flujo migratorio de venezolanos no se ha detenido. Los números se siguen moviendo al alza en los gráficos oficiales de ACNUR. Según el propio Stein, entre 4 mil y 5 mil venezolanos salen a diario de su país.
El movimiento continuará, evidentemente, en su opinión, “mientras no haya una solución política interna estable en Venezuela”. A este ritmo, Stein ha vaticinado en entrevistas recientes –la última desde Bogotá con Santiago Torrado de El País—los migrantes y refugiados venezolanos serán 6,4 millones finales de 2020.
Siria vuelve a aparecer en las comparaciones: el movimiento migratorio venezolano será entonces, en opinión de Stein, superior al que ha producido ese país cuya destrucción sigue en desarrollo por la guerra: 5,6 millones de personas. “Con dos diferencias importantes –acota Stein en la entrevista con Torrado–. La gente está saliendo de un país que no está en guerra y de un país que tiene las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo”.
En los registros actuales, más del 80% del flujo migratorio venezolano se ha movido a Latinoamérica. “El mayor flujo migratorio forzado de toda su historia [la de la América Latina]”, estima Stein.
“Ni en los periodos de las guerras de independencia, ni en tragedias de desastres naturales, hemos enfrentado un fenómeno de este tamaño –continúa Stein–. Los gobiernos empezaron a reaccionar en primer lugar con una enorme generosidad, acogiendo a la población venezolana que salía y sigue saliendo, pero llegando ya a niveles de saturación donde sus presupuestos nacionales y sus capacidades institucionales están agotados”, agrega.
Los países con más presión son, según las cifras oficiales de ACNUR –actualizadas al 5 de noviembre de 2019–, Colombia, con 1,488,373 venezolanos; Perú, con 863, 613; Ecuador, con 385,042 y Brasil, con 224,102.
Estas cifras y las cifras globales registran a venezolanos refugiados y migrantes con sus papeles en regla, en apego a reportes de los gobiernos de acogida. Pero ell propio ACNUR reconoce que los números pueden ser más altos si se cuentan a quienes no tienen una situación legal en los países en los que viven.
Cuando habló con El País, Eduardo Stein estaba en Bogotá para lanzar un plan regional conjunto entre la OIM y ACNUR que busca atender este fenómeno, que califica como
Se trata del Plan Regional de Respuesta a Refugiados y Migrantes 2020, que 137 organizaciones de la región prepararon, en conjunto con la OIM y ACNUR, después de una amplia consulta con los gobiernos de los países de acogida y organizaciones de la sociedad civil, según la nota oficial de ACNUR.
El plan tiene objetivos en “nueve sectores clave: salud, educación, seguridad alimentaria, integración, protección, nutrición, alojamiento, artículos de ayuda y transporte humanitario, y agua, higiene y saneamiento”, para beneficiar a unos 4 millones de personas: no solo a los refugiados y migrantes venezolanos, sino a las comunidades de acogida.
El plan necesita 1.350 millones de dólares para ejecutarse, el doble de lo que se destinó este año a atender el mismo problema. Stein le dijo a Karen Sánchez, de Voice of America, que esto se debe no solo a que el número de migrantes y desplazados venezolanos sigue subiendo, sino también a que “la precariedad de las personas que salen presentan mayores requisitos de protección”.
Además, el hecho de que los gobiernos de acogida impongan más requisitos de ingreso para los venezolanos ha hecho, según Stein, que se multipliquen “las vías ilegales, a través de las cuales la población, de todas maneras, sigue saliendo y sigue surcando por rutas diversas los caminos y rutas hacia países tan distantes como Chile y Argentina”.
Este plan regional es entonces un instrumento de coordinación conjunta de los países de acogida y las 137 organizaciones también para recaudar los fondos para ejecutarlo en su totalidad. Porque, como dijo el canciller colombiano Carlos Holmes Trujillo, escribe Karen Sánchez, el plan de respuesta de 2019 solo se había cumplido un 51,9% hasta el 1 de noviembre de este año.
Esta vez, dice el comunicado oficial de ACNUR, además de dar una respuesta a la emergencia, el plan regional tiene previsto “facilitar la inclusión social y económica de los refugiados y migrantes de Venezuela”.
“A pesar de muchos esfuerzos y otras iniciativas, la dimensión del problema es mayor que la capacidad de respuesta actual”, analiza Stein, citado en esa nota de prensa. “(…) Es necesario que la comunidad internacional duplique sus esfuerzos y contribuciones para ayudar a los países y a las organizaciones internacionales que están respondiendo a la crisis. Se necesita más apoyo para los gobiernos, con un énfasis en los temas de desarrollo, además de las necesidades humanitarias inmediatas”.
Por eso insiste en el enfoque conjunto, “coordinado y armonizado” en la región, para abordar la crisis que, dice, la está cambiando, y así implementar el plan.
“Nos estamos enfrentando a un fenómeno de transformaciones profundas en toda la región. América Latina no volverá a ser la misma después de lo que estamos experimentando”, le dijo Stein a Santiago Torrado.