Mirar al futuro después del asalto al Capitolio

Muy doloroso. Este 6 de enero fue desgarrador para los ciudadanos estadounidenses que, como yo, llegamos a los Estados Unidos como refugiados de países (Venezuela, en mi caso), donde un liderazgo autoritario abusó de la democracia, y confiscó el derecho al voto como primer paso para instaurar la opresión.

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Muy doloroso. Este 6 de enero fue desgarrador para los ciudadanos estadounidenses que, como yo, llegamos a los Estados Unidos como refugiados de países (Venezuela, en mi caso), donde un liderazgo autoritario abusó de la democracia, y confiscó el derecho al voto como primer paso para instaurar la opresión.

Como congresista, en mis días en Venezuela, me encontraba en las Cámaras cuando turbas terroristas, como las de este miércoles en DC, asediaron el Capitolio en Caracas. No una, varias veces. Irrumpían y, en ocasiones, me agredían, así como a otros miembros de la Asamblea Nacional. Eso sucedió a raíz de que la retórica de división y violencia de Chávez hubiera calado en ciertos sectores del país. Esas turbas nos atacaron también a mi familia y a mí, y atentaron contra nuestra integridad en diferentes maneras y repetidas ocasiones. Por eso, no veo lo que ocurrió esta semana en DC con ojos nuevos, y sí con un estupor ya conocido y afincado entre mis evocaciones más dolorosas y traumáticas. Los venezolanos conocemos muy bien los desbordamientos del fanatismo, los hemos padecido. Y, créanme, son exactamente igual en todas partes.

En 2016, cuando hacía campaña con Latino Victory por Hillary Clinton, advertí a los estadounidenses de que Trump tenía toda la traza de un caudillo; que su pretensión era crear una facción política peligrosa en Estados Unidos, como el chavismo había demostrado serlo para Venezuela; que aún desde el extremo ideológico opuesto, en su caso la extrema derecha nacionalista y supremacista blanca, obedecían al mismo guión porque los extremos se tocan. Cuatro años después, en 2020, otra vez con Latino Victory, mientras orgullosamente hacía campaña y abogaba por nuestro Presidente electo Joe Biden, sostuve este paralelismo y alerté sobre sus acechanzas.

Este infausto Día de Reyes, mientras estaba sumido en pena y dolor, encontré esperanza en el discurso del Presidente electo y en la fortaleza de las instituciones que en su actitud y en sus palabras se traslucían, sólidas y apegadas a la legalidad. Aún así, en 2021 vuelvo a mi exhortación. No se equivoquen. El efecto de Trump no cesará con su salida de la Casa Blanca y, lejos de eso, lamentablemente persistirá en el tiempo, diseminando la división y creando problemas. Urge, pues, un liderazgo sanador. Confío en que la administración Biden-Harris, junto con los demócratas que controlan la Cámara y el Senado, asumirán esa conducción con el compromiso histórico a que están llamados.

De cara al futuro inmediato, también confío en que el sistema de justicia afrontará las atrocidades de esta semana con la autoridad que los eventos imponen. La sociedad y las intituciones tenemos mucho trabajo por delante, en medio de una terrible pandemia de lamentables costos en vidas e implicaciones socioeconómicas. En tal contexto, resulta muy auspicioso que la administración de Biden – Harris haya anunciado a todos los nominados a su gabinete a la luz de una diversidad que refleja la de los Estados Unidos, lo que permite albergar la certeza de que no habrá puntos ciegos en la formulación de políticas. La conformación del equipo está marcada por un ruptural récord histórico al incluir a cuatro latinos, una mujer entre ellos, en roles clave para la actual coyuntura: Xavier Becerra, secretario de Salud y Servicios Humanos; Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Nacional; Miguel Cardona, secretario de Educación; e Isabel Guzmán, directora de Administración de Pequeñas Empresas (una agencia con rango de gabinete).

Como colofón, el estado de Georgia se expresó, en una histórica segunda vuelta de las elecciones, enviando al Reverendo Raphael Warnock, el primer afroamericano, y Jon Ossoff, el primer judío americano, a representar al estado de los duraznos (the Peach State) en el Senado, garantizando así el control de la Cámara Alta a la administración entrante de Biden-Harris y los demócratas. Esta alineación proporciona un mandato claro a Joe Biden, que contribuirá a promover cambios audaces en los críticos primeros dos años de la administración. Junto con esta lista diversa de Georgia, el puesto de la Vicepresidenta Kamala Harris en el Senado será ocupado hasta las próximas elecciones mediante un nombramiento, también histórico, recaído, por decisión del gobernador de California, Gavin Newsom, en su secretario de Estado, Alex Padilla, quien se convierte así en el primer descendiente de inmigrantes mexicanos en representar a California en el Senado federal de los Estados Unidos por el estado de California.

El asalto sedicioso, promovido y estimulado por Trump, al Congreso de los Estados Unidos el pasado 6 de enero, es terrible, con toda seguridad residual y habrá grabado una visible cicatriz en el hermoso rostro de nuestra democracia. Pero las perspectivas que surgen de las tensiones que vamos a superar son prometedoras, puesto tendremos un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, que es fiel reflejo de una de las fortalezas de Estados Unidos: la diversidad. La compactación de todos los sectores en la ruta del encuentro nacional será un paso, sonoro y firme, hacia la consolidación de las libertades con justicia para todos, cuyo fomento y defensa han hecho grande esta Nación.