Analizar el mundo del trabajo desde una mirada de género permite identificar inequidades y situaciones de desventaja para las mujeres. En la actualidad casi un 77% de las egresadas en las carreras de grado en el sector salud son mujeres, y ocupan seis de cada diez puestos profesionales en dicho sector, pero ganan menos y muy pocas acceden a cargos de decisión.
En este sentido, existe consenso académico acerca de que el aumento sostenido de la actividad laboral femenina representa un avance en el camino hacia la igualdad de derechos y oportunidades entre varones y mujeres; a la vez que persisten profundas desventajas para la inserción de las mujeres que se traducen en indicadores labores de desigualdad.
El origen de esta brecha es multicausal, pero una de las principales razones por las cuales siguen existiendo estas marcadas diferencias se debe, en parte, a la cantidad de horas trabajadas por varones y mujeres y a cómo distribuyen el tiempo entre el trabajo remunerado y no remunerado. Las mujeres siguen dedicando más horas a las tareas de cuidado sumado a un perfil sociodemográfico, caracterizado por una alta presencia de mujeres jefas de hogar de bajos ingresos con niñas, niños y adolescentes a cargo, lo que hace que el impacto social sobre las trabajadoras de la salud y sus familias sea importante.
De acuerdo con el informe de género “Aportes para el desarrollo humano en Argentina 2018: Género en el sector salud: feminización y brechas laborales”, realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1) “la mayoría de las profesionales de la salud percibían las exigencias de una profesional de la medicina y el hogar como esferas que están constantemente en tensión, incluso entre aquellas mujeres con recursos para facilitar la conciliación entre ambos ámbitos, o las mujeres con mayores demandas de tiempo, en puestos de decisión y en especialidades con altos requerimientos de carga horaria, han sido las responsables principales del cuidado de sus hijas y/o hijos y la organización de su hogar”.
Estas desigualdades generan una inserción laboral diferente, al mismo tiempo que se profundiza la segregación vertical. En comparación con sus colegas varones, las trabajadoras de la salud realizan en promedio más horas extras, son más vulnerables a episodios de violencia laboral, se encuentran más expuestas a agentes que pueden estar infectados y tienen menor acceso a elementos de protección para realizar su trabajo (2).
En América Latina, los ingresos de las mujeres que trabajan en el sector salud son un 25 por ciento inferiores a los de los varones del mismo sector (ONU Mujeres, 2020). Esto se traduce en una diferencia entre mujeres y varones en el acceso a derechos laborales como licencias por enfermedad, cobertura por accidente o enfermedad profesional y acceso a obra social.
Durante la pandemia del COVID 19 ha quedado en evidencia la importancia de integrar una perspectiva de género en la preparación y respuesta ante emergencias de salud pública, ya que las mujeres desempeñan un papel predominante como trabajadoras de salud de primera línea y son en su mayor parte responsables de las labores de cuidado, desempeñan roles que a menudo las exponen a riesgos para sus vidas, su salud y la de sus familias, asumiendo además mayores costos físicos y emocionales debido a jornadas extendidas y extenuantes (3).
Médicas, enfermeras, licenciadas en obstetricia, cuidadoras y demás personal sanitario enfrentan en Argentina, al igual que en el resto de países afectados por la pandemia, una gran carga de trabajo sumado a sistemas sanitarios colapsados.
En este sentido es evidente e imprescindible que la transversalización del género en la agenda de salud en todos los países sea un punto clave para enfrentar la pandemia generada por el COVID, involucrando a las mujeres en todas las fases de respuesta y en la toma de decisiones.
Cabe destacar el compromiso de la Argentina con esta temática, siendo importante mencionar que la ONU Mujeres y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, junto con la Dirección de economía, igualdad y género lo destacó como el país que implementó la mayor cantidad de medidas con perspectiva de género durante la pandemia. Sumado a ello, la ratificación del convenio 190 de la OIT sobre la Eliminación de la Violencia y el Acoso en el mundo del trabajo, convirtió a la Argentina en el tercer país del mundo en ratificarlo. Esto significa que es uno de los países pioneros en derechos humanos y espacios de trabajo libres de violencia.