Mundo nuevo

Somos incapaces de asimilar el cambio más radical de todos los que han ocurrido hasta ahora: estamos ya enzarzados en la puesta en marcha de una civilización planetaria

Afortunadamente, ni los políticos ni los cantores de monsergas se interesan por los cambios revolucionarios que están a punto de estallar. Estos cambios podrían ocurrir antes de que los procesos del conocimiento cambien de forma irreconocible. A uno de ellos me he referido en otras ocasiones. Sencillamente, porque es muy difícil pasarlo por alto si no queremos toparnos con un mundo nuevo a la vuelta de la esquina.

El experimento sobre la fragilidad de la memoria lo han realizado científicos vinculados al MIT. Era gente que creía de antemano que la mayoría de los objetos de nuestro alrededor servirían para depositar inteligencia. Los chips están a punto de ser tan baratos que podrán perfectamente reemplazar el coste del papel para envolver, lo que hoy hacen los periódicos usados.

En la próxima década –me refiero a los diez años que vienen–, lo queramos o no, la combinación de los chips con sensores ultrafinos permitirá detectar microbios infecciosos, accidentes y sustos inesperados que nos permitirán tomar las requeridas prevenciones. Hasta cierto punto –como asevera el físico Michio Kaku, de la City University de Nueva York– podrán reconocer caras y voces humanas, entablando formalmente conversaciones con ellas. Vamos a estar metidos en mundos virtuales que hoy no podemos siquiera imaginar.

El descubrimiento que tiene, al parecer, poco que ver con las indagaciones de Michio Kaku toma cuerpo en una faceta, sin embargo, muy cercana. Yo les ruego a mis queridos lectores que se aprieten bien el cinturón de seguridad antes de que les anuncien en los altavoces del avión en el que están viajando lo siguiente: los investigadores han conseguido implantar falsos recuerdos en la memoria de los ratones. ¿Se acuerdan de cuando les anunciaba que faltaba muy poco tiempo para que los jueces no pudieran creer, seriamente, lo que les contaban los testigos en un juzgado?

Ahora resulta que, inspirados en el físico Michio Kaku, pero sin ser conscientes de ello, los investigadores del MIT acaban de revelar con hechos comprobados que la memoria ficticia –quiero decir, por un hecho no realizado– es tan eficaz como la memoria verdadera para disparar reacciones emocionales. Su experimento siguió tres procesos a cual más innegable.

En primer lugar encerraron a un ratón en una caja al objeto de que sus neuronas solo memorizasen ese refugio hasta entonces desconocido. Al día siguiente trasladaron al ratón a un segundo refugio igualmente desconocido; gracias a un haz de luces intracerebral, los investigadores activaron las neuronas vinculadas a los recuerdos de la morada anterior. Simultáneamente transmitieron al ratón un pequeño shock eléctrico; un calambrazo difícilmente olvidable. Luego lo devolvieron a la primera caja, donde el ratón mostró un miedo constante a sufrir nuevas descargas, a pesar de que en esta primera morada nunca recibió la menor señal de nada malo. A la vista del experimento, no es extraño que los observadores que asimilan los falsos recuerdos a falsos testimonios vuelvan a estar de moda.

El rápido crecimiento del poder de los computadores en menos de cien años permite vislumbrar un escenario similar al que atribuíamos a los dioses hace no sé cuánto tiempo; nos bastará con recurrir al mero pensamiento para controlar el mundo que nos rodea. Será suficiente hacer bascular nuestra mente para que, al igual que ocurría con los antiguos dioses mitológicos –a los que les bastaba con levantar el brazo–, unos y otros controlemos el mundo.

Es curioso, pero, como ha ocurrido tantas veces en el pasado, somos incapaces de asimilar el cambio más radical de todos los que han ocurrido hasta ahora: estamos ya enzarzados en la puesta en marcha de una civilización planetaria. Que me perdonen Rajoy y Obama, pero nadie se acordará de ellos si los equipos de científicos dedicados a sentar las bases de la futura civilización planetaria siguen pulsando las teclas.