Gran parte de lo que vivimos en 2020 a raíz de la pandemia lo queremos dejar atrás. Sin embargo, sería bueno que no perdamos una de las mejores enseñanzas que nos quedó: la capacidad de aprender
El COVID-19 ha cambiado muchos hábitos y costumbres en nuestras vida y nos ha dejado claro que se puede aprender en todo tiempo y lugar. De hecho, es lo que ha estado pasado, no solo en la educación formal de los jóvenes, sino también entre los adultos. Y dejó claro que tenemos que aprender toda la vida, algo en lo que los expertos en capital humano vienen insistiendo hace muchas décadas.
¿Qué duda queda? Si es lo que tuvimos que hacer este último año, aprendiendo a trabajar desde casa de forma virtual, a interactuar con pantallas, a trabajar con nuestros hijos estudiando al lado y no en la escuela, a salir menos, a pedir comida con el celular, a mantener la distancia social y a tantas cosas nuevas a las que la pandemia nos obligó a adaptarnos.
Gran parte de lo que vivimos en 2020 lo queremos dejar atrás y simplemente olvidar, pero sería bueno que en este nuevo año no perdamos una de las mejores enseñanzas que nos quedó: esa capacidad de aprender a aprender, de aprender toda la vida, que debería enseñarse en todas las escuelas y ya desde las familias, incluso antes de llegar a la educación formal.
Tener siempre una actitud de principiante, una actitud de curiosidad ante la vida, como tan claramente lo cuenta el famoso analista Tom Vanderbilt en su reciente libro Beginners, the Joy and transformative power of lifelong learning. Es un interesante y recomendable manual para “los que quieren empezar algo nuevo, que estuvieron inseguros, que no se animaban a hacer una pregunta en un salón lleno de gente, para el que se equivocó y volvió a intentarlo, para que el comenzó una carrera que no sabía si podía terminar”.
Este espíritu de explorar, experimentar, probar y equivocarse es el que debemos tener siempre en la vida profesional, pero también en la personal. Lo podemos aprender tan solo observando a nuestros hijos, que luego de gatear intentan pararse y caminar, a pesar que es mas riesgoso e inseguro. Que observan todo con atención y detenimiento. Son un buen ejemplo de cómo tener actitud de principiante y mucha audacia las 24 horas hora del día.
Es justamente este tipo de aprendizaje lo que más distingue a los niños en el nivel inicial. Es en el jardín de infantes donde se aprende grupalmente, sentados en mesas todos juntos, muchas veces con edades diferentes, sin compartimentos de materias y cursos, principalmente jugando e intercambiando con pares. Probablemente deberíamos fomentar este tipo de aprendizaje en todos los siguientes niveles educativos y también en los ambientes de trabajo en los que aprendemos de los colegas que tenemos al lado.
Es por ello que, como los niños, tenemos que estar menos preocupados por hacer el ridículo o cometer errores y animarnos a preguntar y explorar lo que no conocemos. Para aprender toda la vida, para tener curiosidad, es bueno tener la mentalidad y el espíritu que teníamos en el jardín de infantes. Los niños dedican casi un tercio de su día durante seis meses a practicar el caminar. Y realmente lo hacen bien solo unos años después. No nos preocupamos si no aprendemos todo en los primeros meses de algo. Observar a los niños también nos enseña que aprender no es siempre lineal, sino que a veces uno va y viene, a veces retrocede, pero finalmente progresa.
Dice Tom Vanderbilt que siempre asociamos el aprendizaje con capacidades que son de utilidad para la carrera profesional. Pero aprender algo no relacionado con el trabajo, como jugar a las cartas o al ajedrez puede también tener muy buen impacto en lo laboral, ya que nos permite desarrollar habilidades cognitivas. Convertirse en un iniciado, en un principiante permanente, en cualquier tema, genera mucho aprendizaje en sí mismo. El principiante tiene generalmente una mentalidad libre de preconceptos y prejuicios, es menos categórico en las conclusiones, porque la única expectativa es la de disfrutar del aprendizaje.
Como dice el filoso inglés Robin Collingwood, “una persona deja de ser un principiante en una ciencia y se convierte en un maestro cuando aprende que siempre será un principiante”. ¡Encaremos el 2021 con esta actitud frente al aprendizaje!