Necesitamos cambiar cuanto antes la manera en la cual consumimos energía. Nuestra dependencia en combustibles fósiles solo seguirá agudizando la actual crisis climática. De acuerdo con un estudio realizado por el Global Carbon Project research group, en el 2021 las emisiones de carbono alcanzaron casi el mismo nivel en el que se encontraban en la pre-pandemia. Desde el pasado noviembre, se proyectaba que las emisiones alcanzarían alrededor de 36.4 gigatoneladas al final del año.
Actualmente, un mineral que resulta de gran importancia en el siglo XXI es el litio. Una de las principales funciones de este material es hacer baterías. Por ejemplo, la batería que se encuentra en nuestros teléfonos celulares está hecha con litio. Muchas tecnologías verdes también dependen de estas baterías, como las placas solares y los vehículos eléctricos. Es por eso que estamos viviendo un gran interés a nivel mundial con respecto a ese elemento. Mientras más tratamos de acercarnos a un futuro verde, más importante resulta ser el litio.
Luego del acuerdo de París de 2015, las baterías de litio han tenido un papel muy importante en cuanto a la reducción de uso de combustibles fósiles. Se estima que la demanda mundial de este elemento llegue a 1,79 millones de toneladas métricas anuales (Mt/a) para el 2030, cuatro veces más que la demanda en el 2020. Así mismo, la producción de este oro blanco se ha vuelto un negocio de millones de dólares mientras que al mismo tiempo ha adquirido una enorme importancia geoestratégica.
Hoy en día, el mayor productor de litio es Australia, con alrededor de 40,000 toneladas métricas anuales. El mercado australiano cuenta con un gigantesco potencial de desarrollo en esta industria, puesto a que tienen el 24,54% de las reservas mundiales de litio. Cerca del 49% de la producción y exportación global del mineral proviene de este país. Sin embargo, las mayores reservas de litio en el mundo no se encuentran allí. Para llegar a las reservas más abundantes de la Tierra, hay que ir al otro lado del planeta hacia un lugar conocido como el ‘Triángulo del Litio.’
Aproximadamente, alrededor del 85% de las reservas mundiales de litio se encuentran en esta región de los Andes. Ubicado entre las fronteras de Argentina, Bolivia y Chile, este trio posee una ventaja sobre Australia. El litio sudamericano es de salar, por lo cual su proceso de decantación es mucho más económico, hasta 4 veces más que extraer el material de roca dura. Los países que explotan este oro blanco de la roca dura incluyen a tales como Canadá, Australia, Portugal y Brasil.
A pesar de las enormes cantidades de litio que estos países poseen y las grandes oportunidades que se le presentan al trio, no están libres de obstáculos. En el caso de Bolivia, el país andino ha intentado desde fines de la primera década impulsar su industria del litio. El país ha buscado pasos como firmar acuerdos de explotación con Alemania y Rusia.
En el 2006, el gobierno de Evo Morales hizo la promesa de que el mineral seria el impulsor del desarrollo económico de Bolivia. El entonces gobierno planeaba no solo extraer en grandes cantidades, sino también generar altos niveles de conocimiento y lograr una transferencia tecnológica. Sin embargo, el proceso se ha visto afectado debido a la crisis del COVID-19 y el caos político en el cual el país ha estado sumergido en los últimos años. El pasado marzo de 2021, Alemania y Bolivia retomaron negociaciones sobre el litio.
Con respecto a Chile, el gobierno otorgo dos licencias para la explotación del oro blanco a una empresa china y a una chilena. Son permisos para explorar litio durante un plazo de siete años y lograr explotar hasta 80,000 toneladas. Por esta adjudicación, el gobierno chileno cobro cerca de 121 millones de dólares.
El proceso se encontró con una barricada luego de que la Corte de Apelaciones de Copiapó, en el norte del país, suspendió el proceso de licitación luego de un recurso de protección presentado por Miguel Vargas, el gobernador de Atacama. Tanto el antiguo gobierno de Sebastián Piñera como el nuevo de Gabriel Boric coinciden en la importancia del litio para las arcas fiscales de Chile.
Por su parte, Argentina, con 6,200 toneladas, es el segundo productor sudamericano. En su territorio se encuentran empresas japonesas y australianas, con futuras inversiones de empresas chinas, estadounidenses y surcoreanas por más de 2 mil millones de dólares.
Pero el gobierno de Alberto Fernández tiene sus complicaciones con la extracción del litio. El gobierno argentino busca impulsar el desarrollo del sector, pero se encuentra con dificultades debido a tenciones sociales y ambientales. Por ejemplo, uno de los grandes problemas ambientales tiene que ver con el agua. La minería de litio compite con recursos críticos como el agua, pues se encuentra en zonas de extrema aridez.
Para extraer el mineral, las empresas realizan un pozo con una profundidad entre 200 y 400 metros. Ahí, se extrae el agua junto con los minerales. Luego, el líquido se deja reposar entre uno y dos años y el agua se evapora debido por el sol. El compuesto resultante después necesita grandes cantidades de agua dulce para lograr volverse carbonato de litio.
Por ende, el sector del litio se encuentra con tensiones con las comunidades que habitan las zonas. En el salar de Olaroz y en Catamarca, la minería de litio avanza a pesar de las tensiones con las comunidades. En Salinas Grandes, la cual es una cuenca compartida Salta y Jujuy, viven alrededor de 33 comunidades. Allí, varios proyectos exploratorios han sido frenados, y, por ende, no hay casi presencia empresarial.
En los próximos años, el litio será de gran importancia para el panorama mundial. En Latinoamérica, el panorama es prometedor, pero su futuro con respecto al oro blanco se definirá en cómo se manejen los varios retos que estos países enfrentan.