América Latina y el Caribe está atravesando momentos de gran incertidumbre e inestabilidad. La llegada del COVID-19 profundizó desafíos conocidos por todos, como los altos niveles de pobreza extrema, el desempleo y la informalidad. Para dimensionar esta realidad alcanza con citar un informe de CEPAL, del que se desprende que el PIB de nuestra región ya ha sufrido un retroceso de una década y la pobreza un retroceso de quince años. Esta pandemia, además, expuso la falta de inversión en los sistemas públicos de salud y educación, los retos en materia de acceso a servicios básicos, y el atraso en todo lo referido a modernización y transparencia en áreas de gobierno.
A este escenario, ya complejo y agravado por el Covid, debemos sumar la inestabilidad política presente en la región, que se comprueba observando lo ocurrido en Colombia con las marchas y contramarchas o los resultados de los comicios en Chile, reflejo del descontento de la sociedad con los partidos tradicionales y la inequidad social. También da cuenta de esta inestabilidad las recientes elecciones en Perú, las más polarizadas en décadas y que suman un capítulo más a la tormenta política del país, por el que pasaron cuatro presidentes en cinco años.
¿Qué esta pasando? ¿Son nuevas demandas sociales? ¿Falta de representatividades de los partidos políticos tradicionales? ¿El crecimiento del populismo, de derecha e izquierda en toda la región? ¿O mas bien falta de oportunidades laborales, económicas y de participación para la mayoría de los ciudadanos?
Y en medio de todo este desequilibrio, hay un país en la región que se destaca frente al resto: República Dominicana. Su nuevo presidente, Luis Abinader, ha logrado impulsar políticas que revitalizaron la economía aún en tiempos de crisis, avanza con un proceso exitoso de vacunación masivo y esta recuperando el turismo de todo el mundo, una de las principales fuentes de ingresos del país. Un dato que lo comprueba es el arrojado por el Ministro de Industria, Comercio y Mipymes, Victor Bisonó, quien días atrás reportó un crecimiento de 5% en la economía del país, muy por encima promedio del resto de la región.
Además, durante siete meses seguidos, ha tenido récords históricos en exportaciones desde zonas francas y ha apostado a relocalizar en el país parte de sus operaciones globales, haciendo del nearshoring una política del gobierno.
El renombrado experto Richard Feinberg, profesor de política económica internacional en la Universidad de California San Diego, señalaba a Nearshore Américas la oportunidad única que existe actualmente en la región para atraer capital y empresas que están saliendo de Asia. El mayor descontento con la globalización de las últimas décadas, la creciente competencia entre Estados Unidos y China, la crisis migratoria centroamericana y la renovada relevancia de la seguridad de las cadenas de producción y suministros globales son factores que hacen mas interesantes las estrategias de nearshoring que se están impulsando desde América Latina.
Este ritmo de crecimiento económico y la visión del actual mandatario de mayor apertura a la inversión extranjera vuelven a República Dominicana un atractivo para las empresas de todo el mundo. Asimismo, su ubicación estratégicas y las buenas relaciones que mantiene con el CARICOM y con los países centroamericanos hacen que, desde el norte del continente, sea vista como un lugar estratégico también desde la geopolítica.
Si bien el sendero de desarrollo parecería el correcto, existen muchos retos pendientes, principalmente relacionados con una mayor integración comercial, basada en exportaciones de valor agregado, el balance de la relación del país con Estados Unidos y China, y la mejora del sistema educativo necesaria para contar con una población que aproveche estas oportunidades, y que cuente con las capacidades y habilidades que requieren las sociedades de conocimiento del siglo 21.
El autor de este artículo es Gabriel Sánchez Zinny, exministro de Educación de la provincia de Buenos Aires, Argentina; y Director en Blue Star Strategies, Washington DC.