Esta semana los mercados internacionales recibieron dos reportes de gran impacto, tanto por su contenido, pero sobre todo por quienes los hacen. Citibank no descarta que el petróleo caiga a 20 dólares por barril; y Barclays Bank ve la acción de Apple en 150 dólares.
Si bien ambas predicciones tienen sus méritos, adherentes y detractores, nos convocan a una reflexión sobre el futuro económico en toda América Latina.
En materia petrolera hay quienes ven el piso del precio por barril en 30 dólares y resistencia para que suba de los 60 dólares. En cuando a la acción de Apple, hay quienes argumentan que se estabilizará en el rango de 120-125 dólares, donde se encuentra por ahora, hasta el anuncio de algún nuevo hito en la historia de este gigante de la innovación; pero que sin duda la empresa está mejor que nunca y llena de efectivo, lo cual la sigue haciendo una inversión muy apetecible.
Sin embargo, y al margen del debate sobre esas proyecciones, subyacen en ambos pronósticos un par de hechos y tendencias muy claras.
La primera, es que el mercado de energía cambió para siempre, y el viejo adagio (que algunos atribuyen a Rockefeller y otros a Getty) según el cual “el mejor negocio del mundo es una empresa petrolera bien administrada, y el segundo una petrolera mal administrada”, parece estar cediendo terreno, para no decir que perdiendo vigencia. Pero en todo caso, queda claro que una economía dependiente de esa materia prima ya es potencialmente tan frágil como las que dependen de cualquier otra materia prima. Lo saben los Sauditas o los Kuwaitíes, que invierten en petróleo y sus ganancias en energías alternativas, y en la economía real o la del conocimiento. Lo mismo hacen BP y Exxon al invertir en una cesta de alternativas energéticas al petróleo.
La referencia a Exxon es buena para hacer una transición al segundo hecho o tendencia a cuyo análisis nos convoca el informe de Barclays cuando hace pronósticos sobre la acción de Apple. El valor de la capitalización del gigante de la energía Exxon (empresa que reinaba como la de mayor valor del mundo por décadas, con una valoración de 400 millardos de dólares) es hoy superada por el valor de capitalización de Apple (700 millardos de dólares) y pelea por el segundo lugar con Google (397 millardos de dólares). Por cierto, es de hacer notar que estos valores de capitalización son mayores que el PIB de muchos países latinoamericanos
¿Qué significa esto? Que el desarrollo contemporáneo tiene como elemento central a la economía del conocimiento. Sin entender esto, no hay forma de vincularse a las cadenas de valor agregado que se requieren para montarse en el autobús de la historia, y en consecuencia, las brechas que se abren con respecto a las economías desarrolladas son virtualmente insalvables, deteriorándose entonces la calidad de vida en los países que no asuman exitosamente ese reto.
En America Latina está abierto un gran debate sobre todos estos temas, y varios países están aplicando con acierto políticas que los colocan en la dirección correcta.
Es simplemente angustiante ver que Venezuela, uno de los países con mas riqueza para apalancar esa transición invirtiendo bien el caudal de recursos que le genera el negocio petrolero, está atrapada, sin sentido, por un gobierno que sigue buscando soluciones en la reincidencia con controles de cambio que ya no han funcionado, mientras asfixian el potencial de PDVSA como pivote de una estrategia de desarrollo nacional; sin que existan planes de inversión pública coherentes para apoyar la educación, la producción y la productividad, al mismo tiempo que se hostiliza contra la inversión y la propiedad privada, piedras angulares del emprendimiento y la innovación necesarias para moverse en la dirección de la economía del conocimiento.
Es hora de asumir el debate, estamos ante otra revolución, que no es la del Chavismo, sino la del conocimiento.
Leopoldo Martínez Nucete – IQLatino