Después del nacimiento de su hija, Mark Zuckerberg (fundador y CEO de Facebook) anunció que tomaría dos meses de permiso de paternidad (su empresa ofrece un máximo de 4 meses), dejando a cargo nada más y nada menos que a la Jefe de Operaciones de la compañía y escritora del excelente libro Lean In (en español: Vayamos Adelante) Sheryl Sandberg.
Pocos días después, Zuckerberg anunció por medio de su perfil de Facebook, que él y su esposa Priscilla donarán el 99% de sus acciones en Facebook a la misión de “promover la igualdad y el avance del potencial humano” por medio de la Iniciativa Chan Zuckerberg. Estamos hablando de acciones que están actualmente valoradas en US $45,000 millones de dólares.
¿Qué pueden aprender los empresarios del mundo -especialmente en Latinoamérica- de esto? Primero, Zuckerberg ha demostrado pertenecer a una especie nueva de empresario, una especie que no abandona a su familia por sus negocios, ni delega la paternidad en la madre de sus hijos o en terceros. Zuckerberg entiende también su rol de CEO como modelo a seguir para el resto de sus empleados. Si él hubiese decidido no tomar un permiso substancial de paternidad, muchos de los empleados de Facebook que tienen aspiraciones de crecer dentro de la empresa, tampoco tomarían el suyo. Investigaciones del Centro para el Trabajo y la Familia de Boston College demuestran que un 96% de los hombres estadounidenses toman menos de dos semanas después del nacimiento u adopción de sus hijos. Estos hechos no sólo afectan a los hombres que desean pasar ese tiempo con su familia y no pueden hacerlo, sino también los millones de mujeres que se han incorporado al mercado laboral y tampoco pueden tomarse unos meses para pasar con sus hijos recién nacidos, en muchos casos porque no les es permitido y en otros casos porque el hacerlo las pone en desventaja con sus contrapartes masculinas.
Una segunda lección viene del hecho de donar 99% de sus acciones de Facebook a proyectos de desarrollo. En 2010 Zuckerberg firmó junto a multimillonarios como Bill Gates y Warren Buffett el llamado “The Giving Pledge” (el compromiso de dar), una promesa de donar al menos 50% de sus fortunas a caridad. Para el 2012 ya 81 multimillonarios habían firmado el acuerdo.
Mientras aceptamos que los multimillonarios del mundo tienen la libertad de hacer lo que deseen con sus fortunas, es extremadamente alentador ver cómo muchos de ellos se han comenzado a comprometer en la construcción de un mundo mejor. Hace algunas décadas los gobiernos estaban encargados de invertir en soluciones a los problemas más grandes que afectan al mundo en el que vivimos. La promoción de la educación, la exploración del espacio e investigaciones para el desarrollo de nuevas tecnologías, la reducción de la pobreza y el hambre, y más eran algunos de los objetivos e inversiones hechas por el estado. ¿Por qué el estado? Porque era el único ente con la capacidad de hacer inversiones – ¿apuestas? – a largo plazo tan grandes y riesgosas.
Los tiempos han cambiado. Empresarios como Elon Musk y Sir Richard Branson están haciendo grandes apuestas para democratizar y reducir los costos de la exploración del espacio y de energías sostenibles, a costa de sus bolsillos pero en beneficio del futuro de la humanidad. Así mismo Bill y Melinda Gates han dedicado gran parte de su fortuna para promover el acceso masivo a la salud, la educación y el desarrollo sostenible.
Como sus predecesores, Mark Zuckerberg tiene un plan propio. Según la carta que escribió a su hija, el dinero donado estará destinado en reducir la desigualdad de oportunidades y a promover el avance del potencial humano, especialmente por medio de inversiones a largo plazo para construir tecnologías que tengan un impacto social. Esto es sumamente importante no solo para Estados Unidos sino para el resto del mundo, especialmente en Latinoamérica en donde el capital semilla para tecnologías que sólo pueden desarrollarse a largo plazo (5, 10 o más años) es prácticamente inexistente, y en donde la responsabilidad social empresarial es vista como una obligación tediosa para las empresas y no como un compromiso y oportunidad para tener un impacto positivo en la vida de generaciones futuras.
Mark Zuckerberg nos ha mostrado con ejemplos muy contundentes un refrescante modelo de empresarios que demuestran que se puede ser buen esposo, padre y CEO a la vez; y que se puede hacer dinero y al mismo tiempo tener un impacto grande y positivo en la humanidad. Definitivamente un modelo de empresariado al que vale la pena aspirar.