La Organización de los Estados Americanos inicia una nueva etapa bajo el liderazgo de Albert Ramdin, el diplomático surinamés que, a sus 67 años, se convierte en el primer caribeño en asumir la Secretaría General del organismo. Su elección, por aclamación de los estados miembros, marca un cambio en la dirección de la institución y refleja el creciente protagonismo de las naciones del Caribe en la diplomacia regional.
Un veterano de la diplomacia interamericana
Ramdin no es ajeno a la OEA. Entre 2005 y 2015 desempeñó el cargo de secretario general adjunto, consolidándose como un actor clave en la organización. Desde 2020, ha sido ministro de Relaciones Exteriores de Surinam, fortaleciendo los lazos de su país con la Comunidad del Caribe (CARICOM) y la región en general. Su perfil de negociador experimentado y su apuesta por el multilateralismo fueron factores determinantes en su elección.
Un mandato con desafíos urgentes
Ramdin asumirá el cargo el 25 de mayo de 2025, en un momento en que la OEA enfrenta retos políticos y estructurales significativos. La crisis en Haití, el estancamiento diplomático con Venezuela y Nicaragua, y la creciente presión de Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump marcarán su agenda. Su enfoque conciliador lo ha llevado a defender el diálogo con el gobierno de Nicolás Maduro y a buscar mayor apoyo internacional para la estabilización de Haití, posiciones que lo diferencian de su predecesor, Luis Almagro.
La visión de un caribeño en la OEA
La elección de Ramdin es un hito para los países caribeños, tradicionalmente subrepresentados en la OEA. Su llegada al cargo refuerza las demandas de la región sobre asuntos como el cambio climático, el desarrollo sostenible y la crisis de deuda que afecta a muchas de estas naciones. Su liderazgo podría traducirse en un mayor equilibrio dentro de la organización, dando voz a los intereses de los países más pequeños frente a las potencias continentales.
Un estilo pragmático y orientado al consenso
Los analistas destacan en Ramdin una “tranquila seguridad”, como la describió el presidente de Surinam, Chan Santokhi. Su diplomacia se basa en la búsqueda del consenso, algo que podría marcar un contraste con la gestión de Almagro, criticado por su enfoque frontal en temas polémicos como la crisis venezolana. Su postura sobre la creciente influencia de China en América Latina también sugiere un equilibrio distinto: Ramdin aboga por un enfoque inclusivo, en el que todos los países tengan “la misma oportunidad de hablar, influir y contribuir”.
Con su amplia trayectoria en organismos multilaterales, Ramdin enfrenta ahora el reto de revitalizar la OEA, un organismo cuya relevancia ha sido cuestionada en los últimos años. Su capacidad para generar consensos, atender las demandas de los países más vulnerables y navegar las tensiones políticas en la región determinarán el legado de su gestión hasta 2030.