El saliente asesor Jefe de Economía de la Casa Blanca, Alan Krueger acaba de dar uno de los discursos de economía política más interesantes que he escuchado. Lo hizo en una inusual presentación en el Salón de la Fama del Rock and Roll.
Ya al anunciar el retiro de Krueguer, el presidente Barack Obama había adelantado pistas de este discurso al indicar que su asesor estaría dejando su puesto gubernamental para regresar a enseñar economía en Princenton y que allí este apasionado guitarrista de garage podría abrir una nueva cátedra de Rockenomics.
“Cada vez más nos estamos convirtiendo en una economía donde el ganador se lo lleva todo, un fenómeno que la industria de la música ha experimentado desde hace mucho tiempo ya”, dijo Krueger en Cleveland. “En las últimas décadas, cambios tecnológicos, la globalización, y la erosión de las instituciones y prácticas que promueven la prosperidad compartida en los Estados Unidos, han puesto a la clase media bajo un stress creciente”.
Krueger tituló su discurso de la semana pasada “Land of Hope and Dreams” en honor a la canción de su paisano Bruce Springsteen. Springsteen, The Boss, puede jactarse de haber concluido una de sus más grandes giras de conciertos el año pasado, en la que recaudó más de US$ 199 millones, un poco menos que lo hecho por Madonna. Ambos son emblemas de la economía de las “superestrellas” del presente.
En música como en muchas otras industrias, explicaba Krueger, la mayor parte del pastel se lo comen un manojo de intérpretes que conforman la crema y nata del hall de la fama.
“Los afortunados y los talentosos -y a menudo es muy difícil establecer la diferencia- han venido haciéndolo mejor y mejor, mientras que la gran mayoría pasa trabajo para mantenerse”, dijo.
Los economistas señalan una amplia gama de razones para la creciente concentración de la riqueza, como la tecnología y la globalización. Pero Krueger subraya el papel que tiene la suerte -indicando que por cada superestrella, hay muchos otros intérpretes igualmente talentosos que no alcanzan jamás un nivel de atención tan siquiera similar.
La canción de Bob Dyland “Like A Rolling Stone” casi pasó desapercibida por el sello Columbia Records. Afortunadamente y casi por casualidad la notaron y pasó a ser considerada por muchos, como lo subraya la propia revista Rolling Stone “la más grande canción de rock de todos los tiempos”.
Los cambios tecnológicos han alterado el negocio de la música haciendo que cada vez más los artistas dependan de sus conciertos para hacer dinero. Esa es una de las razones, explica Krueger, por la que las entradas se han hecho cada vez más caras.
Pero, como la mayoría de los especulativos revendedores de tickets saben, muchos artistas no cobran tanto como podrían por sus conciertos, por miedo a que se rompa un pacto implícito con su fanaticada: El derecho de todos a tener la oportunidad de escuchar su obra y apreciar el arte de sus ídolos.
Siguiendo con esa argumentación, el economista sostiene que la mayor parte del siglo XX, la economía estadounidense y de gran parte del mundo occidental, estuvo gobernada por un pacto social similar. La idea de que las ganancias económicas deben ser compartidas ampliamente por la sociedad.
Esta filosofía fue reforzada en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial por un sistema impositivo progresista, los sindicatos y aumentos regulares en los sueldos mínimos.
“Yo creo que ese pacto social era bueno para los negocios y era bueno para la economía”, dice Krueger. “Pero ese pacto social empezó a quebrarse en los años 80”.
Desde 1982, el 1% en el tope de los artistas de la música han saltado de acaparar el 26% de las ventas de conciertos a un 56%.
Desde entonces, como parecen demostrar los gráficos y estadísticas blandidas por Krueger, se puede hacer un paralelismo con la economía en sentido más amplio: los que ganan más han visto sus ingresos dispararse al cielo, mientras que las clases medias han estado braceando para mantenerse a flote, prácticamente sin moverse, y aquellos que están en la parte inferior de la escalera de hecho han caído aún más bajo.
La tecnología digital ha expandido el mercado global de las bandas más famosas y, paradójicamente, reducido el mercado local de las que aspiran ascender. Experimentos demuestran según Krueger que no es sólo una cuestión de meritocracia y talento, sino sobre todo de suerte. La percepción de la popularidad marcan cómo y qué música disfrutamos.
“Además del talento, factores arbitrarios pueden llevar al éxito o el fracaso, como por ejemplo si otra banda hace el lanzamiento de una canción más popular que tu banda al mismo tiempo”. Como lo demuestra el documental ganador de un Oscar “Buscando a Sugar Man” basado en la vida del rockero Sixto Rodríguez. “La diferencia entre un Sugar Man, un Dylan o un Post Break Tragedy depende mucho más en la suerte de lo que es comúnmente aceptado”, insiste Krueger.
Un convencido demócrata Keynesiano, el ex asesor de Obama promueve políticas que apuntan a mitigar esta tendencia y doblegar los designios de la fortuna. Su balada es a favor de una clase media vigorosa que no sólo daría combustible a la economía estadounidense, sino que promovería la igualdad de oportunidades. De lo contrario, piensa que talentos innovadores en la música y en los negocios, el próximo Bob Dylan o Bruce Springsteen, bien podrían nunca tocar una guitarra en público.
Si quieren pueden escuchar la conferencia completa acá en el video grabado por el museo del Rock:
ROGER SANTODOMINGO @CodigoRoger | IQ Latino @IQlatino
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