En 1988 el ginecólogo Jorge Gronda subió a la montaña de la puna, en el norte argentino, tras renunciar al hospital central de Jujuy, la provincia argentina fronteriza con Chile y Bolivia. Estaba desencantado por la forma como los médicos trataban a la población de etnia kolla. Su plan era comenzar en la montaña un criadero de vicuñas, una de las especies originarias del altiplano. Pero las mujeres indígenas le demandaban atención médica. Abandonó el proyecto personal y comenzó como voluntariado a atender a las mujeres de la etnia kolla en la montaña. Fue el principio de lo que años más tarde sería un nuevo sistema que denominó SER.
Cuando las mujeres indígenas bajaban a la ciudad y no las atendían en el hospital público gratuito, se dirigían a la consulta ginecológica privada de Jorge Gronda. No les cobraba y representaban casi 70% de sus pacientes, pero eso hizo insostenible el modelo.
Con este desafío, ideó un nuevo modelo de negocio, definiendo lo que denomina “un precio justo”. Lo bautizó Sistema SER y sumó a médicos de otras especialidades en la provincia. “Incorporar prácticas de otras disciplinas hace innovador al modelo de Gronda”, asegura Tomás Kidd, académico de la Universidad Torcuato Di Tella que estudió el caso para incluirlo en el libro Marketing in Growth Markets, que se publicará este año. “No se parece ni al modelo de salud pública ni al privado”, agrega.
En SER, mediante una suscripción anual de US$ 5 se accede a una red de especialistas, sin sobrecostos. La clave es eliminar los pagos a los intermediarios que tiene el sistema privado de salud en Argentina, y con el beneficio para cada médico de recibir en efectivo la paga. “Permite que el precio de la atención sea tres o cuatro veces más bajo”, dice Jacqueline Pels, académica de la Universidad Torcuato di Tella y coautora junto a Kidd del caso basado en Gronda.
El sistema se consolidó en 2005, cuando se estableció una fundación como administradora. Los pacientes recibieron una tarjeta de usuario, la que se constituyó en un elemento simbólico del sistema. Para Pels, es un elemento clave que empodera a los usuarios kolla. “No tienen muchas veces ni documento de identidad y tener un carnet representa no ser un excluido”, comenta.
Más adelante, Gronda incorporó a antropólogos para conocer de primera mano la cosmovisión de estos indígenas y eliminar en los médicos las “fronteras”, a veces rayanas en el racismo.
En 2008 el Ministerio de Salud argentino, asombrado con SER, contrató a la fundación para realizar atención gratuita a las mujeres en la puna de Jujuy, con mayor respaldo y recursos. En el primer viaje, el ginecólogo invitó a cuatro médicas recién tituladas para probar etnográficamente si se podía mejorar la relación entre kollas y médicos.
Tras seis meses contacto con la montaña, las cuatro médicas ingresaron a SER. Gronda decidió repetir la experiencia, y en alianza con el Ministerio, invitó a otros médicos a visitar la puna jujeña. Allí atendieron a una comunidad que por siglos ha vivido sin agua potable o electricidad y con una cosmovisión ritual de conexión con la Pachamama.
SER ya contaba en 2010 con 60 médicos afiliados y 46.000 pacientes entre mujeres, hombres y niños, kollas y no-kollas. El modelo había crecido y funcionaba, pero Gronda se retiró por agotamiento psicológico y profesional. Un uevo equipo mejoró la gestión, demostrando que SER podía sobrevivir sin su fundador.
Hoy de regreso, Gronda preside la Fundación SER y está retomando su consulta ginecológica adherida al modelo de salud que creó. Pero su principal entusiasmo está en promover que otros repliquen el modelo.
Fuente: Reportaje original de David Cornejo publicado en América Economía | @IQLatino