Followers, fans, contactos, retuits y comentarios. Aunque algunos de los términos más habituales en redes sociales han sido admitidos a velocidad de vértigo por la Real Academia Española, todavía son muchos a los que les cuesta familiarizarse con este nuevo entorno de comunicación, que, nos guste más o menos, ha llegado para quedarse.
Es comprensible una actitud inicial de rechazo entre muchos de los que no somos nativos digitales, pero no queda más remedio que adaptarse para no quedar excluidos y, en el caso de la comunicación de la innovación y ciencia, resulta un entorno especialmente favorable.
El esquema de funcionamiento de los social media, por su arquitectura en red, se adecúa al planteamiento de la innovación abierta. El conocimiento debe ser compartido para retroalimentarse y generar, a su vez, nuevo conocimiento, y las redes sociales lo facilitan.
Open Innovation significa superar los límites de la organización y combinar el conocimiento interno con el externo para sacar adelante los proyectos de estrategia y de I+D, y conecta directamente con el fenómeno de la inteligencia colectiva, que surge de la colaboración de muchos individuos ahora posible a través de las redes sociales. Las redes permiten un trabajo colaborativo que consumiría mucho tiempo y esfuerzo o sería imposible con otros medios de comunicación tradicionales.
Tenemos el ejemplo de la red Quora.com, creada en Sillicon Valley y definida como una red social de conocimiento generado por las preguntas y respuestas de sus usuarios. Esto es sólo una experiencia, pero el concepto nos vale. Se trata de una nueva manera de trabajar y comunicarnos.
La viralidad, la inmediatez y el contacto directo de persona a persona son características de estos nuevos medios de comunicación que les otorgan un poder nada desdeñable. Por añadidura, el acceso a las redes sociales en movilidad gracias a la veloz extensión de los smartphones y tablets en el último año hace el fenómeno aún más potente.
Las redes se han convertido en un magnífico escaparate y, al mismo tiempo, en un lugar de encuentro para compartir conocimiento. Ninguna de estas dos utilidades debería ser desaprovechada ni a nivel personal ni como empresa o institución.
La conversación se ha iniciado y ahora, también desde las redes, continuamos aportando nuestro granito de arena a la difusión de la cultura de la innovación.
En este nuevo entorno, resulta necesario adquirir nuevas habilidades, conocer nuevas herramientas y, sobre todo, asumir actitudes como compartir, colaborar o participar. El potencial de alcance a través de las redes es muy valioso y, aunque comporta sus riesgos, merece la pena aprender a manejarlas para aprovechar al máximo sus utilidades. Y en el ámbito de la innovación, con mayor motivo, dada las posibilidades de colaboración potencial, compartir conocimiento y crear una comunidad de valor.
Vanessa Moreno, directora de Comunicación y RRII de CTA | El Economista