Hasta hace no mucho, muchos niños de Río de Janeiro pedían en las calles o entraban en el mundo delictivo, pero dos escuelas de surf que atienden a los jóvenes de Rocinha, el mayor barrio marginal de la ciudad brasileña, han ayudado a cambiar eso.
Ricardo Ramos, que creó la Escuela de Surf Rocinha hace dos décadas, ha dado clases gratuitas a más de 2.000 pequeños de las favelas de la ciudad con la esperanza de que los niños, y unas cuantas niñas, se mantengan ocupados con el deporte y lejos de las calles.
Para ejemplo Cristiano Gomes, de 18 años. Antes de aprender a surfear en la escuela, “la vida era bastante mala”, dice. Hacía malabares a cambio de unas monedas para conductores de una transitada intersección en una autopista a los pies de la favela Rocinha.
Ahora, está entre los 10 mejores de la liga de surf junior de Río. Inspirado por la reciente eclosión de surfistas brasileños en la élite mundial del deporte, asegura que está centrado en convertirse en el primer profesional que sale de la escuela y en poder ganarse la vida con las olas.
Magno Neves da Silva, ahora de de 23 años y natural de la favela Cantagalo, se inició en el deporte los 8 años cuando un instructor lo descubrió montando en su monopatín por el barrio y le enseñó a tomar olas.
“Mi sueño hasta hoy es ser surfista profesional”, dijo Silva, que trabaja paseando perros para poder llegar a final de mes. Parte de la culpa la tiene la relativa falta de infraestructura para este deporte en la ciudad.
Fuente: Reportaje originalmente publicado en AP | versión IQ Latino
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