Cada año se producen 100 millones de toneladas de plástico. Doscientos kilos de ellos se vierten en los mares y océanos de la tierra cada segundo. Ocho millones de toneladas cada año. Son los datos que presentó Greenpeace en un informe el verano pasado.
Hace dos años, científicos de la Universidad de Plymouth publicaron un estudio en la Royal Society Open Science que indicaba que 4.000 millones de fibras de plástico se acumulaban en cada kilómetro cuadrado del lecho marino de las aguas profundas de todo el mundo, según una nota de Iq Latino. “El rayón -un polímero no plástico creado por el hombre utilizado en productos de higiene personal y prendas de vestir- representa un 56.9% de las fibras vistas, y en el resto aparecen poliéster, poliamidas, acetato y acrílico”, decía el artículo.
El informe de Greenpeace, que se llama “Plásticos en el pescado y el marisco”, indica que hay entre 5 y 50 billones de microplásticos en todos los mares.
Reino Unido anunció que prohibirá el uso de microplásticos en los cosméticos a partir de 2017.
Mientras tanto, mentes creativas impulsan inventos que pueden ayudar a aliviar esta latente catástrofe ecológica: una aspiradora para océanos, un envase hecho con la técnica culinaria de la esferisficación y carreteras hechas con polietileno. Estos proyectos todavía están en fase primaria, o incluso en papel, pero son totalmente viables: en India se han puesto en práctica con su propia basura. Y, sin duda, necesitan de una mayor concienciación de los consumidores y los fabricantes sobre el gigante impacto ambiental del plástico en el planeta, que al mismo tiempo potencie la prevención.
The Ocean Cleanup:Han pasado seis años desde que Boyan Slat, un holandés que con sólo 16 años inventara The Ocean Cleanup, una especie de costa artificial, explica El Mundo, que aprovecha las corrientes del agua para acumular en ella el plástico que arrastren. Con unas pantallas amarradas al lecho marino, con una estudiada orientación, “los plásticos son arrastrados para acabar concentrándose en el centro de la matriz. Un punto central los recolecta y clasifica antes de enviarlos a tierra, con el plan de venderlos y así compensar costes”, explica el diario. “¿Por qué moverse por el océano si el océanos puede moverse hacia ti?”, es el motto del invento. Por eso es un sistema de limpieza pasivo. “La basura del océano es vasta pero está dispersa. Actuando como una costa artificial, concentramos pasivamente el plástico por orden de magnitud, impulsados 100% por las corrientes naturales del océano. La matriz de Ocean Cleanup está diseñada para ser tan flexible como sea posible. Esto le permite moverse con las olas, lo cual es clave para asegurar que la estructura será capaz de sobrevivir a las más extremas condiciones. Nuestras unidades de limpieza pasiva están diseñadas para capturar prácticamente cualquier tipo de desechos. Los modelos muestran que si se utilizan vastas corrientes rotatorias del océano, los sistemas de limpieza con una envergadura combinada de 100 kilómetros, podrían recoger casi la mitad de la sopa de plástico del Pacífico (la gran mancha de basura del Pacífico) en 10 años”, dice la página de Ocean Cleanup. El equipo de 50 personas que dirige Slat –la mayoría vienen de la industria petrolera y aplican su conocimiento sobre el uso de las plataformas petroleras en el agua– acaba de lanzar el prototipo del invento en el Mar del Norte, con 100 metros de esta costa artificial, le contó a El Mundo. El proyecto piloto saldrá en 2017 y el definitivo, previsto para 2020, será “mil veces más grande”. O quizás antes, dijo Slat: “Recientemente, hemos hecho algunos avances en el diseño y el sistema, por lo que será más rentable”. Porque todavía están trabajando en la viabilidad económica del proyecto. De filantropía, incluido el micromecenazgo, The Ocean Cleanup ha logrado recaudar más de 11 millones de dólares, que destinarán el piloto, “por lo que la estrategia actual es ‘invitar a tres, cuatro o cinco compañías para que se asocien a esta primera operación de limpieza’, prosigue. Más que un sponsor, la idea es que se unan con ‘propósitos internos, de I+D’ “, explicó el periódico. “El objetivo es limpiar lo máximo en el más corto periodo de tiempo. Así prevenimos que los grandes plásticos se conviertan en micro. Éstos suponen el 3% de todo el plástico de los océanos, pero el 97% restante se convertirá en microplásticos en décadas si no los limpiamos, por eso es tan urgente”, comentó a El Mundo.
La gotella: Rodrigo García, español de 31 años, inventó esta manera de almacenar –encapsular– agua dentro de una doble membrana de algas y calcio como sustitutos de las botellas del plástico (80% de cuya composición no se recicla, según España Gastronomía). Se llama gotella por una combinación de las palabras gota y botella. García tuvo la idea observando las gotas de agua, la manera cómo los líquidos se almacenan en los tejidos, y usó la técnica de la esferisficación popularizada por el cocinero Ferran Adrià. Encapsula agua congelada en la membrana, que se convierten en envases de agua “de textura gelatinosa, resistente, biodegradable como una piel de fruta y (…) comestible”, dice El Mundo. Cada unidad cuesta dos céntimos, un coste muchísimo menor que el de las botellas de polietileno con agua, que, como recuerda España Gastronómica, cuestan más por el envase que por el contenido, y permite que el líquido y la membrana se conserven en buenas condiciones higiénicas y su superficie puede llevar adhesivos que no afectan la calidad del agua, dice España Gastronómica. El proyecto es el primero de la startup Skipping Rocks Lab, fundada en el Londres por García, Guillaume Couche y Pierre Paslier. El Mundo entrevistó a García, a quien califica como el Da Vinci español. Dice que las embotelladoras más grandes del mundo lo han contactado, “aunque su implantación industrial parece todavía lejana”. El periódico aporta este dato: el ser humano ha producido 5.000 millones de toneladas de plástico en los últimos 40 años. “El consumo de recursos no renovables solo para el uso de botellas de agua y la cantidad de desperdicios generados es profundamente insostenible”, dice la página de Skipping Rocks Lab, que cuenta también con científicos de experiencia en la ingeniería de los polímeros, especializados en sostenibilidad, y el uso de alginato y membranas”. El proyecto se llama Ooho! en Londres: Ooho water, la botella de agua comestible, o agua que te puedes comer, son sus eslóganes. Recibió el premio World Technology Award en la categoría de ambiente, un reconocimiento que otorgan las revistas Fortune y Time.
Carreteras de plástico: La empresa holandesa VolkerWessels podría lograr que la ciudad holandesa de Rotterdam tenga una carretera enteramente pavimentada con el plástico reciclado de las botellas botellas de polietileno. El ayuntamiento de esa ciudad lo ha estado considerando como piloto desde el año pasado, publicó The Guardian, “como una alternativa más verde al asfalto”, que emite 1,6 millones de toneladas de CO2 al año, 2% de todas las emisiones del transporte por carretera, según datos que aporta el periódico. “Requiere menos mantenimiento que el asfalto y puede aguantar temperaturas más extremas, entre -40 y 80 grados centígrados”, dice el periódico. Otra ventaja es que puede echarse sobre la carretera en apenas semanas, mientras el asfalto tarda meses, “tres veces más”, cita The Guardian a sus creadores. El anuncio fue hecho hace un año y todavía está en proyecto, como se ve en la página de la compañía. “El plástico es mucho más sostenible y abre la puerta a un número de nuevas innovaciones”, escriben en la presentación, como generación eléctrica y construcciones modulares. Por lo tanto, la carretera de plástico contaría con un espacio vacío en el que podrían almacenarse cables, tuberías y drenajes para el agua de lluvia. La web comenta que el concepto está alineado, justamente, con The Ocean Cleanup. “El plástico reciclado se convierte en partes prefabricadas de la carretera que pueden ser instaladas en una pieza”, lo cual, afirman, hacen de la construcción de la carretera algo más sencillo, porque reducen el impacto de la construcción de la vía in situ, y su calidad es mucho más fácil de controlar. Las partes son ligeras, el material es resistente a la corrosión y al clima. “Estimaciones predicen que la vida útil de las vías sería triplicada. Lo que implicaría menos mantenimiento de las vías, menos tráfico y desviaciones”, dice la web de la compañía. La idea está todavía en papel, dijo el vocero del ayuntamiento a The Guardian. Lo que seguía era probar el proyecto en un laboratorio y estaban buscando socios para realizar el piloto, además de fabricantes en la industria del plástico, del sector del reciclaje, de universidades.
En India, por su parte, tienen ya experiencia haciendo vías con plástico triturado –no reciclado–, desde hace 15 años. Jambulingam Street, en tal, fue una de las primeras, como una respuesta “al creciente problema de la basura de plástico”, explica The Guardian en otro artículo. La calle, construida en 2002, no tiene baches ni grietas: “Con el paso del tiempo, las carreteras de polímeros probaron ser sorprendentemente duraderas, y ganaron el apoyo de científicos y dirigentes”. Dice el periódico que ahora existen más de 21.000 vías de este tipo en India, la mayoría rurales.