La palabra clave es “anticiparse“, adelantarse a los hechos e identificar líneas de comportamiento antes de que se active una espiral de violencia y se produzca un desenlace lamentable. Y la única manera posible de hacerlo es con la ayuda de quienes son los protagonistas del conflicto. Esta es la filosofía de fondo que experimentaron en Chicago, en 1995, para hacer frente a los brotes de violencia que generalmente dejaban víctimas a su paso. El modelo llamado Cure Violence se reprodujo más tarde en Baltimore, Nueva York, Nueva Orleans, Oakland y Filadelfia, donde ha obtenido resultados importantes.
Ahora, un experimento piloto de este mismo tipo se traslada a Trinidad y Tobago. La operación se desarrollará 22 comunidades piloto con altas tasas de criminalidad de la nación caribeña y recibirá US$ 24,5 millones por parte del Banco Interamericano de Desarrollo con los que se financiarán las intervenciones preventivas que enfrenten los factores de riesgo más próximos y que sean capaces de modificarse.
El Programa de Seguridad Ciudadana abarca el fortalecimiento institucional del Ministerio de Seguridad Nacional; los programas piloto para el desarrollo de la juventud; la prevención de la violencia doméstica; el fortalecimiento de la Policía Comunitaria; manejo de medios; movilización ciudadana y la transformación de los jóvenes transgresores.
Con este proyecto, Trinidad y Tobago se convertirá en el primer país de América Latina y el Caribe en reproducir este enfoque, que al igual que el modelo original, se busca identificar a algunos miembros de los grupos en riesgo de la comunidad y trabajar con ellos para que hagan las veces de “interruptores de violencia”. Por lo general, se trata de personas respetadas por sus pares y conscientes de la “cultura” local, con quienes se pueden atajar los detonantes de la violencia.
Grei Booker, directora de Cure Violence en un sector de Queens, en Nueva York, explica que este modelo “interrumpe el ciclo de la violencia, y se centra en el principio de la reducción del daño por encima de todo“.
Booker enfatiza que el trabajo no solo consiste en reducir los tiroteos y asesinatos. Para curar la violencia, es preciso localizar los comportamientos que puedan alentar los conflictos, antes que atender el “problema inmediato”. Por ejemplo, explica la experta, no poner todos los esfuerzos en que los jóvenes dejen las drogas o las pandillas, y en cambio insistir en la necesidad de que puedan resolver sus diferencias sin recurrir a disparar o matar.