Los guna, los habitantes del archipiélago Guna Yala de Panamá, en el Caribe, tienen todos los números para estar entre los primeros desplazados por el cambio climático del planeta el mar se podría comer a sus 30 islas y 400 islotes. Desde los años 50 del siglo pasado, las aguas del Caribe han crecido entre 20 y 25 centímetros. El crecimiento es más acelerado desde 2012.
Diwigdi Valiente, siendo guna él mismo, oteó el problema hace unos años. Había regresado de un congreso en Dublín, Irlanda, y se embarcó en el propósito de encarar el problema dentro de su comunidad, escribe Rocío Aguilera para El País. Se autodenominó “el guerrero contra el cambio climático”.
Valiente es de Playón Chico, la segunda isla más grande del archipiélago, donde viven unas 4 mil personas. Estudió en Suiza y España, Administración Internacional de Hotelería y Diseño de Modas. Hizo un master en Economía y Finanzas. Y también tiene vocación para la expresión artística.
Su facilidad para viajar le ha permitido completar la conversación entre lo que dicen los expertos internacionales sobre del cambio climático y los testimonios vivientes del problema en su propia isla.
En 2016, puso en marcha un proyecto de concienciación a través del arte. Desde entonces convoca a artistas de distintas áreas para realizar trabajos y actividades con los niños. Por eso el proyecto se llama Burwigan, que en la lengua dulegaya, la que hablan los guna, significa “niños”.
“Los niños tienen el poder de cambiar los patrones negativos en nuestra sociedad y proteger nuestro medio ambiente”, dice Valiente en la explicación del proyecto en su página web.
“Lo que hacemos es llevar artistas que realizan diferentes talleres en conjunto con la comunidad, con los niños, con los maestros y las mujeres para crear conciencia sobre cómo el cambio climático les va a afectar en los próximos años”, agrega, citado por Rocío Aguilera.
Artistas de varios países han visitado Playón Chico para hacer talleres con los niños.
Han hecho talleres con hasta 80 niños, y también exposiciones del trabajo realizado, con plástico, latas y desechos que reciclan para convertirlos en arte. En uno, por ejemplo, hicieron esculturas con plástico en forma de pescado. Las pusieron junto a edificaciones, casas y palmeras, para mostrar a qué altura estaría el nivel del mar en las próximas décadas.
El archipiélago Guna Yala, conocido también como el archipiélago de San Blas, es uno de los destinos favoritos del turismo al Caribe. Funciona como una comunidad autonónoma.
Los guna llegaron a estas islas hace más de 150 años desde tierra firme. Antes vivían en las selvas colombianas, cuando Panamá no era todavía una nación.
Como no tienen agua dulce ni tierra fértil para el cultivo de alimentos, como apunta el cronista Ander Izaguirre en otra nota para El País de 2014, los gunas viven entre los dos mundos: del mar se abastecen con la pesca y el traslado a los turista a los islotes; en el continente, a donde pasan con frecuencia, tienen sus cultivos, usan el agua de los ríos y entierran a sus muertos.
Steve Paton, del Instituto Smithsonian, ofreció estos datos a Ignacio Fariza, también para El País: entre 2950 y 1980, el Caribe subió un promedio de 2,5 milímetros por año, y desde 2012 aumentó a 6,4 milímetros por año. Eso implica que, por ejemplo, una de las islas principales del archipiélago, Gardi Surgup, a perdido un tercio de su orilla. Si seguimos así, a finales del siglo XXI, el mar podría subir a un ritmo de 10 milímetros por año.
El aumento del nivel del mar no es la única amenaza para el Guna Yala. Hay un cambio en los patrones de las precipitaciones por el aumento en las temperaturas del aire y del mar, lo que provoca que haya más tormentas y más temporadas de sequía.
“La subida del mar también amenaza las principales fuentes de ingresos de la población, con una economía dependiente de rubros como el turismo y la pesca artesanal. Por ejemplo, se han registrado cambios en el volumen y las especies de pesca y los bancos de peces se están alejando de las islas y yendo mar adentro”, agregó Jessica Young, gerente nacional del gerente nacional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para los temas de ambiente y desarrollo sostenible, en una nota de prensa de PNUD Panamá.
Los reportes consultados coinciden en que en las las islas habitadas del Guna Yala hay problemas de hacinamiento y servicios básicos y manejo de residuos insuficientes.
El paso a tierra firme de los guna ahora es vista como medida urgente. BBC Mundo reportó en 2017 que los habitantes de la isla Gardi Sugdub tenían reservadas 17 hectáreas al otro lado, en tierra continental, para construir un pueblo llamado La Barriada. “Noviembre y diciembre llegaron las lluvias y los vientos fuertes, todo inundado”, dijo Dalis, una maestra de la isla, que lideraba el proyecto de traslado.
En su reporte de este año para El País, Ignacio Fariza escribió que los poco más de mil habitantes de otro isla, la isla Cangrejo, ya se prepara para el desplazamiento. Esto podría ser un programa piloto para el resto de las islas, informó. “En los meses de vientos alisios siempre ha entrado el agua, pero cada vez se cuela más. Y los vientos llegan cada vez antes”, le dijo Blas López, uno de sus habitantes.
Según Farizi, el Estado panameño se está preparando para el traslado de varias comunidades guna, en coordinación con la máxima autoridad del archipiélago el Congreso General Guna y los jefes locales, llamados saglas.
Digwi Valiente espera con su proyecto Burwigan seguir sumando a agentes del gobierno y a la empresa privada, galerías, centros culturales, embajadas “para llevar nuestro mensaje a todo el mundo” y también recaudar fondos para trasladar a sus vecinos de Playón Chico. Mientras tanto, organizan una campaña de recolección de fondos para construir un centro de cuentacuentos en la escuela local.