Nuestros padres y abuelos eran generaciones que nacían y morían en un mismo trabajo, viajaban cómo mucho una vez al año, recorrían pocos kilómetros para irse de vacaciones y pocas veces se movían de casa o de barrio.
Hoy, cuanto más viajamos más libres nos sentimos. El trabajo es definitivamente un medio y no un fin; viajar de vacaciones significa hacer un gran plan para explorar un lugar distinto novedoso y en lo posible lejano; y si de mudanzas se trata…. Ya muchas veces nos hemos mudado.
¿Será la tecnología una de las causas? ¿Aquella que nos hace renegar porque estamos hiperconectados todo el día nos está dando una de las oportunidades más grandes de la humanidad?
Aviones, trenes, cruceros, transporte por doquier, tecnología potente, grandes innovaciones que se precipitan de forma vertiginosa se suman a una pandemia -de la que ya no queremos hablar- pero que jugó y juega un papel clave en este cambio de paradigma. Una articulación única que de forma coyuntural nos está abriendo las puertas del mundo.
Trabajar desde una playa, en un chiringuito, bajo una palmera, desde una montaña, un café o simplemente desde el hogar es hoy posible. Vamos camino hacia un mundo sin límites, donde todos podremos elegir dónde vivir sin condiciones. Es momento de entender que el planeta es nuestro y tenemos derecho a disfrutarlo cómo queramos.
Ahora bien ¿los gobiernos estarán a la altura para acompañar dicho cambio y permitirnos un globo sin divisiones? En esta reflexión pienso también en que se debe acompañar a los más vulnerables en su inserción, no todos tenemos el mismo acceso y las mismas oportunidades tecnológicas en esta transformación y las diferencias comenzarán a sentirse de forma cada vez más profunda.
Se nos está invitando a explorar nuevas oportunidades, a llevar nuestra cultura hacia otros destinos, a compartir nuestra vida con otros, a ser nómades. Dejar de darle importancia al lugar dónde estamos, sin tener prejuicios y contribuyendo a que la Tierra sea de todos sin barreras. ¿Estamos preparados para este cambio?