Maritza González Cintrón no duerme en su casa del barrio Quebrada de Guayanillas desde el sismo el 7 de enero, uno de los terremotos de la secuencia de temblores que han impactado el sur de Puerto Rico desde el 28 de diciembre de 2019. Teme que el sismo haya hecho daños en la estructura de su casa que la lleven al colapso.
Desde esa misma fecha, González Cintrón habilitó el patio de su casa como un refugio para al menos 60 personas de su barrio, y para ella. Por el día van a trabajar; por la noche vuelven a dormir en sus 14 tiendas de campaña, reporta Sara Marrero Cabán para Voces del Sur. Comparten el temor de que sus casas se derrumben.
González Cintrón es artista plástica y líder comunitaria. Tiene 57 años. Fundó la ONG Creando consciencia: mi tierra grita, que se dedica a labores de educación en la preservación del ambiente; la formación de nuevos artistas plásticos desde los dos años de edad; la formación de jóvenes en fotografía científica.
González Cintrón es reconocida por su trabajo. Justo después del Huracán María, en septiembre de 2017, se activó para la emergencia: hizo de portavoz y enlace de su comunidad con las autoridades ante la escasez de agua potable y electricidad que quedó después, cuenta Mildred Rivera Marrero en El Nuevo Día.
De aquella experiencia, según el artículo de Voces del Sur, ella y sus familiares diseñaron un plan de contingencia para ellos y sus vecinos, anticipándose a un próximo evento similar. El 7 de enero lo activaron. Dispusieron los carros como un camino de salida, se hicieron con silbatos, encargaron a gente la protección de ancianos y menores.
Dice el reporte de El Nuevo Día que a los 15 minutos del terremoto de ese día varias personas llegaron a casa de González Cintrón, “porque se había determinado que ese era el lugar de encuentro”.
“Estábamos prácticamente todos desorientados, esperando que vinieran otras réplicas. Fue un día intenso. Típicamente, nosotros acostumbramos a buscar a los vecinos a ver si todo está bien, si algo le pasó y, cuando hicimos el censo, nos dimos cuenta que más bien era la salud emocional lo que estaba afectado. Ya en esa noche tomamos la decisión -la familia- de no regresar para adentro de la casa, porque no sabíamos lo que iba a pasar. Pues, entonces, como parte del inventario que nosotros tenemos como ecologista, [sacamos] unas casetas de campaña, que son de nuestra propiedad, para poder pasar estos valores sísmicos al aire libre y activamos el protocolo”, contó González Cintrón a Sara Marrero Cabán.
Repartió las carpas entre los vecinos. Desde entonces el campamento está instalado en el patio de su casa. Mientras están allí cocinan entre todos en “la olla comunitaria”. La han ayudado de forma voluntaria jubilados, secretarias, médicos, biólogos, mecánicos, psicólogos, trabajadores sociales, la organización Veteran’s
Response, la Cruz Roja de Estados Unidos y empresas locales, según Voces del Sur.
Sin embargo, González Cintrón dice a Rivera Marrero de El Nuevo Día que hacen falta “apoyo emocional y servicios de salud mental” para los refugiados en su patio, las personas mayores y quienes les cuidan, y los líderes.
“Nos dimos cuenta cuán frágil era que, en cuestión de segundos, podríamos quedarnos sin nada. Y ha sido duro manejar estas situaciones del apego, de tú tener tu unidad de vivienda y tantos sacrificios y demás y luego estar en la incertidumbre de que estamos aquí y que en un momento dado pueda desmoronarse”, dice González Cintrón citada por el reporte de Voces del Sur.
“Yo misma no he tenido tiempo para contarle a la gente cómo pasó porque prefiero guardarme para darle fuerzas a la gente –dijo, por otra parte, a El Nuevo Día–. Pero yo necesito expresar lo que yo sentí. Sentí que había caído en un abismo. Las puertas de mi clóset cayeron sobre mí y sobre mi cama. Yo me quedé paralizada. Emocionalmente no me siento capaz, por un tiempo, de volver a dormir en mi cama. El temblor del 7, por lo menos a mí, me marcó para toda la vida. Yo tengo que entrar a mi casa a limpiar, pero cuando llego a mi habitación paso con susto. Mi vida, como la de muchas personas, ha cambiado totalmente”.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó el 15 de enero la declaración de desastre mayor para Puerto Rico, por los terremotos, y la liberación de 8 mil 500 millones de dólares de los recursos que su gobierno había retenido tras el huracán María. El Congreso había aprobado una ayuda de 18 mil millones de dólares desde entonces pero, como recuerda CNN, el gobierno de Trump la bloqueó “porque dijo que quería asegurarse de que se gastara correctamente”.
Un grupo de boricuas de la coalición Respeta mi gente se manifestaron en Florida el martes para que se desbloqueen todos los recursos.
El 18 de enero, vecinos de Ponce, al sur de Puerto Rico, encontraron un almacén lleno de suministros que posiblemente estuvieron destinados como ayuda el huracán María y no se entregaron, lo cual ha detonado nuevas protestas en la isla. La gobernadora Wanda Vásquez destituyó a varios funcionarios después del hallazgo. Los manifestantes han pedido también su renuncia.
Imagen: Captura de pantalla de un video del perfil de Facebook de Maritza González Cintrón