Una cuarteto que toca solo para animales recorre el campo de Madrid. Se llama Animal Band

El caballo deja el establo y sale a trote al patio de tierra. Un sonido lo hace detener el paso. Se queda inmóvil unos segundos, gira la cabeza, busca el origen de ese sonido, una melodía. Retrocede y va hacia él, un hombre que toca el Bolero de Ravel con un fagot. El caballo se queda contemplándolo de frente –detrás, tres caballos miran, en sus cuadras–, mueve una oreja, mueve la otra. El músico termina de tocar el pasaje de esa pieza y el caballo se va.

Dos mujeres tocan jazz con un saxofón y un teclado dentro de un aviario. Los pericos, la pareja amarilla, los otros de plumaje colorido, acompañan cantando.

Frente a esa guitarra que suena en las manos del músico que la toca en la misma puerta de su establo, otro caballo saca la cabeza, sereno, escucha y olfatea.

La cacatúa, en cambio, despliega al máximo sus alas y su cresta, eriza todas sus plumas, cuando escucha tan cerca el saxofón que le toca esa otra mujer.

El suricato busca meterse en la boca del saxofón, quiere cavar el fagot, subirse por el cuerpo del chelo. El sonido de la guitarra lo apacigua.

A los burros les llaman la atención las cuerdas y los instrumentos de viento, tanto como la pieza London Brigde is falling down que sale de ellos, así como el jazz en general. Rodean a los músicos y se quedan mirando y oliendo a centímetros de distancia.

Las ovejas y carneros y las vacas son el público más numeroso de estos recitales. Los primeros balan y mueven sus cencerros apenas escucharon las primeras notas de When the Saints Go Marching In en el saxo. Se agrupan y se acercan mientras avanza la pieza. Las vacas son 50 (con sus becerros) y son blancas; tienen una reacción similar a las ovejas pero mugen más y siguen paciendo.

Es música solo para animales. El grupo se llama Animal Band, un cuarteto.

Son de Madrid y hasta ahora han tocado en la capital y en las afueras de la ciudad, el campo de la comunidad autónoma, en granjas y santuarios para animales.

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Comenzaron en verano de este año, aunque la idea ya tenía dos años merodeando entre amigos músicos, cuenta Javi Clarke a IQ Latino. “Pero nunca encontrábamos hueco o energía para abordarlo. Este verano coincidió que teníamos mucho tiempo y energía para planificar la idea, y por amor al arte, nos lanzamos a experimentar”, dice Clarke, quien coordina las agendas de los recitales de este cuarteto y lo dirige.

El cuarteto no es fijo: los miembros varían, porque es un proyecto voluntario, y los músicos regalan su tiempo libre. “Somos un colectivo abierto de músicos”, acota Clarke.

Animal Band es la primera en España que dedica su música exclusivamente a los animales.

Por ahora, hacen un día de concierto cada mes, en tres o cuatro sitios con diferentes animales, explica Javi Clarke.

Clarke le dijo en octubre a Myriam Soto, de la Cadena Ser, que con este experimento querían saber “si hay animales a los que les gusta más la percusión, el ritmo o por el contrario reaccionan más a la música clásica”.

Ahora que el experimento avanza y han tocado para burros, vacas, ovejas, cabras, suricatos, cacatúas, toros, patos “y otros animales más exóticos que aún no hemos publicado”, han notado que las reacciones pueden ser únicas.

“Los mamíferos parecen tener cierta afinidad por los instrumentos de cuerda como el piano o la guitarra, mientras que las aves replican y contestan a los sonidos de viento como el saxo. Pero sería generalizar demasiado; cada animal es un mundo, e incluso dentro de la misma especie, cada individuo reacciona de una manera distinta. Tienen su personalidad, sus gustos particulares, y así como hemos tenido burros y caballos que se sentían muy atraídos por los sonidos y lamían el instrumento, otros han preferido evitarnos. Cada uno tiene su propia reacción”, explica Clarke a explica a IQ Latino.

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Varios científicos han estudiado la reacción de animales a la música. Lorena Farrás menciona en un reportaje para La Vanguardia una investigación en Japón, publicada por Science Direct, en la que un grupo de peces dorados distinguían entre la Tocata y Fuga de Johann Sebastian Bach y La Consagración de la Primavera de Igor Stranvinsky. “La mitad de los peces fueron entrenados para morder un cordón con comida cuando sonara Bach y la otra mitad cuando sonara Stravinsky. Y ¡lo consiguieron!”, escribe Farrás.

Investigadores de la Universidad de Leicester experimentaron con vacas lecheras en Inglaterra, nueve horas diarias, doce semanas. Las expusieron a música rápida, lenta y a silencio, y encontraron que con piezas como la Sinfonía Pastoral de Beethoven y la canción Bridge Over Troubled Water (Puente sobre Aguas Turbulentas) de Simon & Garfunkel produjeron 3% más de leche.

Por otro lado, Charles Snowdon, psicólogo estadounidense especializado en el comportamiento animal, dijo a National Geographic que la mejor manera de observar el efecto de la música en los animales es crear una música específica para cada especie.

Animal Band lo dice precisamente en su manifiesto de nueve puntos: “Sabemos que las frecuencias y patrones sonoros de cada especie son distintos, por lo que tenemos un compromiso de empatizar con cada especie para adaptarnos a las necesidades de cada una de ellas”.

Foto tomada del Facebook de Animal Band

También dice el manifiesto en su punto cinco: “Las similitudes entre los sonidos humanos y animales y el deseo innato de crear música nos han llevado a explorar, a corazón abierto, el campo evolutivo de la biomusicología”. Y en su punto siete: “No queremos ser etnocéntricos y partimos de la idea de que desconocemos la manera de sentir de los animales. Por eso, el respeto y el amor infinito por ellos y por la música, hemos unido notas y energía para intentar acercarnos, con la única intención de hacerles la vida más placentera”

A finales de noviembre, Animal Band hizo un concierto urbano, para 30 perros adoptados, en la ciudad de Madrid. La publicación Cultura Inquieta supo de la banda cuando salió –por las redes sociales, que es donde hacen públicos sus conciertos–, y entonces organizó el evento.

“Gran conexión de música y público, y nadie mordió a nadie”, reseña Clarke el recital para los perros en la entrevista con IQ Latino. “La verdad es que algunos perros adoptados casi parece que te están pidiendo disculpas, son curiosos pero tímidos, y con la música y la compañía de otros perros sus miedos se relajan”.

Animal Band sigue siendo un experimento del que los músicos no sabe todavía los siguientes pasos. “Nos dejamos llevar”, dice Clarke.

Al proyecto, claro, todavía le faltan recursos. El director espera hacer una gira de “Conciertos para perros felizmente adoptados en 2020” –ya hay un festival interesado, comenta–, porque esta es una “manera optimista, bonita y luminosa de intentar seducir y convencer” a la gente para que adopte.

 

Foto: Facebook de Animal Band