Y la tercera fue la vencida. Se llama Gustavo Petro y será el presidente de la república de Colombia a partir del 7 de agosto de 2022 y durante los próximos cuatro años.
Por primera vez en la historia de nuestra Nación, la izquierda llega al poder después de doscientos años de vida republicana. Petro obtuvo más de 11 millones de votos, la mayor votación que ha tenido un aspirante a la presidencia. Toda una proeza por donde se le mire.
Debo confesar que, aunque no le di mi voto, tenía el pálpito de que Gustavo Petro ganaría, porque era el más fuerte de los aspirantes, conoce el país de cabo a rabo; algo que muy pocos pueden asegurar y sabe perfectamente cuales son las necesidades que aquejan a la Patria. En las semanas previas a la segunda vuelta se le vio bajarse de la plaza pública, su escenario favorito, y “untarse de pueblo”. Es decir, acercarse e inclusive conversar con el ciudadano promedio, ese que lucha por ganarse el pan de cada día.
Petro formó parte del M19, y le tomó más de 30 años ganarse la confianza de los colombianos. Luego de dejar las armas en 1990 y su posterior paso por el Congreso de la República y la Alcaldía de Bogotá, se hizo notar haciendo oposición férrea desde el legislativo al gobierno de turno, denunciando casos de corrupción, además de salir no solo a las calles, sino a los lugares más olvidados del país a recoger muy hábilmente las inconformidades del pueblo y compenetrarse con él, logrando su cometido de llegar a la presidencia.
Bueno, ahora nos preguntamos, ¿Qué va a pasar con Colombia? ¿Con nosotros mismos? Los más nerviosos ya están tramitando el pasaporte, empacando las valijas y tomarán rumbo hacia tierras extranjeras a empezar una nueva vida lejos del país que los vio crecer. Los que nos quedamos, andamos con algo de incertidumbre por el futuro próximo.
La elección de Gustavo Petro ya empezó a tener efectos en lo económico y lo social, además de lo político y seguirán sintiéndose a corto y mediano plazo. Desde el mismo momento en que supo que era ganador, ha empezado a mover las fichas sabiendo que varias de las propuestas con las que ganó no serán fáciles de ejecutar y tendrá a sus enemigos atentos a atacarlo cuando cometa un error y a media Colombia vigilando sus acciones.
Ya tenemos un antecedente en el 2012 cuando fue alcalde de Bogotá donde salió con más pena que gloria, solo por gobernar como se le daba la gana. Si, tuvo algunos logros en la parte social, pero su ego, su individualismo y sus ínfulas de caudillo, no le dejaron ver más allá de sus narices. Esperamos que haya aprendido la lección y recomponga el camino ahora desde la Casa de Nariño.
No queda más que desearle éxitos al nuevo presidente, que se dedique a trabajar, no solo por esos 11 millones de colombianos que confiaron en él, sino por el otro medio país que aún desconfiamos de sus acciones y propuestas y nos mantenemos escépticos por lo que vaya a pasar.
¡Presidente Petro, salve usted la Patria!