Breve historia de la solidaridad y procuración de fondos en América Latina ( y II)

Última entrega de este controversial análisis en el que el presidente de Global Fund desvela cuál ha sido la evolución de las organizaciones de la sociedad civil en en la Región durante los últimos 50 años

Los años 90

El impulso de las décadas anteriores no sólo continuó: se produjo una explosión en el número y la sofisticación de las OSC en los años 90. El fin de la Guerra Fría y de la mayor parte de las violencias internas aceleró las tendencias que hacían que las sociedades fueran cada vez más tolerantes de nuevas ideas y más prósperas. Los gobiernos tenían una razón menos para desconfiar de los ciudadanos que querían juntarse en asociaciones. Las élites de los negocios y de los gobiernos sintieron la presión de los consumidores y de los electorados cada vez más educados y exigentes y ya no tenían que apostar por un ganador de la Guerra Fría. Abrieron sus puertas, más o menos según el caso, a las empresas transnacionales, que hicieron una estampida para entrar. Ganaron para sí, y para los demás aumentaron el poder adquisitivo y los ingresos disponibles. También pusieron algunas empresas nacionales fuera del juego. Para ponerse una cara amable, hicieron donativos: unos cuantos grandes a las OSC de alto perfil y muchos pequeños a las entidades menores. Las empresas nacionales que sobrevivieron también aumentaron sus donativos.

De los pocos datos disponibles sobre cómo era la sociedad civil en esos días, he aquí uno, de 1994. En un sondeo de 900 ejecutivos de las OSC de Brasil, el 43% se identificó como comunista o ex comunista.[1] Así que no es de extrañar que esas personas despreciaran el dinero corporativo—al menos durante un par de años—. Las fundaciones extranjeras comenzaron a reducir su apoyo al ver que las empresas podían llenar el vacío. Y para los gobiernos, la consigna del día fue la privatización. La multitud que desdeñaba los negocios pronto subió al camión de los donativos de las empresas, no sólo en Brasil sino en toda América Latina. Al principio, la actitud de esas OSC era: nosotros estamos haciendo el bien, ustedes tienen los bienes, entonces dénnoslos. Miradas perplejas de los hombres de negocios. Frente a esas miradas, con el tiempo las OSC aprendieron a presentar sus proyectos de una manera inteligente, apelando al propio interés de la empresa en cuestión. Las OSC, al igual que los gobiernos, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, llegaron a enamorarse del sector privado querido. Todo era nuevo, fascinante. Las empresas crean puestos de trabajo, ponen comida en la mesa y meten efectivo en los bolsillos. ¿Quién lo hubiera pensado?

Los nouveaux riches, al igual que sus predecesores, tendían a formar fundaciones-familiares-operativas. Algunos daban donativos, pero fue la creciente clase media, además de las empresas, que atrajo la atención de las OSC.[2] Muchas fuentes de dinero más la competencia por él equivalen a la demanda por expertos en la procuración de fondos. La profesión arrancó. Los dos primeros libros sobre el tema escritos en español para América Latina fueron publicados en el invierno de 1994-5, en México. Una traducción brasileña de uno de ellos llegó a las librerías en 1995, el primer libro en portugués. Catorce latinos asistieron al congreso más grande de procuradores de fondos de EEUU. en 1994. Seis años más tarde, había ciento cuarenta. Pero ese número no era una medida del alcance de la profesión en la región. Unas asociaciones profesionales e institutos de capacitación habían surgido en los países más grandes, ofreciendo congresos, cursos y consultorías. ¿Por qué ir al Norte?

Ahora

En el siglo actual, la convergencia entre Norte y Sur ha continuado. Este es claramente el caso en el fundraising. La región tiene miles de verdaderos profesionales que comparten las técnicas de sus colegas en el Norte y que podrían darles algunas lecciones, sobre todo en cómo conseguir donativos provenientes de hogares de bajos ingresos y cómo negociar con las empresas.

Aunque el aura de desconfianza en torno a las OSC ha disminuido, algo queda. La gente tiene miedo de dar un donativo a menos que la organización sea famosa. Las OSC, especialmente las fundaciones familiares, tienden a ser insulares. Por lo general, no publican su información financiera ya sea porque tienen algo que ocultar, ya sea que no quieren suscitar los celos y la críticas. Tampoco divulgan los nombres de los miembros de la junta directiva, porque se presume que son ricos y alguien los secuestraría. Obtener personalidad jurídica sigue siendo una molestia pero ya hay cientos de miles de OSC legalmente constituidas en la región. Como los donativos no son deducibles de impuestos en la mayoría de los casos, por lo general se busca el estatus legal para poder contratar a gente y funcionar sin incurrir en multas y demandas. Además, la mayoría de los donantes institucionales, nacionales y extranjeros, lo exigen. Muchos grupos están tratando de hacer la transición desde lo paliativo a lo estratégico. El sector suele ser inteligente, eficaz y lleno de vida.

Hablando de lo estratégico, por su parte las empresas nacionales han adoptado la filantropía estratégica que las transnacionales han pregonado: cada donativo tiene que avanzar los negocios del donante. Siguen dando muchas pequeñas aportaciones para mejorar su imagen. Son más exigentes acerca de las grandes subvenciones, asegurándose de que el destinatario le dé algo grande a cambio: cobertura por los medios en un evento, o la aureola de una causa que se asocia con sus campañas de  marketing, etc. Lo mismo que en el norte. La mayor parte de las OSC, pequeñas, no tienen ni el tiempo ni el talento para entrar en esos negocios. Pero otras, más grandes, saben manejarse muy bien en ese mundo.

Los donantes en todas partes son más exigentes que nunca, incluso los individuos. Y los más jóvenes y más educados, los más exigentes de todos. Quieren ver transparencia y quieren ver los resultados. Las fundaciones extranjeras fueron las primeras en exigir que las OSC hicieran evaluaciones de sus proyectos (por muy débiles que los análisis resultaran) y en los años 90 las empresas popularizaron el concepto. Hoy en día “medir, evaluar” es la mantra de las empresas, fundaciones, los gobiernos y cada vez más individuos en todo el mundo. Tanto como los del Norte, los latinoamericanos—OSCs y donantes—hablan de la venture philanthropy y de la impact philanthropy, y tanto como los del Norte, no tienen una definición común de lo que significan esas palabras. Los latinoamericanos no se dejan ganar en su amor de los medios sociales y del complejo de superioridad que sus aparatos electrónicos les confieren. Por lo tanto, algunos sitios web de crowdfunding han aparecido y parece que tienen futuro. Pero, de todos los temas candentes del Norte, hay uno del que no se habla: él de los donativos planificados, ya que en el Sur no se habla de la muerte hasta que suceda.

La dependencia todavía es un problema: la Corona, la Iglesia, las pocas familias adineradas, el gobierno nacional, las fundaciones y los gobiernos extranjeros, y ahora el sector privado. Menos mal que casi toda la región evitó la reciente gran recesión que el Norte ha sufrido. De no ser así, la quiebra de las empresas habría sido la ruina de la sociedad civil. Las personas individuales hacen más donativos que nunca, pero no suman a mucho dinero. Aparte de que el dar es bueno para el alma, sería bueno para la OSC, si sólo fuera para diversificar sus fuentes de ingresos, una estrategia financiera buena para todos nosotros. Además, los donantes extranjeros que ven que los del lugar hacen donativos quedan impresionados por la entidad que sabe nutrirse de ellos.

Al lamentarse por la falta de donativos provenientes de individuos, los latinoamericanos tienden a echar la culpa al gobierno—¡qué novedad!—precisamente por la falta de beneficios fiscales asociados con un donativo. Pero esa opinión es fruto de una falta de análisis. La deducción sólo reduce el golpe financiero que el donante sufre. No es un incentivo para dar. De todos modos, las deducciones son en su mayoría irrelevantes donde la evasión de impuestos es el deporte participativo más popular de la población. Ojalá los servicios públicos se mejoren a tal punto que el contribuyente finalmente se convenza de que le conviene pagar por realizar todavía más mejoras. Ojalá que eso llegue a ser una de las tendencias positivas en América Latina, como la es la evolución de la solidaridad y la procuración de fondos en América Latina.

Lea también:
– Breve historia de la solidaridad y procuración de fondos en América Latina (I)


[1]  RC Fernandes y LP Carneiro, las ONG brasileñas en la década de 1990: un estudio de Nuevos Caminos para el Desarrollo Democrático en América Latina, 1995, Lynne Rienner Publishers, Charles A. Reilly, coordinador.

[2] “Los ingresos de las personas pobres han aumentado en la última década, lo que lleva a una gran caída en la desigualdad. En la mayoría de los países de América Latina el coeficiente de Gini en 2010 fue menor que en 2000. El promedio de la región, a 0,5, se ha reducido desde casi 0,54 en una década, y está más bajo que en cualquier momento en los últimos 30 años … ” The Economist, 13 de octubre de 2012, traducción del autor del escrito presente.