Amores, despechos y chequeras en la OEA

Hay que concebir el poder como la facultad, la fuerza y la influencia para hacer las cosas mejor.

Hay precedentes de que un embajador de la OEA, por circunstancias extraordinarias, ceda su asiento a alguien de otro país. En 1979, Panamá cedía su silla a Miguel D’Escoto, sacerdote opositor a Somoza. En 2009, Venezuela dio su puesto a Patricia Rodas, canciller del depuesto mandatario hondureño Manuel Zelaya. La semana pasada, Panamá prestó su silla a la diputada venezolana opositora María Corina Machado.

El 21 de marzo en la OEA hubo 11 votos a favor y 22 en contra de que fuese pública la sesión en donde hablaría Machado, como representante de la oposición venezolana, sobre las protestas en Venezuela. ¿Por qué el gobierno venezolano se salió con la suya? Una razón fue el apoyo inmediato —ya sea por afinidad ideológica o por amiguismo— de varios gobiernos de izquierda de países latinoamericanos. Otra fue la probable compra de conciencias con petróleo (esto se intuye de la votación en bloque de los países miembros de PetroCaribe, en donde el consumo energético de pequeños países caribeños es altamente subsidiado por el gobierno de Venezuela desde 2005).

Es importante revisar el contexto histórico en el que se enmarca esta decisión:

Usemos el término de la RAE para definir imperialismo como la “actitud y doctrina de quienes propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política”. Hubo en el siglo XX un imperialismo de Estados Unidos asociado a la derecha, y un imperialismo de Rusia asociado a la izquierda. Los países de Europa Central y del Este, por su cercanía con Rusia, vieron cómo el gigante rojo apoyaba gobiernos de izquierda, dictaduras inclusive. América Latina, por su cercanía con los Estados Unidos, observó cómo los yanquis apoyaban a gobiernos de derecha, dictaduras inclusive.

El polo de gobiernos de izquierda pretende enfrentarse a Estados Unidos, quien apoyó muchas dictaduras de derecha en América Latina. Fueron dictaduras como las de Somoza, Pinochet, Videla, Pérez Jiménez o Stroessner, que dejaron heridas que aún hoy duelen.

Aquellos mayores de 40 años les parecerá innecesaria esta explicación. Pero casi el 65% de la población actual es menor a 40 años en 2014. Eso significa que tenían 15 años o menos o ni habían nacido cuando cayó el Muro de Berlín. Es preciso recordar esto porque en algunas decisiones de nuestros mandatarios de hoy aún vivimos consecuencias de aquella polarización de la Guerra Fría.

Décadas atrás era impensable que la OEA tomara decisiones que no se ajustasen al deseo de los Estados Unidos. Hoy eso es posible. Tuvimos una muestra de ello el 21 de marzo de 2014, cuando 22 países (Venezuela, Uruguay, Dominica, El Salvador, Granada, Haití, Santa Lucía, Jamaica, Nicaragua, República Dominicana, Surinam, Belice, Jamaica, Bolivia, Brasil, Ecuador, Guyana, Argentina, San Vicente y las Granadinas, Trinidad y Tobago, Saint Kitts y Bahamas) se opusieron a 11 (Chile, Paraguay, Colombia, Perú, Costa Rica, Guatemala, México, Panamá, Canadá, Honduras y Estados Unidos) para lograr una sesión privada y sin medios en la cual los que protestan en Venezuela explicarían sus razones y demandas.

A 25 años del fin de la Guerra Fría, uno piensa que el mundo es más multipolar. Pero algunos gobiernos siguen viendo la política de modo simplista, como un combo en donde todo va junto. Los gobiernos de izquierda sólo parecen ver que todo lo que haga un gobierno de izquierda en América Latina está bien. El peor legado que dejó la Guerra Fría es la polarización bajo etiquetas que, definitivamente, no son lo primero que define la naturaleza de un gobierno.

Los gobiernos pueden ser autoritarios o democráticos. Y la izquierda y la derecha son posiciones en lo social y en lo económico que pueden tomarse en regímenes autoritarios o democráticos. Más allá de la ideología, los países deberían tomarse el tiempo de pensar primero si están defendiendo un régimen autoritario o un régimen democrático. Y una democracia entendida más allá de la ocurrencia de procesos electorales. Una democracia en donde haya Estado de Derecho e independencia de poderes, en donde gobierne la mayoráa respetando los derechos de las minorías.

Las afinidades automáticas han hecho mucho daño a Amárica Latina. Los gobiernos de izquierda democráticos que votaron por hacer privada la sesión de la OEA en donde participarían María Corina Machado, Carlos Vargas y Rosa Orozco, han debido pensar primero en apoyar la democracia como precondición para tener un buen gobierno de izquierda. Incluso apoyando al gobierno venezolano, aun suponiendo que el gobierno de Nicolás Maduro es mayoría, deberían respetar los derechos de las minorías que hacen vida política en Venezuela. Eso se esperaría, sobre todo, de aquellos líderes latinoamericanos que han visto la cara macabra de la represión, persecución y tortura en momentos en que han sido oposición.

No quiero ser naif y pensar que las naciones dejarán de tomar en cuenta sus intereses económicos y geopolíticos a la hora de votar en una instancia internacional (el petróleo, las inversiones, las afinidades ideológicas… todo cuenta en el juego de la política exterior). Pero la influencia de lo pragmático debe tener un límite. Pues, finalmente, hay que concebir el poder como la facultad, la fuerza y la influencia para hacer las cosas mejor. Todas las luchas anteriores deben sumar a la constitución de una región más democrática. Sólo así estaremos a salvo de cualquier imperialismo, venga de donde venga.

One comment

  1. Muy buen artículo, mis felicitaciones, porque soy de ese grupo mayor de 40 que tengo claro el daño provocado en el mundo luego de la “caída” del muro de Berlín. Solo cayó la muralla más creo que se profundizaron las ideologías, efectivamente como citas Dariela, siguen en formas ocultas en nuestros países. Debemos lucha por las libertades mayores, esas de los antiguos maestros griegos, que fueron el sustento moral y legal de las actuales, devastadas, democracias o pseudo democracia.
    Sabemos que hay 2 máximas que tenemos que enfrentar unidos como LATAM:
    1.-Lo único permanente es el CAMBIO.
    2.-Vivimos (y somos protagonistas) una época de cambios y n cambio de época.

    Un abrazo y gracias.
    Antonio Basauri Puelma
    Chileno

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